/ lunes 15 de octubre de 2018

Sufrimos severa y dolorosa derrota en el PRI, admite Sauri Rancho

La exdirigenta nacional propone hacer un ejercicio de autocrítica para entender los errores y asumir los procesos que llevaron a esta situación al partido tricolor

No hay destino ineludible que condene al PRI a irse al basurero de la historia como quisieran nuestros adversarios desde hace una buena cantidad de años, afirma contundente la expresidenta del CEN del PRI, Dulce María Sauri Riancho.

“Cuando perdimos en el 2000, en última instancia fue ante nuestro enemigo histórico en el sentido ideológico, en el sentido político, que era Acción Nacional. No tuvimos ningún problema de identidad. Ahora, en el 2018, fue perder frente al espejo retrovisor”, sentencia.

Las circunstancias de las derrotas político- electorales del 2000 y la del 2018, son diferentes. Lo que tienen en común es la derrota en la elección presidencial; “pero tienen enormes diferencias”, precisa.

“En el 2000, fue un resultado electoral que nadie, aún los que ganaron, lo imaginaron. Fue una sorpresa”, considera.

En el 2018, la posibilidad de la derrota del PRI estuvo presente desde antes de iniciar las campañas electorales. Esa es una diferencia importante.

La segunda diferencia, agrega, tiene que ver con que en aquel entonces, sólo seis estados tuvieron elecciones concurrentes. En esta ocasión fueron 30 entidades. Sólo dos: Nayarit y Baja California no tuvieron elecciones locales. Hubo elecciones de gobernadores en nueve estados y en el resto de presidentes municipales y diputados locales. Fue una elección enorme.

“La derrota en la elección presidencial en este año, afectó hasta el último municipio”, dijo.

Y la tercera diferencia fue que en el 2000 la estructura territorial de los gobiernos priistas era la dominante. “Ahora entramos a la elección del 1 de julio sólo gobernando en 14 de las 32 entidades y salimos gobernando 12”.

“Es decir, por vez primera en toda la historia política moderna, es decir post revolucionaria, el PRI va a gobernar menos de la mitad de las entidades. Es un golpe muy severo, que la hace diferente”.

Y explica que en el 2000 el PRI perdió la elección presidencial, pero ganó la mayoría relativa de diputados y senadores. “Sólo de senadores recordemos que el PRI fue solo, no tuvo aliados y fuimos 60. Ni siquiera los 56 de Morena en el 2018 nos llegan a la cifra que tuvimos en el 2000”, destaca.

“Ser partido con mayoría relativa en el Poder Legislativo frente al Ejecutivo de otro partido, nos dio una dinámica diferente”, dice.

Por eso salió adelante el PRI como partido de esos percances electorales del 2000 y 2006.

Ahora —prosigue en entrevista—, “somos minoría, el tercer grupo parlamentario en Cámara de Diputados y tercero en el Senado y en número no llegamos al 10%. Somos 47 en San Lázaro y en el Senado la cifra anda un poco superior al 10%, pero no por mucho”, reconoce.

¿Reforma profunda o refundación?

El PRI lleva tres transformaciones. Cuando me dicen refundación me suena a transformación. Primero hay que ver qué quieres hacer, a dónde quieres ir y luego le pones calificativo y lo asumes a la profundidad que sea necesario para lograr tus objetivos y propósitos.

Tampoco vamos a refundar. ¡Claro, lo más sencillo y menos importante sería cambiarle el nombre y los colores! Eso sería lo menos importante.

¿Qué recomendaría?

Tenemos que hacer verdaderamente un ejercicio autocrítico, no para asignar culpas, que no lleva a nada, sino para entender y sobre todo asumir los procesos que nos llevaron a esta condición y los errores severos que cometimos.

Si no los enfrentamos con la situación real, difícilmente vamos a construir hacia adelante.

¿Este ejercicio de reflexión que hacen a través del Comité de Diagnóstico, qué resultados ha dado?

Considero que es un ejercicio útil, porque tiene una vertiente muy importante que es la expresión de quien es priista y quiere contribuir a que el partido salga delante de este trance.

Ahora, le va a corresponder a los órganos del partido, particularmente a la Asamblea –que tendrá que reunirse en algún momento del año próximo-, a traducir ese diagnóstico en acciones para que el PRI supere este trance.

¿Esta derrota es la más dolorosa que ha tenido el PRI como partido en sus casi 90 años de vida?

La derrota del 2000, la del 2006 fueron momentos dolorosos en su momento y su circunstancia. La del 2018, digamos es el descalabro más reciente.

Y lo importante finalmente es saber si el PRI logra construir su nuevo espacio político en la sociedad mexicana actual, porque indudablemente, el espacio político que ocupamos ya no existe.

Entonces, hay que construir nuestro propio espacio porque Morena está ocupando ese espacio que fue del PRI; pero no de lo que queremos ser. Esa es la gran diferencia.

Sostiene: “Para mí, el reto más grande que tiene el PRI es ese: imaginar primero y luego construir su espacio en la vida política de México”.

No hay destino ineludible que condene al PRI a irse al basurero de la historia como quisieran nuestros adversarios desde hace una buena cantidad de años, afirma contundente la expresidenta del CEN del PRI, Dulce María Sauri Riancho.

“Cuando perdimos en el 2000, en última instancia fue ante nuestro enemigo histórico en el sentido ideológico, en el sentido político, que era Acción Nacional. No tuvimos ningún problema de identidad. Ahora, en el 2018, fue perder frente al espejo retrovisor”, sentencia.

Las circunstancias de las derrotas político- electorales del 2000 y la del 2018, son diferentes. Lo que tienen en común es la derrota en la elección presidencial; “pero tienen enormes diferencias”, precisa.

“En el 2000, fue un resultado electoral que nadie, aún los que ganaron, lo imaginaron. Fue una sorpresa”, considera.

En el 2018, la posibilidad de la derrota del PRI estuvo presente desde antes de iniciar las campañas electorales. Esa es una diferencia importante.

La segunda diferencia, agrega, tiene que ver con que en aquel entonces, sólo seis estados tuvieron elecciones concurrentes. En esta ocasión fueron 30 entidades. Sólo dos: Nayarit y Baja California no tuvieron elecciones locales. Hubo elecciones de gobernadores en nueve estados y en el resto de presidentes municipales y diputados locales. Fue una elección enorme.

“La derrota en la elección presidencial en este año, afectó hasta el último municipio”, dijo.

Y la tercera diferencia fue que en el 2000 la estructura territorial de los gobiernos priistas era la dominante. “Ahora entramos a la elección del 1 de julio sólo gobernando en 14 de las 32 entidades y salimos gobernando 12”.

“Es decir, por vez primera en toda la historia política moderna, es decir post revolucionaria, el PRI va a gobernar menos de la mitad de las entidades. Es un golpe muy severo, que la hace diferente”.

Y explica que en el 2000 el PRI perdió la elección presidencial, pero ganó la mayoría relativa de diputados y senadores. “Sólo de senadores recordemos que el PRI fue solo, no tuvo aliados y fuimos 60. Ni siquiera los 56 de Morena en el 2018 nos llegan a la cifra que tuvimos en el 2000”, destaca.

“Ser partido con mayoría relativa en el Poder Legislativo frente al Ejecutivo de otro partido, nos dio una dinámica diferente”, dice.

Por eso salió adelante el PRI como partido de esos percances electorales del 2000 y 2006.

Ahora —prosigue en entrevista—, “somos minoría, el tercer grupo parlamentario en Cámara de Diputados y tercero en el Senado y en número no llegamos al 10%. Somos 47 en San Lázaro y en el Senado la cifra anda un poco superior al 10%, pero no por mucho”, reconoce.

¿Reforma profunda o refundación?

El PRI lleva tres transformaciones. Cuando me dicen refundación me suena a transformación. Primero hay que ver qué quieres hacer, a dónde quieres ir y luego le pones calificativo y lo asumes a la profundidad que sea necesario para lograr tus objetivos y propósitos.

Tampoco vamos a refundar. ¡Claro, lo más sencillo y menos importante sería cambiarle el nombre y los colores! Eso sería lo menos importante.

¿Qué recomendaría?

Tenemos que hacer verdaderamente un ejercicio autocrítico, no para asignar culpas, que no lleva a nada, sino para entender y sobre todo asumir los procesos que nos llevaron a esta condición y los errores severos que cometimos.

Si no los enfrentamos con la situación real, difícilmente vamos a construir hacia adelante.

¿Este ejercicio de reflexión que hacen a través del Comité de Diagnóstico, qué resultados ha dado?

Considero que es un ejercicio útil, porque tiene una vertiente muy importante que es la expresión de quien es priista y quiere contribuir a que el partido salga delante de este trance.

Ahora, le va a corresponder a los órganos del partido, particularmente a la Asamblea –que tendrá que reunirse en algún momento del año próximo-, a traducir ese diagnóstico en acciones para que el PRI supere este trance.

¿Esta derrota es la más dolorosa que ha tenido el PRI como partido en sus casi 90 años de vida?

La derrota del 2000, la del 2006 fueron momentos dolorosos en su momento y su circunstancia. La del 2018, digamos es el descalabro más reciente.

Y lo importante finalmente es saber si el PRI logra construir su nuevo espacio político en la sociedad mexicana actual, porque indudablemente, el espacio político que ocupamos ya no existe.

Entonces, hay que construir nuestro propio espacio porque Morena está ocupando ese espacio que fue del PRI; pero no de lo que queremos ser. Esa es la gran diferencia.

Sostiene: “Para mí, el reto más grande que tiene el PRI es ese: imaginar primero y luego construir su espacio en la vida política de México”.

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