/ domingo 29 de agosto de 2021

Ella es La Comandanta: entró a la Policía para buscar a su hermano

La delincuencia organizada se lo llevó hace siete años, por eso decidió dejar un buen trabajo de oficina y sumarse a las fuerzas del orden

"Mi objetivo en la policía es ser de los buenos, que no me vean como del montón, de los corruptos, de los que se llevan a tus hijos adolescentes, que levantan y extorsionan. Quiero ser una policía diferente y que vean que las mujeres también podemos”, dice resuelta La Comandanta, una mujer policía estatal que busca a su hermano desaparecido hace siete años.

Ella acompaña a los colectivos de madres buscadoras en las pesquisas que realizan en las fosas clandestinas y campos de exterminio del narco que hay en el estado. Su último recorrido fue en el predio La Bartolina, en Matamoros, donde resguardó las tareas de un grupo de madres que pidió tregua al cártel para buscar indicios de sus familiares que llevan más de una década desaparecidos.

Ella no es ajena a ese dolor. Pasó de desempeñarse como licenciada en Administración de Empresas, de estar en una oficina con aire acondicionado, ser jefa y salir del trabajo en la tarde, a formar parte de la Policía Estatal Acreditable (PEA), donde desde hace dos años cumple con turnos que llegan a superar las 24 horas. Ahora come y “medio descansa” a bordo de una patrulla que ya ve como su segundo hogar.

La Comandanta, como la conocen, narra su historia desde la firmeza de su carácter y la sinceridad de su voz, ruda sí, pero que a ratos se entrecorta cuando recuerda. Bajo los rayos del sol y temperaturas que superan los 33 grados centígrados no se inmuta ni se queja a pesar de llevar un pesado uniforme oscuro de manga larga. Sus uñas brillan con tonalidades rosas y porta un anillo que revela que en casa alguien la espera.

“La delincuencia organizada se llevó a mi hermano de 17 años y mi madre no para de llorar desde ese día. Desde hace siete años todos los días llora y todos los días lo recuerda. Yo sentí la necesidad de hacer algo y en una oficina no lo iba a hacer.

Ahora estoy arriba de una unidad con compañeros que me brindan seguridad”.

Platica que la última vez que su hermano fue visto con vida estaba cerca de la carretera a Valle Hermoso, un municipio ubicado en la frontera con Estados Unidos, vecino de Matamoros y Río Bravo.

“Ahora mi objetivo es contribuir un poco, porque también vivo con el miedo constante de que un día mi hijo salga a la secundaria y no vuelva, que mi hija salga y, como es una señorita, le hagan algo”.

La Comandanta buscó a su hermano con foto en mano, aunque hasta el momento desconoce dónde están sus restos. “Las respuestas que encontré fueron devastadoras, no puedo mencionar tal cual lo que hicieron con él porque lloraría, pero no le dije a mi mamá, sólo le comenté que estaba desaparecido, que siguiera orando por él (...) Me fui con la foto en la mano preguntando hasta que me aplacaron porque era civil”.

Ahora, ella se encarga de resguardar a quienes hacen labores de recuperación de restos óseos y elementos balísticos en La Bartolina; sin embargo, no es la primera vez que auxilia en estas búsquedas.


“Es la segunda ocasión que me toca que me manden a un campo de exterminio, el primero fue en San Fernando, en una brecha (...), yo misma me ofrecí como voluntaria para estar excavando (...).

Cuando encontré el primer resto acompañado de un diente y lo tuve en mi mano, pregunté que qué era y la persona que me acompañaba dijo ‘es un dientito, es un hallazgo muy importante para las mamás que están aquí’. Se me salieron las lágrimas, incliné mi rostro para que no me vieran (...) me fui a las orillas del campo y me puse a llorar. Me vino a la mente que pudiera ser mi hermano, eso le iba a dar paz a una persona, esa paz que como familia nosotros ya no tenemos”.

El reconocimiento que más satisfacción le da es el de sus hijos, sabe que se sienten orgullosos de ella y asegura que continuará haciendo honor al uniforme y a sus principios hasta que Dios se lo permita.

“Tengo cuatro hijos, tengo familia, tengo esposo y de esa parte a veces no se dan cuenta los civiles, solamente juzgan y no todos somos iguales. Hay policías buenos y hay policías malos, así como hay doctores que son excelentes en su trabajo y hay otros que de plano son mediocres, no hay que generalizar porque detrás de este uniforme hay una vida y es muy difícil de llevar”.

Desde hace dos años, La Comandanta forma parte de la PEA y aunque es ejemplo de lo que cambia tras una desaparición forzada, también demuestra lo que una mujer valiente por amor es capaz. “Soy muy aferrada, muy perseverante y seguiré aquí hasta que sepa que ya contribuí, si Dios me permite bajarme de la unidad completa, así será”.

EL CAMPO DE EXTERMINIO MÁS GRANDE DE MÉXICO

La Bartolina es un ejido localizado en el municipio de Matamoros, Tamaulipas, a escasos 12 kilómetros de la frontera con Brownsville, Texas. En vehículo se localiza a media hora del centro de esta ciudad colindante con Estados Unidos.

En medio de esta área semipoblada, los familiares de desaparecidos, principalmente mujeres, esperan noticias, algún indicio que les dé un poco de paz.

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Son madres que se exponen tanto a la inseguridad como a un golpe de calor.

Muchas de ellas van acompañadas por los colectivos, otras más en medio de la falta de información por parte de las autoridades escucharon rumores sobre las excavaciones y decidieron aventurarse por su cuenta.

En este lugar, de acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), se han encontrado más de 500 kilogramos de restos óseos humanos, en su mayoría calcinados, lo que representa el mayor hallazgo de este tipo en un solo predio y que le valió el calificativo del campo de exterminio más grande de México.


Te recomendamos el podcast ⬇️

Puedes escucharlo en: Acast, Spotify, Apple Podcasts, Google Podcasts, Deezer y Amazon Music

"Mi objetivo en la policía es ser de los buenos, que no me vean como del montón, de los corruptos, de los que se llevan a tus hijos adolescentes, que levantan y extorsionan. Quiero ser una policía diferente y que vean que las mujeres también podemos”, dice resuelta La Comandanta, una mujer policía estatal que busca a su hermano desaparecido hace siete años.

Ella acompaña a los colectivos de madres buscadoras en las pesquisas que realizan en las fosas clandestinas y campos de exterminio del narco que hay en el estado. Su último recorrido fue en el predio La Bartolina, en Matamoros, donde resguardó las tareas de un grupo de madres que pidió tregua al cártel para buscar indicios de sus familiares que llevan más de una década desaparecidos.

Ella no es ajena a ese dolor. Pasó de desempeñarse como licenciada en Administración de Empresas, de estar en una oficina con aire acondicionado, ser jefa y salir del trabajo en la tarde, a formar parte de la Policía Estatal Acreditable (PEA), donde desde hace dos años cumple con turnos que llegan a superar las 24 horas. Ahora come y “medio descansa” a bordo de una patrulla que ya ve como su segundo hogar.

La Comandanta, como la conocen, narra su historia desde la firmeza de su carácter y la sinceridad de su voz, ruda sí, pero que a ratos se entrecorta cuando recuerda. Bajo los rayos del sol y temperaturas que superan los 33 grados centígrados no se inmuta ni se queja a pesar de llevar un pesado uniforme oscuro de manga larga. Sus uñas brillan con tonalidades rosas y porta un anillo que revela que en casa alguien la espera.

“La delincuencia organizada se llevó a mi hermano de 17 años y mi madre no para de llorar desde ese día. Desde hace siete años todos los días llora y todos los días lo recuerda. Yo sentí la necesidad de hacer algo y en una oficina no lo iba a hacer.

Ahora estoy arriba de una unidad con compañeros que me brindan seguridad”.

Platica que la última vez que su hermano fue visto con vida estaba cerca de la carretera a Valle Hermoso, un municipio ubicado en la frontera con Estados Unidos, vecino de Matamoros y Río Bravo.

“Ahora mi objetivo es contribuir un poco, porque también vivo con el miedo constante de que un día mi hijo salga a la secundaria y no vuelva, que mi hija salga y, como es una señorita, le hagan algo”.

La Comandanta buscó a su hermano con foto en mano, aunque hasta el momento desconoce dónde están sus restos. “Las respuestas que encontré fueron devastadoras, no puedo mencionar tal cual lo que hicieron con él porque lloraría, pero no le dije a mi mamá, sólo le comenté que estaba desaparecido, que siguiera orando por él (...) Me fui con la foto en la mano preguntando hasta que me aplacaron porque era civil”.

Ahora, ella se encarga de resguardar a quienes hacen labores de recuperación de restos óseos y elementos balísticos en La Bartolina; sin embargo, no es la primera vez que auxilia en estas búsquedas.


“Es la segunda ocasión que me toca que me manden a un campo de exterminio, el primero fue en San Fernando, en una brecha (...), yo misma me ofrecí como voluntaria para estar excavando (...).

Cuando encontré el primer resto acompañado de un diente y lo tuve en mi mano, pregunté que qué era y la persona que me acompañaba dijo ‘es un dientito, es un hallazgo muy importante para las mamás que están aquí’. Se me salieron las lágrimas, incliné mi rostro para que no me vieran (...) me fui a las orillas del campo y me puse a llorar. Me vino a la mente que pudiera ser mi hermano, eso le iba a dar paz a una persona, esa paz que como familia nosotros ya no tenemos”.

El reconocimiento que más satisfacción le da es el de sus hijos, sabe que se sienten orgullosos de ella y asegura que continuará haciendo honor al uniforme y a sus principios hasta que Dios se lo permita.

“Tengo cuatro hijos, tengo familia, tengo esposo y de esa parte a veces no se dan cuenta los civiles, solamente juzgan y no todos somos iguales. Hay policías buenos y hay policías malos, así como hay doctores que son excelentes en su trabajo y hay otros que de plano son mediocres, no hay que generalizar porque detrás de este uniforme hay una vida y es muy difícil de llevar”.

Desde hace dos años, La Comandanta forma parte de la PEA y aunque es ejemplo de lo que cambia tras una desaparición forzada, también demuestra lo que una mujer valiente por amor es capaz. “Soy muy aferrada, muy perseverante y seguiré aquí hasta que sepa que ya contribuí, si Dios me permite bajarme de la unidad completa, así será”.

EL CAMPO DE EXTERMINIO MÁS GRANDE DE MÉXICO

La Bartolina es un ejido localizado en el municipio de Matamoros, Tamaulipas, a escasos 12 kilómetros de la frontera con Brownsville, Texas. En vehículo se localiza a media hora del centro de esta ciudad colindante con Estados Unidos.

En medio de esta área semipoblada, los familiares de desaparecidos, principalmente mujeres, esperan noticias, algún indicio que les dé un poco de paz.

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Son madres que se exponen tanto a la inseguridad como a un golpe de calor.

Muchas de ellas van acompañadas por los colectivos, otras más en medio de la falta de información por parte de las autoridades escucharon rumores sobre las excavaciones y decidieron aventurarse por su cuenta.

En este lugar, de acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), se han encontrado más de 500 kilogramos de restos óseos humanos, en su mayoría calcinados, lo que representa el mayor hallazgo de este tipo en un solo predio y que le valió el calificativo del campo de exterminio más grande de México.


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