/ lunes 22 de junio de 2020

El pensamiento mágico y la improvisación dominan la toma de decisiones: Rivas

2019 puede ser recordado como el gran año de los desabastos, desde la falta de personal médico, hasta la de insumos o medicamentos, el sector salud vivió una crisis generalizada que no habíamos visto con anterioridad.

Con el inicio de la pandemia la incapacidad de este gobierno por construir políticas públicas efectivas quedó exhibida: ante una crisis mundial de salud, López y sus funcionarios recomendaron estampitas religiosas, abrazarse, omitir cubre bocas, seguir saliendo. Ante las denuncias internacionales de subregistros y mentiras acerca del número de contagios y fallecidos por parte del gobierno mexicano, el presidente y el subsecretario de salud respondieron culpando a complots internacionales en contra de nuestro país.

Con estos antecedentes, no sorprende que López proponga un decálogo para salir de la crisis similar al que la tía religiosa de cualquiera de nosotros hubiese propuesto: optimismo, espiritualidad, comer frutas y verduras.

Sí ¡para el presidente López las muertes por contagio de Covid-19 y la crisis económica nacional y de millones de familias se resuelve con buenos pensamientos y espiritualidad!

Por ello no debe sorprender que este gobierno piense resolver la violencia acusando a los delincuentes con sus familias; generando una institución policial nueva sin dotarla de los recursos básicos; poniendo en marcha programas electoreros de transferencias económicas a jóvenes, sin métricas de evaluación o focalización según mapas de riesgo o combatiendo sólo en el papel la corrupción sin que existan planes de acción o un sólo resultado.

Definitivamente el gobierno de López no sabe construir estrategias de combate a la violencia, de activación de la economía o de salud pública; tampoco sabe cómo se elabora una política pública que respalde una posible estrategia.

En un contexto ideal, la tarea del tomador de decisiones en materia de política pública está en saber priorizar entre las tantas necesidades de una sociedad, lo hace con base en qué genera mayores beneficios para la población y con base en cuáles acciones son posibles según el marco normativo, la cantidad de recursos económicos disponibles y el marco internacional.

Una vez establecido qué necesita una sociedad para prosperar y qué se necesita para lograrlo, define el armado de acciones y evalúa sus resultados según indicadores objetivos de desempeño y de resultados. De esta manera se puede entender el alcance de una política y aprender de ella para casos similares.

En abierta oposición tenemos lo que estamos viendo y viviendo, el pensamiento mágico y la improvisación dominan la toma de decisiones de un gobierno que, a 19 meses del inicio de su administración, ha logrado empeorar sustancialmente la imagen de nuestro país en el extranjero, así como la vida y el futuro de los mexicanos.

El presidente López se propone a sí mismo como un conocedor de la historia nacional, lamentablemente no parece. Si en realidad lo fuese, recordaría que cuando Peña lanzó su propio decálogo, como respuesta a la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala, marcó el fin de su administración, a pesar de que dicho decálogo era más cercano a una propuesta de políticas públicas, respecto al decálogo espiritual que ahora nos propone López.


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2019 puede ser recordado como el gran año de los desabastos, desde la falta de personal médico, hasta la de insumos o medicamentos, el sector salud vivió una crisis generalizada que no habíamos visto con anterioridad.

Con el inicio de la pandemia la incapacidad de este gobierno por construir políticas públicas efectivas quedó exhibida: ante una crisis mundial de salud, López y sus funcionarios recomendaron estampitas religiosas, abrazarse, omitir cubre bocas, seguir saliendo. Ante las denuncias internacionales de subregistros y mentiras acerca del número de contagios y fallecidos por parte del gobierno mexicano, el presidente y el subsecretario de salud respondieron culpando a complots internacionales en contra de nuestro país.

Con estos antecedentes, no sorprende que López proponga un decálogo para salir de la crisis similar al que la tía religiosa de cualquiera de nosotros hubiese propuesto: optimismo, espiritualidad, comer frutas y verduras.

Sí ¡para el presidente López las muertes por contagio de Covid-19 y la crisis económica nacional y de millones de familias se resuelve con buenos pensamientos y espiritualidad!

Por ello no debe sorprender que este gobierno piense resolver la violencia acusando a los delincuentes con sus familias; generando una institución policial nueva sin dotarla de los recursos básicos; poniendo en marcha programas electoreros de transferencias económicas a jóvenes, sin métricas de evaluación o focalización según mapas de riesgo o combatiendo sólo en el papel la corrupción sin que existan planes de acción o un sólo resultado.

Definitivamente el gobierno de López no sabe construir estrategias de combate a la violencia, de activación de la economía o de salud pública; tampoco sabe cómo se elabora una política pública que respalde una posible estrategia.

En un contexto ideal, la tarea del tomador de decisiones en materia de política pública está en saber priorizar entre las tantas necesidades de una sociedad, lo hace con base en qué genera mayores beneficios para la población y con base en cuáles acciones son posibles según el marco normativo, la cantidad de recursos económicos disponibles y el marco internacional.

Una vez establecido qué necesita una sociedad para prosperar y qué se necesita para lograrlo, define el armado de acciones y evalúa sus resultados según indicadores objetivos de desempeño y de resultados. De esta manera se puede entender el alcance de una política y aprender de ella para casos similares.

En abierta oposición tenemos lo que estamos viendo y viviendo, el pensamiento mágico y la improvisación dominan la toma de decisiones de un gobierno que, a 19 meses del inicio de su administración, ha logrado empeorar sustancialmente la imagen de nuestro país en el extranjero, así como la vida y el futuro de los mexicanos.

El presidente López se propone a sí mismo como un conocedor de la historia nacional, lamentablemente no parece. Si en realidad lo fuese, recordaría que cuando Peña lanzó su propio decálogo, como respuesta a la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala, marcó el fin de su administración, a pesar de que dicho decálogo era más cercano a una propuesta de políticas públicas, respecto al decálogo espiritual que ahora nos propone López.


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