/ viernes 4 de noviembre de 2022

Pie de Nota | Antidemocracia para dummies

La 4T busca que los consejeros electorales sean elegidos por voto popular a propuesta de partidos políticos

Está de moda dinamitar la democracia.

La reciente propuesta de Reforma Electoral que ha enviado al Congreso, y la argumentación que le acompaña, pone al presidente López Obrador lejos de la imagen de demócrata que quiere aparentar y, en cambio, lo acerca a lo peorcito del zoológico político global de estos momentos.

Resumo rápidamente: la 4T busca que los consejeros electorales sean elegidos por voto popular a propuesta de partidos políticos. Claramente, cada candidato tendrá una carga y popularidad políticas, lo que de facto se puede inferir terminaría por morenizar al árbitro electoral. Esto ya pasó con la desdichada CNDH, la cual bajo la gestión de Rosario Piedra funciona más de como vocera presidencial que defensora de los derechos humanos.

La argumentación para tal aberración institucional, según el Presidente, es que el sistema electoral mexicano está cooptado por fuerzas corruptas.

“Lo que no queremos es que continúe este sistema antidemocrático corrupto que está en poder de los conservadores, porque son capaces de hacer un fraude hacia adelante, como ya lo han hecho. Y eso hay que evitarlo", refirió curándose en salud.

El Presidente no explica –claro– cómo se puede fraguar un fraude en el sistema electoral actual, conformado en su gran mayoría por ciudadanos y bajo la supervisión de partidos y organizaciones nacionales e internacionales.

Tampoco el acertijo de cómo este "sistema corrupto" permitió su llegada a la Presidencia de manera incuestionable.

Sólo convoca a fuerzas oscuras que nombra pero no describe y desde ahí se disfraza de demócrata. Pone las barbas a remojar en caso de que un resultado electoral no juegue a favor de sus intereses.

Los tiempos políticos muy pocas veces son perfectos, pero en esta ocasión se alinearon perversamente.

Mientras el presidente López Obrado dice jugar el juego de la democracia siempre y cuando termine ganando, otro mandatario nos adelanta las consecuencias de una postura así.

Al momento de escribir esta columna, Jair Bolsonaro se muestra reacio a aceptar los resultados electorales que le acaban de recetar la derrota frente a Lula Da Silva. Desde antes de la jornada, el hoy perdedor había advertido que si los resultados no le convenían sería por un árbitro electoral cooptado por sus adversarios.

A Bolsonaro le están dando consejos personajes del calibre de Steve Bannon, uno de los principales artífices de la patraña trumpista que señaló a la elección presidencia del 2020 –adivinó usted– como fraudulenta.

Esta misma gente asegura que la violencia es un medio válido para defender su concepto de democracia anticonstitucional.

Apenas estos días ese radicalismo mostró su cara más fea con el intento de secuestro de la líder demócrata Nancy Pelosi.

Los vasos comunicantes entre EU, Brasil y México son eslabones de una misma cadena: en el siglo XXI está de moda descalificar al árbitro electoral antes de unos comicios, se procede a negar la validez del proceso cuando se pierde y, en consecuencia, deviene un debilitamiento de la democracia con base en una mentira sin fundamento alguno con resultados violentos.

La etapa final de esta mutación es la desaparición democrática, donde los procesos populares dan paso al autoritarismo. Ahí China y Rusia vienen a la mente inmediatamente y en donde los respectivos líderes se mantienen sin cuestionamiento alguno a costa de las libertades personales de todo un pueblo.

Sobre Hugo Chávez, el periodista Rory Carroll en su libro Comandante (Sexto Piso, 2013), escribió que pese a todo éste se mantuvo dentro de los márgenes de un demócrata debido a las elecciones populares a las que se sometió durante su mandato, las cuales ganó aplastantemente. Desaparecido ese contrapeso Venezuela es otra cosa.

Los procesos electorales independientes, la transferencia de poder pacífica y la tolerancia a las ideas opuestas son baluartes de nuestras sociedades.

Se debe entonces criticar severamente y movilizarse ante todo intento por debilitarlos, tienen que haber costos para todos esos tiranos de clóset.


Está de moda dinamitar la democracia.

La reciente propuesta de Reforma Electoral que ha enviado al Congreso, y la argumentación que le acompaña, pone al presidente López Obrador lejos de la imagen de demócrata que quiere aparentar y, en cambio, lo acerca a lo peorcito del zoológico político global de estos momentos.

Resumo rápidamente: la 4T busca que los consejeros electorales sean elegidos por voto popular a propuesta de partidos políticos. Claramente, cada candidato tendrá una carga y popularidad políticas, lo que de facto se puede inferir terminaría por morenizar al árbitro electoral. Esto ya pasó con la desdichada CNDH, la cual bajo la gestión de Rosario Piedra funciona más de como vocera presidencial que defensora de los derechos humanos.

La argumentación para tal aberración institucional, según el Presidente, es que el sistema electoral mexicano está cooptado por fuerzas corruptas.

“Lo que no queremos es que continúe este sistema antidemocrático corrupto que está en poder de los conservadores, porque son capaces de hacer un fraude hacia adelante, como ya lo han hecho. Y eso hay que evitarlo", refirió curándose en salud.

El Presidente no explica –claro– cómo se puede fraguar un fraude en el sistema electoral actual, conformado en su gran mayoría por ciudadanos y bajo la supervisión de partidos y organizaciones nacionales e internacionales.

Tampoco el acertijo de cómo este "sistema corrupto" permitió su llegada a la Presidencia de manera incuestionable.

Sólo convoca a fuerzas oscuras que nombra pero no describe y desde ahí se disfraza de demócrata. Pone las barbas a remojar en caso de que un resultado electoral no juegue a favor de sus intereses.

Los tiempos políticos muy pocas veces son perfectos, pero en esta ocasión se alinearon perversamente.

Mientras el presidente López Obrado dice jugar el juego de la democracia siempre y cuando termine ganando, otro mandatario nos adelanta las consecuencias de una postura así.

Al momento de escribir esta columna, Jair Bolsonaro se muestra reacio a aceptar los resultados electorales que le acaban de recetar la derrota frente a Lula Da Silva. Desde antes de la jornada, el hoy perdedor había advertido que si los resultados no le convenían sería por un árbitro electoral cooptado por sus adversarios.

A Bolsonaro le están dando consejos personajes del calibre de Steve Bannon, uno de los principales artífices de la patraña trumpista que señaló a la elección presidencia del 2020 –adivinó usted– como fraudulenta.

Esta misma gente asegura que la violencia es un medio válido para defender su concepto de democracia anticonstitucional.

Apenas estos días ese radicalismo mostró su cara más fea con el intento de secuestro de la líder demócrata Nancy Pelosi.

Los vasos comunicantes entre EU, Brasil y México son eslabones de una misma cadena: en el siglo XXI está de moda descalificar al árbitro electoral antes de unos comicios, se procede a negar la validez del proceso cuando se pierde y, en consecuencia, deviene un debilitamiento de la democracia con base en una mentira sin fundamento alguno con resultados violentos.

La etapa final de esta mutación es la desaparición democrática, donde los procesos populares dan paso al autoritarismo. Ahí China y Rusia vienen a la mente inmediatamente y en donde los respectivos líderes se mantienen sin cuestionamiento alguno a costa de las libertades personales de todo un pueblo.

Sobre Hugo Chávez, el periodista Rory Carroll en su libro Comandante (Sexto Piso, 2013), escribió que pese a todo éste se mantuvo dentro de los márgenes de un demócrata debido a las elecciones populares a las que se sometió durante su mandato, las cuales ganó aplastantemente. Desaparecido ese contrapeso Venezuela es otra cosa.

Los procesos electorales independientes, la transferencia de poder pacífica y la tolerancia a las ideas opuestas son baluartes de nuestras sociedades.

Se debe entonces criticar severamente y movilizarse ante todo intento por debilitarlos, tienen que haber costos para todos esos tiranos de clóset.


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