Santiago Varela, habitante de Lo de Juárez, en Guanajuato, tenía un puesto de fruta picada y aguas frescas afuera de su casa, pero dejó de vender porque cuando cerraron el ducto Salamanca- León en diciembre pasado, “la gente de las camionetonas” dejó de ir a comprar.
“Venían muchos en camionetas, camiones y se llevaban a los muchachos a trabajar con ellos. Les daban 500 pesos diarios por llenar los barriles de gasolina, los de las camionetonas ellos eran lo que abrían... Venían casi cada tercer día y empecé a vender, pero desde diciembre ya no vinieron”.
En varios poblados de Guanajuato, Puebla, Hidalgo y Estado de México, cuyas localidades se han dedicado de lleno al robo de gasolina para subsistir y han diversificado sus actividades secundarias al rededor de este ilícito, han visto su economía caer y estancarse desde que el gobierno federal comenzó a cerrar los ductos de Pemex para evitar el robo de combustible. Durante el auge de este delito, señalan los pobladores que se podían ver llegar a los negocios camionetas, casi siempre de último modelo, llenas de sujetos que compraban comida, botanas o utensilios, los cuales dejaban en el peor de los casos hasta 500 pesos por persona en cada consumo.
Sin embargo, la lucha antihuachicol alejó a los delincuentes y su dinero de los poblados poniendo un freno a la actividad comercial de los pequeños y medianos negocios.
Aunado a esto, hay miles de hectáreas de tierras de cultivo contaminadas por los derrames de hidrocarburo, por lo cual muchos productores que dejaron sus parcelas para dedicarse al trasiego de éste, ya no pueden dedicarse a sembrar, debido a que su tierra quedó muy contaminada o estéril.
Para ponerlo en contexto, un campesino gana por una jornada de sol a sol entre 150 y 200 pesos. El robo de combustible les dejaba ganancias de hasta cinco mil pesos diarios, ya sea como halcones o como recolectores de gasolina.
SE LLEVABAN LAS GANANCIAS
En los pueblos huachicoleros del estado de Hidalgo no hay ostentación económica, porque no son vecinos de esos lugares los capos, el dinero se lo llevan a otras partes, y es menor lo que le pagan a la gente que les colabora como halcones o en la ordeña.
Aseveran lo anterior, los alcaldes de Tulancingo y Tezontepec de Aldama, Fernando Pérez Rodríguez y Pedro Porras Pérez, el primero en mención también presidente de la Federación Nacional de Municipios de México (FENAM).
“En Tulancingo no tenemos claro que alguien se haya enriquecido por el robo y la venta de combustible. Somos zona de paso, no hay ductos, sin embargo en los alrededores de la ciudad han montado bodegas de combustible, que son abastecidas por camionetas, las cuales se han detenido”, comenta Fernando Pérez.
COTOS DE PODER
El presidente de la FENAM manifiesta que proceden de otras entidades las personas que al sustraer el combustible, cuando llega la autoridad la enfrentan a balazos, pues habían hecho cotos de poder, se habían adueñado de esa forma de ciertas zonas donde pasan los ductos.
Por su parte, Pedro Porras Pérez, presidente de Tezontepec de Aldama, principal bastión del huachicol de Hidalgo, afirmó que en su pueblo no se observa la ostentación de ese negocio, ni otros resultados deriviados del mismo, porque muchos de los que se supone que se dedican al trasiego del hidrocarburo, no son originarios. Negó que haya crecido el volumen de los comercios, obras suntuosas, edificios o mansiones con carros lujosos.