Discurso de Beatriz Paredes en la conmemoración del Aniversario del PRI
4 de marzo de 2008
A 79 años de la fundación del Partido Nacional Revolucionario,
A 70 años de su evolución en el Partido de la Revolución Mexicana,
A 62 de su transformación en el Partido Revolucionario Institucional,
A 14 años de la muerte de Luis Donaldo Colosio,
A ocho de haber perdido la Presidencia de la República,
A un año y medio de perder por segunda ocasión,
Nos reunimos, una vez más, los priístas, para conmemorar un aniversario de nuestra organización política.
No es la angustia y el dolor de aquel funesto marzo de 94, que mutiló a mi generación y causó grave herida en la institución priísta,
No es la perplejidad y el desconcierto de aquel julio del 2000, por la derrota que, aunque sólo por 6.4 % de diferencia, implicaba el fin de un ciclo histórico,
No es el desánimo y la depresión de julio de 2006, ante el fracaso marcado por descalificaciones externas y las divisiones internas,
No, no es nada de eso; por encima de los tiempos difíciles, nos congrega al priísmo el valor de nuestra estirpe y la certeza de que los agoreros de nuestra desaparición, los que han apostado al aniquilamiento de nuestra fuerza, además de no tener razón histórica, han carecido de la objetividad necesaria para realizar un análisis veraz y superar sus fobias o su escaso rigor científico.
Nos reunimos en el 79 aniversario de la corriente política que representamos, para decirnos en voz alta, para relatarnos que en el 2007 alcanzamos el 42% de la votación total emitida;
que el 2008 lo iniciamos con contundentes triunfos, que el PRI es la primera fuerza política territorial de México, que gracias al esfuerzo de ustedes, y de millares de cuadros priístas en todo el país; el PRI sigue siendo el más importante partido político de la nación.
Agradezco a los promotores del voto, a la representación electoral; a nuestra estructura territorial y sectorial; a los candidatos que con pasión, entrega y el diseño pertinente de campañas salieron airosos; a quienes, candidatos en condiciones difíciles no se doblegaron ante la adversidad; a los legisladores locales y federales que apuntalaron la estrategia electoral; a quienes, ejerciendo el poder para servir a toda la ciudadanía, en ayuntamientos y gobiernos estatales de filiación priísta, prestigian al partido con su conducta y eficacia; a los líderes nacionales de sectores, organizaciones, movimiento y sindicatos; a los miles, millares de priístas anónimos y simpatizantes de nuestras fórmulas, que independientemente de los resultados electorales exitosos, han hecho posible algo más trascendente: recuperar la confianza en nosotros mismos, restablecer el orgullo priísta.
Razones existen para sustentar nuestro orgullo de pertenencia al continuo Revolución–PNR–PRM–PRI, formamos parte del legado de la corriente histórica que estableció el principio de igualdad de todos frente a la ley; la libertad de los mexicanos de pensar, de escribir, de expresar y de crear, de reunirnos y asociarnos; la libertad de conciencia y de culto; que forjó al Estado mexicano como un estado laico, democrático y federal; que consagró a la educación pública y el libro de texto gratuito; que distribuyó más de la mitad del territorio nacional a través de la reforma agraria y reconoció patrimonio y espacio social a los campesinos; que reivindicó la propiedad de la nación sobre los hidrocarburos; que perfiló un sistema de economía mixta alentando la inversión privada con sentido social; que consagró el derecho de huelga; que instituyó la seguridad social; que impulsó la Reforma Política para alcanzar un régimen de competencia electoral abierta; que, en síntesis, estableció las instituciones del México moderno.
La responsabilidad que conlleva la formación priísta, con la vida institucional del país, acató la alternancia sin desgarrar al sistema político mexicano. Su aprecio por la vigencia del estado de derecho, se reflejó en el reconocimiento a la autoridad constituida por mandato del Tribunal Federal Electoral. Somos herederos del Partido Nacional Revolucionario que evitó el caos de la disputa entre los caudillos y encauzó la vida institucional del México del siglo XX. Y somos ahora, quienes estamos salvaguardando, con mayor responsabilidad que ningún otro, al Estado Constitucional, en el siglo XXI.
Por eso, somos una oposición responsable; quienes han sido factores fundamentales en la forja del México contemporáneo, no pueden dilapidar por un revés electoral lo que de Patria queda a los mexicanos.
Tenemos una dualidad que demanda, a un tiempo, sutileza y energía: somos la principal oposición ante el Gobierno Federal y somos gobierno en 18 entidades federativas y en casi 1,500 municipios: por ello, el PRI debe ejercer una oposición abierta al diálogo, inteligente y constructiva, contundente en la defensa de principios y valores, inflexible en el justo respaldo a sus correligionarios. Capaz de coincidir, cuando del desarrollo del país y las mayorías se trate.
Simultaneidad, en un discurso opositor, y de acompañamiento a quienes surgidos de nuestras filas gobiernan a la mayoría de nuestros compatriotas en el nivel municipal y estatal. Por eso nuestro discurso no puede ser reactivo, ni condescendiente con una cauda de intereses que aplauden la estridencia y la beligerancia, porque ambas, al final, descalifican a la política, o propician que los segmentos polarizantes predominen en el escenario.
El discurso de la dirigencia del PRI, corresponde a la estrategia de la conducción que, desde mi perspectiva, requiere el Partido en esta etapa. Su utilidad se mide por sus resultados: no se entretiene en el juego de las vanidades, pues más que un liderazgo unipersonal al viejo estilo, tengo la convicción de que es indispensable propiciar la articulación entre las diversas personalidades y corrientes en torno a los propósitos superiores del Partido y fomentar la cohesión interior; más que tirar línea, se respeta la pluralidad interna y se establecen los límites, con la energía requerida cuando, por ingenuidad o mala fe, lo que verdaderamente se pretende es dañar a la institución o socavar los principios que nos aglutinan. Ejerzo una Presidencia que coordina esfuerzos, que suma voluntades, que elude los escándalos y descarta el enfrentamiento entre correligionarios como método de autoafirmación. Al contestar el Primer Informe del Presidente Fox, expresé: “Al hombre público se le evalúa por su capacidad de hacer. Los propósitos lo significan. Los hechos lo califican”. Antes, ayer, hoy y mañana, esa es mi convicción. A ese juicio me atengo.
Los avances electorales nos alientan, pero fatuos y miopes seríamos al suponer que una racha de triunfos es suficiente para reubicarnos en el poder federal y en la confianza generalizada de la ciudadanía.
Por el contrario, en este aniversario del Partido, el de la recuperación del orgullo priísta, es conveniente parafrasear a Don Jesús Reyes Heroles, que dijo “Hoy y aquí debemos todos juntos iniciar una nueva etapa en la vida del Partido Revolucionario Institucional. Una nueva etapa que debe caracterizarse por el aprovechamiento íntegro del impulso adquirido en el pasado, para alcanzar nuevas metas y otear las exigencias del dinámico México de nuestros días.
Difícil por todos conceptos será esta nueva etapa, que por igual demanda sensibilidad, reflexión, estudio y acción ininterrumpida para conjugar el pensamiento que nos orienta con la realidad que debemos transformar, dentro de la legalidad y por la vía institucional. Contamos, sin embargo, con todo lo necesario para salir airosos en esta nueva etapa. Para aguijonearnos, hagamos como si ésta fuera nuestra última oportunidad para hacer todo lo que debemos hacer.”
Si en aquellos años, era necesario, “otear las exigencias del dinámico México de nuestros días,” a inicios del siglo XXI, después del vertiginoso cambio que ha experimentado la sociedad mexicana, y la sustitución del régimen de Partido hegemónico en el que el PRI fue preponderante, por un sistema de partidos mucho más competitivo, en el que somos la primera fuerza territorial, y fuimos la tercera fuerza en la elección presidencial, comprender las expectativas del México contemporáneo, es una obligación ineludible para un Partido que pretende constituirse en la primera fuerza política nacional, al inicio del siglo XXI.
Con esa decisión, de entremezclarnos con el México de hoy, de palpitar al ritmo que palpita el corazón de nuestro pueblo, convocaremos a la XX Asamblea Nacional y realizaremos una vasta consulta, una reflexión compartida, una puesta al día en la agenda social de los nuevos protagonistas del quehacer nacional, y de los mexicanos de siempre, aquellos que, por encima del devenir, se aferran a lo que ya pasó, a su visión nostálgica, porque, ultimadamente, perciben que en el ayer les fue mejor.
Pero el mañana es ineludible. Lo único que no se puede hacer con el tiempo, es detenerlo.
Nos aprestamos en los tiempos nuevos a reconstruir al PRI, a hacer el PRI del siglo XXI, que debe resolver, en lo interno, las estrategias que le permitan ser un Partido competitivo, se encuentre en la oposición o en el gobierno.
Disponer de finanzas sanas, producto de las prerrogativas públicas, las cuotas de sus militantes, y los donativos privados que permite la Ley, a efecto de garantizar su autonomía y suficiencia económica, ajena a cualquier interés que pretenda desnaturalizar al PRI. Un Partido moderno y democrático es aquel que puede financiar con recursos propios las estrategias necesarias para la eficaz competencia electoral y que maneja con transparencia y honradez todos sus ingresos.
Profesionalizar a nuestros cuadros y dirigentes, apostarle a la capacitación y formación política que refuerce el sentido ético y el compromiso social de nuestros dirigentes.
Ser un Partido incluyente, con capacidad autocrítica y para el debate, capaz de encabezar, por sí o a través de sus organizaciones, las causas populares y la agenda de las mayorías nacionales.
Seguiremos privilegiando los procesos democráticos para la elección de dirigentes. El desafío es que después de las competencias internas el Partido se fortalezca, y perdedores y ganadores coadyuven con estatura de miras a preservar la unidad interna.
Involucrar a los jóvenes en el PRI, respaldarlos en sus propias expresiones de participación, es primera prioridad para nuestro Partido.
No seré reiterativa con los criterios que, sobre la tipología del Partido, manifesté en mi discurso de toma de protesta, hace un año, exactamente, aunque reitero mi propósito de impulsarlos; es conveniente, en el marco de este gran evento de nuestro aniversario, subrayar algunos asuntos que estimo de la mayor importancia para el momento que atraviesa el país, y para el horizonte luminoso o nublado, de nuestra Patria.
Sobre el Estado Mexicano
Queremos un Estado democrático y que sepa ejercer la autoridad con pleno respeto a los derechos humanos. Eficaz en la ejecución de las políticas públicas, y capaz de dar certidumbre a la población y garantizar la vigencia de la Ley.
Consideramos una severa amenaza a la estabilidad del Estado, el crecimiento del crimen organizado y la pretensión del mismo de penetrar las esferas de lo público. Insistimos en la necesidad de valorar la creación de un cuerpo especializado encargado de combatir al narcotráfico, y liberar al Honorable Ejército Mexicano de esa misión, que lo expone y lo distrae.
Como Partido de origen revolucionario, saludamos con respeto y solidaridad a nuestras Fuerzas Armadas, institucionales y leales a los valores establecidos en la Carta Magna.
El PRI actuará con toda energía para evitar que el narco se infiltre, financiando campañas. Convoco a todos los partidos políticos a presentar una iniciativa que permita sustituir a candidatos postulados, por la evidencia de patrocinios oscuros. La recuperación de la tranquilidad de las familias y la erradicación de la inseguridad pública, está por encima de propósitos electorales. Es la primera función del Estado. Demandamos del gobierno de la República más eficacia y menos estridencia. Es una tarea en la que, si se actúa con firmeza y honradez, sin manipulaciones para afectar a los adversarios políticos, se podrían construir consensos.
Un Estado democrático es aquel que fomenta, con todos los medios a su alcance, la creación de ciudadanía. Me preocupa, pues la considero una involución en los avances que lograron diversas fuerzas políticas y organizaciones civiles en la democratización del sistema, la tendencia generalizada a clientelizar los programas públicos, y a establecer políticas clientelares que, abusando de la necesidad de los beneficiarios, intercambian apoyos institucionales por lealtades electorales. Si la democracia electoral mexicana se sigue convirtiendo en la subasta de quién da más para obtener votos, alcanzar la maduración democrática de una sociedad responsable, es ilusorio.
Las prácticas clientelares han lesionado especialmente a los programas de desarrollo social, es por ello que el Partido demanda una revisión integral de la Política Social del Gobierno de la República. Invitamos a un debate nacional.
Consideramos indispensable una Nueva Política Social que se aleje de lo asistencial y que tenga como propósito generar la capacidad autonómica de los sujetos, para que a través de una nueva inserción en su entorno económico, alcancen la autosuficiencia. Eso supone actuar no sólo en el terreno de los programas sociales, los que, si pretenden equidad, deben ser universales y no selectivos o focalizados, pues ya vimos que la focalización tiene escasa repercusión en reducir las causales de la pobreza. Supone actuar también en la generación y redistribución del ingreso.
Una nueva política social, integral, que descentralice a entidades federativas y municipios los programas de apoyo y asuma su envergadura en cuanto a las políticas clásicas de la estrategia social del Estado: me refiero a la política educativa y a la política de salud.
Los priístas nos pronunciamos por la elevación de la calidad educativa. Genuinos aliados de los maestros, que somos, de los verdaderos docentes con vocación pedagógica, formados en los ideales vasconcelistas, apóstoles de la alfabetización del país, hombres y mujeres con espíritu luminoso, sabemos que la principal satisfacción de un verdadero educador es descubrir que su esfuerzo libera la capacidad creadora del educando, desarrolla sus habilidades, lo prepara para existir en el mundo como una persona productiva y responsable.
No es conveniente soslayar por intereses coyunturales, o enmudecer, por temor a estigmatización política, ante la evidencia del deterioro de nuestro sistema educativo, en cuanto al proceso de enseñanza-aprendizaje se refiere. Es la hora de la responsabilidad con México, y, particularmente, con las nuevas generaciones. Es la hora de airear, ventilándolos en la democracia, los verdaderos problemas del país.
Presupuesto suficiente para el sector educativo; salarios remuneradores para los maestros que ejercen tan destacada función; apoyos pedagógicos para su mejor desempeño; escuelas bien equipadas; niños con buena nutrición para favorecer el aprendizaje, familias responsables, que propicien ambientes adecuados para estudiar; programas de estudio pertinentes, y apegados al espíritu del 3º Constitucional… ¡Todo! lo que sea necesario, pero si vamos a hablar en serio del destino nacional, tenemos que hablar de la calidad educativa.
De la manera más abierta y constructiva, a través del Consejo Técnico de Educación y Cultura de nuestro Consejo Político Nacional, invitaremos a profesores, partidos políticos, organizaciones magisteriales, padres de familia, educandos, legisladores, y a todos aquellos preocupados por tema de tan alta trascendencia para, juntos, llegar a planteamientos que favorezcan el proceso educativo, apoyen a sus protagonistas y repercutan en beneficio de la sociedad y del país.
La educación pública y la rectoría del Estado en materia educativa bajos los principios del artículo 3º Constitucional, son irrenunciables para nuestra fuerza política.
En el Sector Salud y de Seguridad Social, demandamos la revisión integral de la política del Seguro Popular, al mismo tiempo que exigimos se garantice el abasto de medicamentos y la creación de plazas acordes a la correcta operatividad de las clínicas y hospitales que respondan a las necesidades contemporáneas de los derecho habientes del ISSSTE y el IMSS con la calidad que se merecen.
Es criminal, por decir lo menos, que la infraestructura de salud del Instituto Mexicano del Seguro Social y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, establecida a través de lustros de esfuerzo, de inversión pública y aportación de los trabajadores, se deteriore y degrade, por incapacidad o por el dolo tendencioso para justificar su desmantelamiento. La seguridad social a través de instituciones del Estado es una conquista de los trabajadores, y su aportación a la atención de la población mayoritaria es sustancial. Estaremos atentos, con los mecanismos a nuestro alcance para incidir en su optimización y la recuperación de niveles de calidad.
Trabajo
Tuve el privilegio de acompañar el 1º de mayo anterior, a las centrales sindicales cercanas a nuestro Partido, al desfile emblemático de las luchas obreras. Desde muy joven opté por definirme al lado de los trabajadores, obreros y campesinos. De ahí que sea prioridad fundamental para mi compromiso al frente de nuestro Instituto Político, renovar y acrecentar las alianzas del Partido con los trabajadores. Sé, que ello supone la defensa de los derechos alcanzados y el propugnar por ensancharlos.
Derechos laborales e ingresos justos son el binomio indispensable para procurar el bienestar a la familia trabajadora y para incidir en la productividad. De allí que reafirme: en materia de legislación laboral, el PRI actuará en consulta y estrecha coordinación con las organizaciones obreras afines, y seremos eficaz correa de transmisión para que nuestros legisladores valoren sus posicionamientos. Diseñaremos, además, estrategias específicas para acompañar a las mujeres trabajadoras en sus justas reivindicaciones.
Es necesario reflexionar, y será uno de nuestros temas, sobre el mercado de trabajo informal y las diferentes modalidades que la presión económica obliga a tomar a los demandantes de empleo. El mundo del trabajo está en un complejo proceso de transición, y el Partido tiene que comprenderlo y fijar posiciones.
Ante la avalancha de requerimientos de nuestra población joven para encontrar empleo permanente e ingreso para vivir, exigimos al gobierno de la República decisiones de política económica que favorezcan inversión y desplieguen el desarrollo regional, con el propósito de generar 1 millón 300 mil empleos anuales, y preservar los existentes. Estamos también dispuestos al diálogo con el sector empresarial, y con los medianos y pequeños empresarios que inciden mayoritariamente en la creación de empleos. En el PRI del siglo XXI hay capacidad de diálogo con todos los sectores, no condenamos ni descalificamos a nadie a priori. Dialogar no es entregarse. Hablamos con todos, sobre la base de una definición contundente: el PRI del siglo XXI jamás le dará la espalda a la clase trabajadora.
El sector agropecuario
Los hombres y las mujeres del campo constituyen un sector de la economía especializada en la producción de bienes primarios, pero también generan para la nación otros bienes irremplazables, como lo son los fundamentos nacionales de la cultura, la solidaridad y la identidad. Cuando las crisis agobian al país entero, como ahora y como en los inicios del siglo XX, la fuerza colectiva de la cultura campesina se convierte de manera incontenible en motor de cambios y transformaciones trascendentes.
El ámbito rural es multifuncional e indispensable para la vida nacional: le proporciona los alimentos y materias primas para la industria agroalimentaria, pero también conserva la diversidad biológica, humana, cultural, del paisaje y preserva el patrimonio nacional gracias a la existencia del sector social de la economía, los ejidos y las comunidades.
Por eso respaldamos a la Confederación Nacional Campesina y a otras centrales afines a nuestro Partido, en sus justas demandas por modificar las reglas de operación de los programas para el campo autorizados en el presupuesto 2008, así como a sus demandas de revisar las condiciones de comercialización y el uso de subsidios a los productos básicos del campo en la competencia internacional.
Fieles a nuestros orígenes revolucionarios, estaremos con los legisladores cenecistas en su afán para encontrar espacios de realización económica y justicia social en un nuevo entorno del sector agropecuario, caracterizado por la migración masiva, y la ausencia de políticas públicas integrales para consolidar cadenas productivas y ganancias para campesinos y agricultores.
Concientes de la heterogeneidad del campo mexicano, cualquier definición partidaria estará soportada en una permanente comunicación con dirigentes campesinos, con gobernadores para percibir sus prioridades y óptica regional, y con legisladores del sector.
Energía
El Partido de la Revolución Mexicana, antecesor de nuestra organización política, acompañó al General Lázaro Cárdenas en la proeza de nacionalizar los recursos petroleros.
Que nadie se confunda.
La posición de la dirigencia del PRI, es clara y determinante: No, a la privatización de PEMEX.
Las definiciones del Partido a ese respecto están encuadradas, y tienen como límite, el contenido de nuestros documentos básicos.
Con esas salvaguardas, es necesaria una política integral en materia de energía, con visión de largo plazo, rectoría del Estado mexicano, y fortalecimiento de las empresas paraestatales del sector, que favorezca que los recursos energéticos del país sean palanca del desarrollo y soporte fundamental de la recuperación nacional; que incidan en el desarrollo regional, generen empleos; una política integral que explore nuevas fuentes que diversifiquen nuestra plataforma energética, y nos permita preservar reservas estratégicas de hidrocarburos.
El Partido considera preeminente la opinión de los trabajadores de la industria petrolera en las auscultaciones sobre esta materia.
La construcción de cualquier propuesta a nombre del PRI requerirá el consenso interno del conjunto partidario, en apoyo a nuestros legisladores, y recogerá la experiencia de los gobernadores priístas.
Aprecio la responsabilidad de senadores y diputados, integrantes de las comisiones de energía de la LX Legislatura, del titular de la Fundación Colosio, de ex legisladores, y de numerosos técnicos formados en la respetable ingeniería petrolera mexicana, por desarrollar proposiciones y estudios, y en el marco de una organización política democrática y plural, como es el PRI del siglo XXI, donde se vale coincidir o disentir, expresan con plena libertad su verdad, en el diálogo respetuoso que enriquece nuestra madurez cívica.
En todos hay un común denominador: cuidar del patrimonio de los mexicanos, fortalecer a PEMEX.
Federalismo
Herederos del continuo Revolución-PNR-PRM-PRI, nuestra tradición federalista y laica viene de más larga data. Los priístas nos reconocemos en el pensamiento liberal de la generación de la Reforma, del siglo XIX. Reivindicamos el pacto federal, y hemos encabezado, décadas atrás, la descentralización de la vida nacional y la vigencia de un auténtico federalismo. Los Gobernadores surgidos de nuestro Partido, en la CONAGO, han formulado un conjunto de propuestas apuntalando la estrategia de desarrollo regional, y, leales con los ciudadanos de sus entidades federativas, presentando políticas públicas que robustezcan el papel de los estados y las regiones.
Consideramos un grave error la reversión centralista que varias Secretarías de Estados están aplicando a los programas públicos de la Federación. Quiero suponer que es la inexperiencia, la ignorancia de la evolución de la administración pública, la bisoñería, y no una caricaturesca repetición de las controversias entre centralistas y liberales del siglo antepasado.
Si fuere así, como en ese entonces, serán derrotados, porque tenemos la razón histórica y, lo más relevante para el momento, porque tenemos la razón funcional.
Un país de 105 millones de habitantes, con esta diversidad extraordinaria, pluriétnico y pluricultural, con un mosaico asombroso de regiones, demanda, para desplegar plenamente su potencial, el que la toma de decisiones se asuma en estados y municipios, y así vaya embarneciendo la sociedad mexicana, en todos sus ámbitos y en todas las latitudes de nuestra geografía.
Nos sumamos al rechazo de las intentonas centralistas a través de las reglas de operación de los programas federales.
Llamamos la atención del gobierno federal, porque esas actitudes no corresponden al discurso clásico del PAN. Preocupa pensar, que después de la incapacidad para ejercer oportunamente los recursos, que evidenciaron el año pasado, ahora quieran centralizar aún más, con intenciones electoreras, y con circunstancias que paralizan a la administración pública.
Participamos en un Partido nacional que valora la división de poderes y los órdenes de gobierno que establece la Constitución General de la República. El pacto federal supone atribuciones a la Federación, a los Estados y a los Municipios. La sana convivencia institucional, supone entendimiento y colaboración, pero sobre todo, respeto.
Existe una agenda pendiente de ejecutar, en materia de federalismo, elaborada por nuestros correligionarios gobernadores. Estimados amigos: saben que cuentan con su Partido, en las reformas necesarias para consolidar el federalismo, cementando al mismo tiempo la unidad de este conglomerado pluriétnico y pluricultural que es la Nación Mexicana, allí, estará el PRI.
Compañeras y compañeros de Partido:
Les agradezco mucho la paciencia y atención con la que han escuchado esta larga intervención.
Referirse exclusivamente a algunos temas, siempre corre el riesgo de omisiones importantes y hacerlo en un acto multitudinario, implica la posibilidad de la distracción o el aburrimiento; los grandes mítines son más para arengas breves e incendiarias, que para abstracciones, siempre insuficientes.
Estimé, sin embargo, que en esta conmemoración del Partido, la del 2008, la de la exaltación del orgullo priísta, los políticos responsables no podíamos solamente echar las campanas al vuelo, sino, con el compromiso de Estado característico de la formación priísta, debía poner sobre la mesa algunas de las cuestiones que, pienso, son cruciales para el país.
Siempre he procurado que mis palabras digan algo. Algunas veces lo he logrado. Soy política. A la política he dedicado buena parte de mi vida conciente. En la política, las palabras son, además, el arco y la flecha del Centauro, el cincel del escultor, la tea del revolucionario, el bálsamo del médico. Los políticos requieren comunicarse para explicar, para proponer, para interpelar, para entenderse y entender, para convencer, para fustigar, para elevar y conmover. Pero, en el caso de la política y de los políticos, como en el caso de los poetas y literatos, las palabras tienen un atributo adicional: cobran vida propia, tienen y ejercen su propio encantamiento. En los políticos, las palabras se convierten en compromisos. Son línea de conducta. Reflejan propuestas que guían la acción, proyectos por los que hay que luchar.
Aquí dejo el bosquejo de algunas de las cosas en las que empeñaré mi lucha, y deseo convencer a mis correligionarios para que coincidamos en el esfuerzo. En la Asamblea Nacional, estoy segura, profundizaremos en estos y otros temas, entre tanto, cada quien estará en su sitio cubriendo su trinchera, desde el modesto presidente de comité municipal, hasta el encumbrado funcionario público de origen priísta, todos, formando parte de ese enorme e intemporal ejército, convocados por Plutarco, por Lázaro, por Luis Donaldo, todos, hermanados por un sentimiento: el amor a México.
Creo, con Jaime Sabines:
“entreteneos aquí con la esperanza. El júbilo del día que vendrá os germina en los ojos como una luz reciente. Pero ese día que vendrá no ha de venir: es éste.”
México, D.F. 4 de marzo de 2008 Beatriz Paredes