Algo que ha caracterizado al gobierno del presidente López Obrador es la poca sutileza con la que maneja sus animadversiones.
Durante tres años de administración federal morenista, se ha comprobado que este gobierno pone poco en todas las mesas de negociación a las que se sienta y reacciona con severidad cuando le piden más o le cuestionan.
Si bien no institucionalizó el mantra del garrote y la zanahoria como método de gobierno tan común en los regímenes priistas, la 4T sí lo hizo visible con su reaccionaria "estrategia" –es un decir– de comunicación.
Esto aplica particularmente con el sector empresarial, al cual ha extendido pocas concesiones en cuanto a cortesías del discurso y mucho menos en términos de negocio.
Especialmente luego de las salidas de Carlos Urzúa de la Secretaría de Hacienda y de Alfonso Romo de la Oficina de Presidencia, quienes eran vistos en su momento como enlaces entre las cúpulas del dinero con el morenismo al mando.
Se puede referir que la resistencia por parte del lopezobradorismo de canalizar recursos al empresariado mientras miles de negocios morían durante la pandemia ha sido la culminación de esta relación disfuncional, pero en este espacio recordamos con especial atención el atropello que supuso al buen gobierno la cancelación arbitraria de la planta de Constellation Brands en Mexicali durante los primeros meses del 2020.
En aquel entonces, al Presidente le bastó con que apenas el 3.5% del padrón electoral de Mexicali dijera que no quería la planta para borrar del mapa mil 400 millones de dólares en inversión para aquella región que, valga el comentario, no es que tenga dinero como para echar pa' arriba.
La relevancia de aquel evento descansó en establecer un contexto hostil para la inversión en México como no se había visto, pues el arrebato le costó a la empresa 700 millones de dólares.
Recordamos el hecho ahora que, como informó la OEM estos días, Constellation Brands ha decidido construir una nueva planta pero ahora al sur del país, en Veracruz, si nos atenemos a las informaciones preliminares.
Cuando decidió cancelar en Mexicali el Presidente se aventó la puntada de sugerir que mejor la pusieran al sur del país donde había suficiente agua.
Creíamos que nadie lo había tomado en serio pero resulta que la cervecera sí lo hizo y no sólo está firme en seguir invirtiendo en el país, sino que lo hará donde López Obrador le dijo que lo hiciera.
No sé si alegrarme o preocuparme. Creo es una mezcla.
Alegría por saber que el sur del país recibirá los empleos y derrama económica que tanto necesita.
Pero también preocupación porque le da argumentos al Presidente para seguir capitaneando al empresariado para que haga lo que su voluntad o estado de ánimo le sugieren.
Y no es que la cancelación de la planta en Mexicali estuviera mal. Como dijimos aquí, existían argumentos científicos válidos para saber que la zona carece de agua y que el proyecto afectaría la calidad de vida de los vecinos.
El problema fue el cómo: el decretazo avalado por una simulación de consulta.
Todo el episodio me recuerda una discusión que se daba con frecuencia durante la elección de 2006, cuando la campaña negra del panismo aseguraba que si ganaba López Obrador las inversiones se iban a ir del país.
"¿A dónde se van a ir?", respondían los lopezobradoristas, y añadían: "y si se quieren ir, que se vayan".
Es cierto que el atractivo de México como región para la inversión supera a seis años de hostilidades desde el poder público, pero el morenismo juega con fuego cuando cree que tiene un cheque en blanco para la grosería y la incertidumbre.
La partida que ganó la 4T ante Constellation Brands es el dulce que se le regala sin merecer al niño malcriado.