/ miércoles 29 de abril de 2020

Sierra Tarahumara, la clase virtual que nunca fue

La tablet, la computadora e Internet son las nuevas herramientas de los alumnos... ¿Qué pasa allá donde muy apenas llega el agua potable y la electricidad?

La educación más allá del coronavirus: la perenne e histórica postración de los que menos tienen. Los sin voz, que ahora… tampoco tendrán acceso al “classroom” de la SEP. “Llavero”, el profe de la sierra, mantiene en su genética el sentido de pertenencia a los pueblos originarios, los de pies ligeros, los que andan caminos polvorientos y abaten con cada paso las distancias terrenas y tecnológicas.

En el vano intento de iniciar con una trillada y recurrente frase que detalla el génesis de… “una historia como hay muchas”, se aborta al instante la intención porque, desafortunadamente, no es así ¡son escasos los relatos como el de “Llavero”! En educación la constante es ir en contrasentido. Son pocos los factores que juegan a favor, si acaso la voluntad. ¡Palabra clave!

El diseño novedoso de las clases en reclusión casera marca el sello del confinamiento protector del Covid-19. ¡Se cerraron las puertas y se abrió la ventana libertaria del mundo virtual! El que viaja a través de la red y se aparece como anima del futuro en pantallas electrónicas de teléfonos, tabletas o computadoras… el “classroom” o salón de clases virtual en línea, es la apuesta de la Secretaría de Educación Pública para sortear la no asistencia a clase, evitar los contagios de coronavirus, promover la sana distancia y privilegiar el aprendizaje ¡todo en un solo paquete!

Aquí la educación se desliza por las rutas de los caminos y las veredas de siempre. ¡A paso lento! Los jirones de llanta convertidos en huaraches mitigan el golpe directo de la planta del pie, han sido el medio, aunque poco a poco tienden a perder su popularidad al ser desplazados por los tenis y “crocs”. Indicios inocultables de la colonización chabochi. Igual son testigos de la educación itinerante que profesa el profe Llavero.

Como buen pastor de la educación, sabe dónde están sus ovejas, en dónde viven. Algunos están afuera… ¡en la sana distancia… del campo! Se revuelcan gustosos en las mansas aguas del río. Se mimetizan con la tierra para luego ser delatados en el contraste del horizonte verde.

Son los 18 niños de tercer grado, de la escuela primaria de Turuachi, municipio de Guadalupe y Calvo. Su cosmovisión aún no alcanza el otro extremo de esa carretera, esa vía que a pesar de las décadas transcurridas desde su concepción como Plan Gran Visión mantiene su estatus de proyecto. Ese aislamiento es congénito, herencia del olvido oficial… el que, quién lo diría, ¡hoy los beneficia, al alejarlos del Covid-19! Porque ni siquiera el concepto forma parte de su conocimiento: ¡bendita ignorancia! ¡No le temen! Esperan el regreso a la escuela en el tiempo pactado. A la distancia una figura emerge de la nada; se traza en el horizonte del camino y se clarifica conforme avanza al caserío. ¡Es el maestro Llavero!

Se trata de un mentor de origen Rarámuri. Habla español y lengua nativa. Forjó su apodo desde que era estudiante en la escuela que hoy trabaja. Su estatura pequeña y su afán de juntarse siempre con los grandes, se lo hizo ganar a pulso era como ¡El Llavero! Cosas de la vida, ese mismo llavero es el que ahora es la conexión de muchas mentes inocentes para con el resto del mundo, con la realidad citadina más inmediata.

-¡No vamos a regresar a clases en la escuela! –expresa en su primera escala-, ¡los niños miran… sólo eso hacen! La madre escucha la explicación con ese silencio ancestral que distingue a su raza… lo mismo da el “por qué”, pero al igual el profe justifica las restricciones educativas que son consecuencia del espíritu de la muerte engendrado en Wuhan, China… ¡anda suelto! Y llega a todos lados, aquí por fortuna se manifiesta con la suspensión de actividades en el aula.

Desde ahora y hasta nuevo aviso… La casa será la escuela y los padres los maestros. Más adelante, una madre se apresta a recibir el folleto con el que apoyará a sus hijos. ¡Un reto más! ¡Aquí todo es cuesta arriba! ¡Su ratificación de doctos docentes domésticos se protocoliza con la recepción del cuadernillo y una breve explicación de lo que debe hacer! Cerramos el ciclo y graduamos a padres e hijos, es quizá el pensamiento de Ernesto Mares Espinoza “Llavero”, al tiempo que saca de su mochila el preciado material didáctico.

El planteamiento del Gobierno Federal para seguir las clases es el classroom, el maravilloso proyecto, al tocar estas tierras tiene, por lo menos, dos inconvenientes: el acceso a la tecnología y el idioma.

Esta no es la primera ocasión en que las autoridades incurren en pifias de logística. En este mismo municipio de Guadalupe y Calvo hace un año anunciaron la asignación de material didáctico en lengua rarámuri; sin embargo, la comunidad de destino era Tepehuana cuyo dialecto es el odame y no rarámuri… ¡No sirvió!

Los cuadernillos que repartió están en español, sirven para algunas escuelas, no todas. Los de la lengua originaria vendrán hasta después… ¡Otra vez la misma historia! Los años pasan y se mantiene la condena de postración a los sin voz, los de la extrema marginación que habitan en esos lugares apartados de la SEP, pero no de Dios. Donde sólo algunos maestros como Llavero llegan para quedarse, porque ahí fueron sembrados.

El maestro Mares es del prototipo original de Rafael Ramírez Castañeda, el mentor que a principio de la década de 1920, en su más profunda inspiración concibió la escuela rural mexicana. La misma que parió la Revolución Mexicana y cuyo apostolado central ha sido olvidado por los golondrinos de la pedagogía. “Llavero” es pues un modelo viviente de esa idealización que languidece en nuestros tiempos a causa de las ciudades, oficinas y del… classroom mentado.

La educación más allá del coronavirus: la perenne e histórica postración de los que menos tienen. Los sin voz, que ahora… tampoco tendrán acceso al “classroom” de la SEP. “Llavero”, el profe de la sierra, mantiene en su genética el sentido de pertenencia a los pueblos originarios, los de pies ligeros, los que andan caminos polvorientos y abaten con cada paso las distancias terrenas y tecnológicas.

En el vano intento de iniciar con una trillada y recurrente frase que detalla el génesis de… “una historia como hay muchas”, se aborta al instante la intención porque, desafortunadamente, no es así ¡son escasos los relatos como el de “Llavero”! En educación la constante es ir en contrasentido. Son pocos los factores que juegan a favor, si acaso la voluntad. ¡Palabra clave!

El diseño novedoso de las clases en reclusión casera marca el sello del confinamiento protector del Covid-19. ¡Se cerraron las puertas y se abrió la ventana libertaria del mundo virtual! El que viaja a través de la red y se aparece como anima del futuro en pantallas electrónicas de teléfonos, tabletas o computadoras… el “classroom” o salón de clases virtual en línea, es la apuesta de la Secretaría de Educación Pública para sortear la no asistencia a clase, evitar los contagios de coronavirus, promover la sana distancia y privilegiar el aprendizaje ¡todo en un solo paquete!

Aquí la educación se desliza por las rutas de los caminos y las veredas de siempre. ¡A paso lento! Los jirones de llanta convertidos en huaraches mitigan el golpe directo de la planta del pie, han sido el medio, aunque poco a poco tienden a perder su popularidad al ser desplazados por los tenis y “crocs”. Indicios inocultables de la colonización chabochi. Igual son testigos de la educación itinerante que profesa el profe Llavero.

Como buen pastor de la educación, sabe dónde están sus ovejas, en dónde viven. Algunos están afuera… ¡en la sana distancia… del campo! Se revuelcan gustosos en las mansas aguas del río. Se mimetizan con la tierra para luego ser delatados en el contraste del horizonte verde.

Son los 18 niños de tercer grado, de la escuela primaria de Turuachi, municipio de Guadalupe y Calvo. Su cosmovisión aún no alcanza el otro extremo de esa carretera, esa vía que a pesar de las décadas transcurridas desde su concepción como Plan Gran Visión mantiene su estatus de proyecto. Ese aislamiento es congénito, herencia del olvido oficial… el que, quién lo diría, ¡hoy los beneficia, al alejarlos del Covid-19! Porque ni siquiera el concepto forma parte de su conocimiento: ¡bendita ignorancia! ¡No le temen! Esperan el regreso a la escuela en el tiempo pactado. A la distancia una figura emerge de la nada; se traza en el horizonte del camino y se clarifica conforme avanza al caserío. ¡Es el maestro Llavero!

Se trata de un mentor de origen Rarámuri. Habla español y lengua nativa. Forjó su apodo desde que era estudiante en la escuela que hoy trabaja. Su estatura pequeña y su afán de juntarse siempre con los grandes, se lo hizo ganar a pulso era como ¡El Llavero! Cosas de la vida, ese mismo llavero es el que ahora es la conexión de muchas mentes inocentes para con el resto del mundo, con la realidad citadina más inmediata.

-¡No vamos a regresar a clases en la escuela! –expresa en su primera escala-, ¡los niños miran… sólo eso hacen! La madre escucha la explicación con ese silencio ancestral que distingue a su raza… lo mismo da el “por qué”, pero al igual el profe justifica las restricciones educativas que son consecuencia del espíritu de la muerte engendrado en Wuhan, China… ¡anda suelto! Y llega a todos lados, aquí por fortuna se manifiesta con la suspensión de actividades en el aula.

Desde ahora y hasta nuevo aviso… La casa será la escuela y los padres los maestros. Más adelante, una madre se apresta a recibir el folleto con el que apoyará a sus hijos. ¡Un reto más! ¡Aquí todo es cuesta arriba! ¡Su ratificación de doctos docentes domésticos se protocoliza con la recepción del cuadernillo y una breve explicación de lo que debe hacer! Cerramos el ciclo y graduamos a padres e hijos, es quizá el pensamiento de Ernesto Mares Espinoza “Llavero”, al tiempo que saca de su mochila el preciado material didáctico.

El planteamiento del Gobierno Federal para seguir las clases es el classroom, el maravilloso proyecto, al tocar estas tierras tiene, por lo menos, dos inconvenientes: el acceso a la tecnología y el idioma.

Esta no es la primera ocasión en que las autoridades incurren en pifias de logística. En este mismo municipio de Guadalupe y Calvo hace un año anunciaron la asignación de material didáctico en lengua rarámuri; sin embargo, la comunidad de destino era Tepehuana cuyo dialecto es el odame y no rarámuri… ¡No sirvió!

Los cuadernillos que repartió están en español, sirven para algunas escuelas, no todas. Los de la lengua originaria vendrán hasta después… ¡Otra vez la misma historia! Los años pasan y se mantiene la condena de postración a los sin voz, los de la extrema marginación que habitan en esos lugares apartados de la SEP, pero no de Dios. Donde sólo algunos maestros como Llavero llegan para quedarse, porque ahí fueron sembrados.

El maestro Mares es del prototipo original de Rafael Ramírez Castañeda, el mentor que a principio de la década de 1920, en su más profunda inspiración concibió la escuela rural mexicana. La misma que parió la Revolución Mexicana y cuyo apostolado central ha sido olvidado por los golondrinos de la pedagogía. “Llavero” es pues un modelo viviente de esa idealización que languidece en nuestros tiempos a causa de las ciudades, oficinas y del… classroom mentado.

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