/ viernes 27 de agosto de 2021

Pie de Nota | Anaya no es Mandela

Anaya sería sólo uno de los políticos de alto nivel señalados por el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, por presuntamente cambiar voluntades políticas por dinero durante

Hace seis meses Ricardo Anaya anunció que iniciaría su precampaña para buscar la Presidencia de México visitando mil municipios mexicanos "para escuchar y vivir los problemas de la gente y encontrarles soluciones".

Desde ese entonces en su canal de YouTube, su principal medio de propaganda, ha publicado una cuarentena de videos cuyo mayor énfasis recae en quejarse de AMLO.

Descafeinada en sustancia, la nueva temporada de Mochila al Hombro con Ricardo Anaya como protagonista contiene valor de entretenimiento por las incómodas interacciones entre gente real y el político, quien se observa acartonado y curioso del fenómeno de la pobreza y el trabajo.

Sin embargo, la aventura antropológica por el México profundo duró muy poco.

Hoy se ha exiliado a su casa de Atlanta, EU, para evadir los cargos que la FGR le achaca por asociación delictuosa como parte de la investigación en curso sobre una presunta red de sobornos para la aprobación de la reforma energética.

"Dejarte encarcelar por un autócrata, muchas veces significa perder la batalla", informó Anaya en video, quien estará "fuera una temporada breve".

Anaya sería sólo uno de los políticos de alto nivel señalados por el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, por presuntamente cambiar voluntades políticas por dinero durante el sexenio pasado, entre los que figuran nombres como Carlos Salinas, Enrique Peña, José Antonio Meade, David Penchyna, Ernesto Cordero o Francisco García Cabeza de Vaca, entre muchos otros.

De un total de 70 señalados, sólo el exsenador panista Jorge Luis Lavalle ha pisado la cárcel y eso porque su colaborador cercano, Rafael Caraveo, aceptó haber recibido dinero bajo sus órdenes.

La estadística simple y una defensa medianamente decente indica que Anaya no pisaría la cárcel si se hubiera enfrentado el proceso, pero el panista decidió no dejar nada al azar y exiliarse.

Ya sabíamos que Ricardo Anaya no tiene madera de revolucionario, no obstante, su huida denota una falta de cálculo político de su parte.

Nadie en su sano juicio quiere enfrentar un proceso legal en este país donde la corrupción y las violaciones al debido proceso ocurren todos los días; sin embargo, Ricardo Anaya contaba con los recursos monetarios y sobretodo políticos para obtener los mayores beneficios de una situación así.

La endeble acusación de la 4T en su contra le había extendido un pase para salir de una buena vez de la irrelevancia de YouTube para comenzar a ubicarse en una posición de altura moral y de peso político frente al régimen actual, fortaleciendo su precandidatura para el 2024.

No existe actualmente una figura inteligente que logre unificar el desprecio y la decepción hacia Morena. Al enfrentar con argumentos una acusación injusta, Ricardo Anaya hubiera podido aspirar a esta posición y confirmado que este gobierno ha devenido en una autocracia.

Aunque choca oírlo, en ese sentido el presidente López Obrador no erró del todo al decir sobre el caso Anaya que "cuando se es luchador social se puede ir a la cárcel y se fortalece un dirigente”.

Sin embargo, ésta no es una aduana por la que Ricardo Anaya quiso pasar, en su lugar decidió utilizar su privilegio para darle la vuelta al sistema judicial.

No pudo o no quiso sacudirse esa imagen de político ladino.

De esta manera se ubicó más cerca de figuras como los prófugos Tomás Zerón, Andrés Roemer o Mauricio Toledo, quienes se victimizan, que de figuras enfrentadas a la persecución judicial como el venezolano Leopoldo López, el periodista bielorruso Roman Protasevich o el expresidente sudafricano Nelson Mandela.

Y es que cuando se ejerce el liderazgo social en medio de una verdadera tiranía, se sufre pero también engrandece.

Si no es así no hay ni lo uno ni lo otro.

Hace seis meses Ricardo Anaya anunció que iniciaría su precampaña para buscar la Presidencia de México visitando mil municipios mexicanos "para escuchar y vivir los problemas de la gente y encontrarles soluciones".

Desde ese entonces en su canal de YouTube, su principal medio de propaganda, ha publicado una cuarentena de videos cuyo mayor énfasis recae en quejarse de AMLO.

Descafeinada en sustancia, la nueva temporada de Mochila al Hombro con Ricardo Anaya como protagonista contiene valor de entretenimiento por las incómodas interacciones entre gente real y el político, quien se observa acartonado y curioso del fenómeno de la pobreza y el trabajo.

Sin embargo, la aventura antropológica por el México profundo duró muy poco.

Hoy se ha exiliado a su casa de Atlanta, EU, para evadir los cargos que la FGR le achaca por asociación delictuosa como parte de la investigación en curso sobre una presunta red de sobornos para la aprobación de la reforma energética.

"Dejarte encarcelar por un autócrata, muchas veces significa perder la batalla", informó Anaya en video, quien estará "fuera una temporada breve".

Anaya sería sólo uno de los políticos de alto nivel señalados por el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, por presuntamente cambiar voluntades políticas por dinero durante el sexenio pasado, entre los que figuran nombres como Carlos Salinas, Enrique Peña, José Antonio Meade, David Penchyna, Ernesto Cordero o Francisco García Cabeza de Vaca, entre muchos otros.

De un total de 70 señalados, sólo el exsenador panista Jorge Luis Lavalle ha pisado la cárcel y eso porque su colaborador cercano, Rafael Caraveo, aceptó haber recibido dinero bajo sus órdenes.

La estadística simple y una defensa medianamente decente indica que Anaya no pisaría la cárcel si se hubiera enfrentado el proceso, pero el panista decidió no dejar nada al azar y exiliarse.

Ya sabíamos que Ricardo Anaya no tiene madera de revolucionario, no obstante, su huida denota una falta de cálculo político de su parte.

Nadie en su sano juicio quiere enfrentar un proceso legal en este país donde la corrupción y las violaciones al debido proceso ocurren todos los días; sin embargo, Ricardo Anaya contaba con los recursos monetarios y sobretodo políticos para obtener los mayores beneficios de una situación así.

La endeble acusación de la 4T en su contra le había extendido un pase para salir de una buena vez de la irrelevancia de YouTube para comenzar a ubicarse en una posición de altura moral y de peso político frente al régimen actual, fortaleciendo su precandidatura para el 2024.

No existe actualmente una figura inteligente que logre unificar el desprecio y la decepción hacia Morena. Al enfrentar con argumentos una acusación injusta, Ricardo Anaya hubiera podido aspirar a esta posición y confirmado que este gobierno ha devenido en una autocracia.

Aunque choca oírlo, en ese sentido el presidente López Obrador no erró del todo al decir sobre el caso Anaya que "cuando se es luchador social se puede ir a la cárcel y se fortalece un dirigente”.

Sin embargo, ésta no es una aduana por la que Ricardo Anaya quiso pasar, en su lugar decidió utilizar su privilegio para darle la vuelta al sistema judicial.

No pudo o no quiso sacudirse esa imagen de político ladino.

De esta manera se ubicó más cerca de figuras como los prófugos Tomás Zerón, Andrés Roemer o Mauricio Toledo, quienes se victimizan, que de figuras enfrentadas a la persecución judicial como el venezolano Leopoldo López, el periodista bielorruso Roman Protasevich o el expresidente sudafricano Nelson Mandela.

Y es que cuando se ejerce el liderazgo social en medio de una verdadera tiranía, se sufre pero también engrandece.

Si no es así no hay ni lo uno ni lo otro.

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