/ martes 19 de enero de 2021

Intensamente | Témoris Grecko: "No se mata la verdad", un homenaje a quienes alzan la voz

El documento editado por Harper Collins México aporta nuevos elementos sobre los excesos de altos mandos del gobierno, empresarios y delincuentes

En México, según datos de la organización Artículo 19, se han asesinado a por lo menos 135 periodistas desde el año 2000, lo que convierte a este país en uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo.

El periodista e investigador Témoris Grecko cuenta que fue en 2014 cuando, después de cubrir durante muchos años diversos conflictos armados en diferentes países, regresó a este país, en donde le comenzó a darle seguimiento a la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, así como a la violencia contra diversos periodistas.

Fue así como comenzó a trabajar en diferentes trabajos periodísticos, entre los que se encuentran los documentales Mirar Morir. El ejército en la noche de Iguala; Afromexicanos. La discriminación invisible y San Miguel Eloxochitlán.

Recientemente, Grecko publicó un libro titulado No se mata la verdad, en el que se adentra en los casos de periodistas como Moisés Sánchez, Rubén Espinosa, Miroslava Brech y Javier Valdéz, a quienes les arrebataron la vida mientras denunciaban los abusos de la gente en el poder.

Concebido como un homenaje a quienes alzan la voz, el documento editado por Harper Collins México aporta nuevos elementos sobre los excesos de altos mandos del gobierno, empresarios y delincuentes, así como su modus operandi cuando se trata de callar a las voces críticas.

¿Cómo es para ti cubrir la violencia que se vive en México, ya con la experiencia de cubrir conflictos armados en diversos países?

Todos los conflictos armados tienen distintos niveles. Existen definiciones en la legislación internacional sobre qué es una guerra, qué es una guerra civil o un genocidio. Por ejemplo, ahora hay quienes están acusando a Hugo López Gatell de genocidio, y por supuesto no tienen ni idea de lo que es un genocidio. Pero el nivel de intensidad de una guerra es muy distinto a lo que vivimos en México, donde tenemos un conflicto que es básicamente criminal, pero no ves que en tu ciudad, afuera de tu casa pase un tanque o varios disparando contra departamentos, o que de la nada caigan misiles Scud, que son los misiles enormes que evaporan una cuadra completa. Por ejemplo, en Alepo todas las noches escuchabas los disparos y los truenos de un lado de la ciudad al otro… Claro que la gente que ha vivido momentos durísimos en Reynosa, en Nuevo Laredo o Culiacán, te dirán que eso es una guerra, pero finalmente son eventos puntuales que les permiten seguir con sus vidas. Y sin embargo, aunque las condiciones son muy distintas, el número de asesinatos de periodistas es el mismo en México y en Siria”.

Temoris Grecko / Foto: Cortesía

De hecho, has mencionado que México es el lugar más peligroso para hacer periodismo.

Para muchos lo sencillo es echarle la culpa a la violencia, y decir que está por todos lados, pero cuando ves que tenemos el mismo número de muertes en un estado que tiene instituciones que están en pie y funcionando, con gobiernos y con discursos en favor de la libertad de expresión, dices: ¿Cuál es el problema? ¿Por qué matan al mismo número? Y es porque los activistas, defensores de derechos humanos y los periodistas somos quienes estamos poniéndonos todo lo que se hace en un país, bajo una fachada democrática. Se dicen que los peores enemigos de los periodistas son los narcotraficantes, y aunque sí son sus enemigos, no son los que matan más periodistas; muchos de los periodistas son asesinados más bien por políticos, empresarios y gente que da la cara en medios de comunicación; gente que no quiere que esos periodistas los expongan como gente que está teniendo actividades criminales”.

En No se mata la verdad das cuenta de todas las partes de México en las que han asesinado a comunicadores. ¿Ya no hay regiones que se salven?

Sí, bueno… Hace unos meses un periodista yucateco nos decía que él se sentía mal con los periodistas del resto del país, ¡debido a que en Mérida no pasaba nada! (risas). Y nos decía: “¿Qué hago? Los veo a todos muy mal”. Creo que Yucatán es una extraña excepción, pero el tema es que esas cosas cambian de súbito; por ejemplo, Colima estaba muy tranquilo y en los últimos dos o tres años enloqueció.

Durante la cobertura de estos hechos en México, ¿tú te has sentido en peligro?

No. Sí me he preocupado un montón, sobre todo cuando empezamos a tratar el tema del ejército en Ayotzinapa, y hubo que tomar decisiones y cuestionarnos si realmente ibamos a hacerlo y a asumir ese riesgo, porque puede traer consecuencias para nosotros y para toda la gente que está a nuestro alrededor. Y claro, sí he sentido un peligro real, sobre todo en zonas muy calientes alrededor de Iguala o en Tamaulipas o Veracruz, pero sabes que no es un peligro que esté dirigido a ti, más bien entras en una zona muy densa; es como estar en Stranger Things y pasar a la parte de abajo, a la otra realidad… Tú tienes la ventaja de que entras y sales, pero hay colegas que se quedan ahí.

¿De dónde salió esa frase de “No se mata la verdad”?

Es una vieja consigna que no tengo idea de dónde salió, pero que Peña Nieto se montó en ella. Recuerda que en 2014, en algún momento cuando quería apagar las cosas de lo de Ayotzinapa, dijo “Ayotzinapa somos todos”, y después, cuando el asesinato de Javier Valdéz dijo: “No se mata la verdad matando periodistas”, y los colegas que estaban en el evento le gritaron y bajaron el volumen del sonido local… eso no se escuchó en la transmisión… Precisamente por eso fue que usé ese título, para recuperar la frase.

Regresando a la cobertura de conflictos armados, cuentas la vez que Pascal Beltrán del Río te dice sorprendido: “¡Están matando gente!”, y tú le contestas: “Pues sí, ¡es una guerra! Y relatas que en la primera oportunidad que tuvo, salió huyendo del país, aunque en Wikipedia se mencione que la cubrió. Parece que es una práctica que muchos comunicadores realizan.

Arturo Pérez-Reverte está acusado por dos periodistas que él menospreció, cuando aún eran jóvenes, porque ellos estuvieron con él en un cuartel español en Bosnia, y lo vieron a cámara simulando que estaba en el frente de combate; él se burló de ellos y los menospreció, pero ocurre que las personas jóvenes crecen y cuentan las cosas. Carlos Loret de Mola está con el tema del tanque de Afganistán. En Libia, un día íbamos rumbo a la línea de fuego, y vimos en el camino a unos periodistas que estaban con las cámaras grabando al reportero y junto a él unos milicianos que estaban disparando, pero disparaban contra nada, no estaba pasando absolutamente nada. Cuando Loret entró a Libia, fue todavía peor que Pascal, porque la revuelta empezó en varias ciudades al mismo tiempo el 17 de marzo en Tobruk, pero el mismo día que empezó todo ahí, se acabó y la guerra se fue 500 o 600 kilómetros de distancia, pero me encontré a un cámara ruso que había entrado ese día con Loret, a la ciudad donde ya no pasaba nada… Loret grabó y regresó a Egipto. Pero la televisión hace mucho eso, es el problema del espectáculo. Generalmente traen a un productor que realmente es el jefe, y ellos ponen a la gente que el reportero va a entrevistar, ponen el escenario, es toda una fabricación; tratan de crear condiciones controladas para hacer su show (…) y los reporteros que llegan con ellos no hablan con nadie, ni tienen que entender qué es lo que pasa, porque tienen alguien que le explique, alguien que elabora un guión, que le consigue las entrevistas y que los protege, para que ellos estén nada más frente a la cámara. Yo me imagino que es la condición de Loret también, tal vez no fue él quien decidió eso, sino que su productor le dijo: “Aquí vamos a hacer disparar un tanque y va a ser un ¡boom! Va a ser un hitazo”… Es todo un show.

Periodistas exigen justicia para el reportero Javier Valdez, asesinado en 2017 / Foto: Cortesía

Este libro No se mata la verdad es el mismo que se publico anteriormente en inglés?

Son dos libros distintos, pero con el mismo origen, que es el viaje que hicimos para hacer el documental. Primero hice un libro específico para el público estadounidense que tiene otro enfoque y otros alcances, y que es necesariamente más narrativo y menos profundo. Pero cuando acabé ese libro había que sacarlo en México, pero no me funcionaba el otro libro, entonces tuve que hacer este, que tiene otra estructura y que es mucho más profundo, porque entra más en discusiones sobre periodismo en México y también es más actual, ya que llega hasta el arranque del gobierno de AMLO.

Y es un libro que tiene una temporalidad específica, porque desafortunadamente los ataques contra periodistas seguirán ocurriendo.

Sí, yo sigo recuperando materiales y escribiendo sobre el tema porque tendrá que haber una continuación de cómo ha sido hacer periodismo con AMLO.

¿Qué le recomendarías a los estudiantes de periodismo que están pensando en cubrir estos temas?

Yo creo que el periodismo es algo que traes dentro, en la sangre. Yo sé que hay mucha gente que está asustada, y que se pregunta ¿realmente quiero meterme en eso? Pero si esa es tu vocación, si lo traes, nada te va a detener, además de que este es un gran momento para entrar al periodismo. Los últimos 10 años en han producido lo mejor que hemos visto en toda la historia del periodismo en México, y claro, es difícil, hay malas condiciones en los medios, y muchas polémicas pero tú ves que los periodistas serios, que quieren hacer cosas, y que no se distraen con controversias y se meten a desarrollar sus temas, buscan el financiamiento, se agrupan en colectivos, se asocian con fundaciones… Hay una camada de periodistas jóvenes muy interesante, que están muy metidos en eso, y que están formándose, tomando cursos y talleres… Yo me muero de envidia porque hace 20 años no los había y ahora están disponibles…. Si yo tuviera 22 años y estuviera saliendo de la carrera y viera en lo que me voy a meter, ya estaría poniéndome el traje de Aquaman y aventándome al agua.

Hablando de libertad de expresión, ¿cómo has visto el papel de la 4T frente a estos temas?

Creo que la polarización no nos permite ver qué está pasando; hay gente que ve todo mal, y gente que ve todo mega bien, pero es un gobierno de claroscuros: hay cosas que está haciendo bien, otras que no… La libertad de expresión, no. Yo creo que no necesariamente está mal que el presidente les conteste a sus críticos, yo creo que pierde el tiempo, pero si a él le parece que es vital ejercer su derecho de réplica y entrar en polémicas, pues no es necesariamente que los afecte, al contrario… Yo creo que el mejor publicista del diario Reforma y de Carlos Loret de Mola es Andrés Manuel López Obrador… Imagínate a Peña Nieto hablando todos los días de Proceso o de La Jornada, ¡sus ventas se hubieran ido al cielo! Yo no lo vería mal, si el periodismo se desempeñara en otras condiciones, si este gobierno hubiera acabado con la impunidad en las agresiones y crímenes contra periodistas, si hubiera garantizado que se puede hacer periodismo sin temer por tu vida. El problema de lo que está haciendo el presidente no es solo que en el contexto de violencia contra la prensa que vive México lo que está facilitando es que se produzcan más agresiones en la calle contra periodistas. A mí me parece que primero es lo primero: si el presidente va a cumplir con sus compromisos, con la libertad de expresión, que empiece por evitar que maten periodistas, porque están matando periodistas exactamente en los mismos números que con Peña Nieto, no hay nada diferente.

Y muy ligado a la libertad de expresión también está el asunto de los organismos autónomos, como el caso del INAI.

Yo entiendo que lo que López Obrador perciba muchos de esos organismos autónomos como instrumentos para interferir en su gobierno, porque finalmente esos organismos autónomos fueron creados y nombrados bajo esquemas ideológicos administrativos contra los que él está opuesto, pero la alternativa no es destruirlos, sino estudiarlos, corregirlos, renovarlos y empoderarlos para que cumplan efectivamente su función... Es un gobierno que está destacando por el ocultamiento de información mediante las reservas y el no encontrar información; es un cuento que ahora nos diga que el mismo gobierno, que no quiere entregar la información, se va a encargar de entregarla cuando el INAI desaparezca”.

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En México, según datos de la organización Artículo 19, se han asesinado a por lo menos 135 periodistas desde el año 2000, lo que convierte a este país en uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo.

El periodista e investigador Témoris Grecko cuenta que fue en 2014 cuando, después de cubrir durante muchos años diversos conflictos armados en diferentes países, regresó a este país, en donde le comenzó a darle seguimiento a la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, así como a la violencia contra diversos periodistas.

Fue así como comenzó a trabajar en diferentes trabajos periodísticos, entre los que se encuentran los documentales Mirar Morir. El ejército en la noche de Iguala; Afromexicanos. La discriminación invisible y San Miguel Eloxochitlán.

Recientemente, Grecko publicó un libro titulado No se mata la verdad, en el que se adentra en los casos de periodistas como Moisés Sánchez, Rubén Espinosa, Miroslava Brech y Javier Valdéz, a quienes les arrebataron la vida mientras denunciaban los abusos de la gente en el poder.

Concebido como un homenaje a quienes alzan la voz, el documento editado por Harper Collins México aporta nuevos elementos sobre los excesos de altos mandos del gobierno, empresarios y delincuentes, así como su modus operandi cuando se trata de callar a las voces críticas.

¿Cómo es para ti cubrir la violencia que se vive en México, ya con la experiencia de cubrir conflictos armados en diversos países?

Todos los conflictos armados tienen distintos niveles. Existen definiciones en la legislación internacional sobre qué es una guerra, qué es una guerra civil o un genocidio. Por ejemplo, ahora hay quienes están acusando a Hugo López Gatell de genocidio, y por supuesto no tienen ni idea de lo que es un genocidio. Pero el nivel de intensidad de una guerra es muy distinto a lo que vivimos en México, donde tenemos un conflicto que es básicamente criminal, pero no ves que en tu ciudad, afuera de tu casa pase un tanque o varios disparando contra departamentos, o que de la nada caigan misiles Scud, que son los misiles enormes que evaporan una cuadra completa. Por ejemplo, en Alepo todas las noches escuchabas los disparos y los truenos de un lado de la ciudad al otro… Claro que la gente que ha vivido momentos durísimos en Reynosa, en Nuevo Laredo o Culiacán, te dirán que eso es una guerra, pero finalmente son eventos puntuales que les permiten seguir con sus vidas. Y sin embargo, aunque las condiciones son muy distintas, el número de asesinatos de periodistas es el mismo en México y en Siria”.

Temoris Grecko / Foto: Cortesía

De hecho, has mencionado que México es el lugar más peligroso para hacer periodismo.

Para muchos lo sencillo es echarle la culpa a la violencia, y decir que está por todos lados, pero cuando ves que tenemos el mismo número de muertes en un estado que tiene instituciones que están en pie y funcionando, con gobiernos y con discursos en favor de la libertad de expresión, dices: ¿Cuál es el problema? ¿Por qué matan al mismo número? Y es porque los activistas, defensores de derechos humanos y los periodistas somos quienes estamos poniéndonos todo lo que se hace en un país, bajo una fachada democrática. Se dicen que los peores enemigos de los periodistas son los narcotraficantes, y aunque sí son sus enemigos, no son los que matan más periodistas; muchos de los periodistas son asesinados más bien por políticos, empresarios y gente que da la cara en medios de comunicación; gente que no quiere que esos periodistas los expongan como gente que está teniendo actividades criminales”.

En No se mata la verdad das cuenta de todas las partes de México en las que han asesinado a comunicadores. ¿Ya no hay regiones que se salven?

Sí, bueno… Hace unos meses un periodista yucateco nos decía que él se sentía mal con los periodistas del resto del país, ¡debido a que en Mérida no pasaba nada! (risas). Y nos decía: “¿Qué hago? Los veo a todos muy mal”. Creo que Yucatán es una extraña excepción, pero el tema es que esas cosas cambian de súbito; por ejemplo, Colima estaba muy tranquilo y en los últimos dos o tres años enloqueció.

Durante la cobertura de estos hechos en México, ¿tú te has sentido en peligro?

No. Sí me he preocupado un montón, sobre todo cuando empezamos a tratar el tema del ejército en Ayotzinapa, y hubo que tomar decisiones y cuestionarnos si realmente ibamos a hacerlo y a asumir ese riesgo, porque puede traer consecuencias para nosotros y para toda la gente que está a nuestro alrededor. Y claro, sí he sentido un peligro real, sobre todo en zonas muy calientes alrededor de Iguala o en Tamaulipas o Veracruz, pero sabes que no es un peligro que esté dirigido a ti, más bien entras en una zona muy densa; es como estar en Stranger Things y pasar a la parte de abajo, a la otra realidad… Tú tienes la ventaja de que entras y sales, pero hay colegas que se quedan ahí.

¿De dónde salió esa frase de “No se mata la verdad”?

Es una vieja consigna que no tengo idea de dónde salió, pero que Peña Nieto se montó en ella. Recuerda que en 2014, en algún momento cuando quería apagar las cosas de lo de Ayotzinapa, dijo “Ayotzinapa somos todos”, y después, cuando el asesinato de Javier Valdéz dijo: “No se mata la verdad matando periodistas”, y los colegas que estaban en el evento le gritaron y bajaron el volumen del sonido local… eso no se escuchó en la transmisión… Precisamente por eso fue que usé ese título, para recuperar la frase.

Regresando a la cobertura de conflictos armados, cuentas la vez que Pascal Beltrán del Río te dice sorprendido: “¡Están matando gente!”, y tú le contestas: “Pues sí, ¡es una guerra! Y relatas que en la primera oportunidad que tuvo, salió huyendo del país, aunque en Wikipedia se mencione que la cubrió. Parece que es una práctica que muchos comunicadores realizan.

Arturo Pérez-Reverte está acusado por dos periodistas que él menospreció, cuando aún eran jóvenes, porque ellos estuvieron con él en un cuartel español en Bosnia, y lo vieron a cámara simulando que estaba en el frente de combate; él se burló de ellos y los menospreció, pero ocurre que las personas jóvenes crecen y cuentan las cosas. Carlos Loret de Mola está con el tema del tanque de Afganistán. En Libia, un día íbamos rumbo a la línea de fuego, y vimos en el camino a unos periodistas que estaban con las cámaras grabando al reportero y junto a él unos milicianos que estaban disparando, pero disparaban contra nada, no estaba pasando absolutamente nada. Cuando Loret entró a Libia, fue todavía peor que Pascal, porque la revuelta empezó en varias ciudades al mismo tiempo el 17 de marzo en Tobruk, pero el mismo día que empezó todo ahí, se acabó y la guerra se fue 500 o 600 kilómetros de distancia, pero me encontré a un cámara ruso que había entrado ese día con Loret, a la ciudad donde ya no pasaba nada… Loret grabó y regresó a Egipto. Pero la televisión hace mucho eso, es el problema del espectáculo. Generalmente traen a un productor que realmente es el jefe, y ellos ponen a la gente que el reportero va a entrevistar, ponen el escenario, es toda una fabricación; tratan de crear condiciones controladas para hacer su show (…) y los reporteros que llegan con ellos no hablan con nadie, ni tienen que entender qué es lo que pasa, porque tienen alguien que le explique, alguien que elabora un guión, que le consigue las entrevistas y que los protege, para que ellos estén nada más frente a la cámara. Yo me imagino que es la condición de Loret también, tal vez no fue él quien decidió eso, sino que su productor le dijo: “Aquí vamos a hacer disparar un tanque y va a ser un ¡boom! Va a ser un hitazo”… Es todo un show.

Periodistas exigen justicia para el reportero Javier Valdez, asesinado en 2017 / Foto: Cortesía

Este libro No se mata la verdad es el mismo que se publico anteriormente en inglés?

Son dos libros distintos, pero con el mismo origen, que es el viaje que hicimos para hacer el documental. Primero hice un libro específico para el público estadounidense que tiene otro enfoque y otros alcances, y que es necesariamente más narrativo y menos profundo. Pero cuando acabé ese libro había que sacarlo en México, pero no me funcionaba el otro libro, entonces tuve que hacer este, que tiene otra estructura y que es mucho más profundo, porque entra más en discusiones sobre periodismo en México y también es más actual, ya que llega hasta el arranque del gobierno de AMLO.

Y es un libro que tiene una temporalidad específica, porque desafortunadamente los ataques contra periodistas seguirán ocurriendo.

Sí, yo sigo recuperando materiales y escribiendo sobre el tema porque tendrá que haber una continuación de cómo ha sido hacer periodismo con AMLO.

¿Qué le recomendarías a los estudiantes de periodismo que están pensando en cubrir estos temas?

Yo creo que el periodismo es algo que traes dentro, en la sangre. Yo sé que hay mucha gente que está asustada, y que se pregunta ¿realmente quiero meterme en eso? Pero si esa es tu vocación, si lo traes, nada te va a detener, además de que este es un gran momento para entrar al periodismo. Los últimos 10 años en han producido lo mejor que hemos visto en toda la historia del periodismo en México, y claro, es difícil, hay malas condiciones en los medios, y muchas polémicas pero tú ves que los periodistas serios, que quieren hacer cosas, y que no se distraen con controversias y se meten a desarrollar sus temas, buscan el financiamiento, se agrupan en colectivos, se asocian con fundaciones… Hay una camada de periodistas jóvenes muy interesante, que están muy metidos en eso, y que están formándose, tomando cursos y talleres… Yo me muero de envidia porque hace 20 años no los había y ahora están disponibles…. Si yo tuviera 22 años y estuviera saliendo de la carrera y viera en lo que me voy a meter, ya estaría poniéndome el traje de Aquaman y aventándome al agua.

Hablando de libertad de expresión, ¿cómo has visto el papel de la 4T frente a estos temas?

Creo que la polarización no nos permite ver qué está pasando; hay gente que ve todo mal, y gente que ve todo mega bien, pero es un gobierno de claroscuros: hay cosas que está haciendo bien, otras que no… La libertad de expresión, no. Yo creo que no necesariamente está mal que el presidente les conteste a sus críticos, yo creo que pierde el tiempo, pero si a él le parece que es vital ejercer su derecho de réplica y entrar en polémicas, pues no es necesariamente que los afecte, al contrario… Yo creo que el mejor publicista del diario Reforma y de Carlos Loret de Mola es Andrés Manuel López Obrador… Imagínate a Peña Nieto hablando todos los días de Proceso o de La Jornada, ¡sus ventas se hubieran ido al cielo! Yo no lo vería mal, si el periodismo se desempeñara en otras condiciones, si este gobierno hubiera acabado con la impunidad en las agresiones y crímenes contra periodistas, si hubiera garantizado que se puede hacer periodismo sin temer por tu vida. El problema de lo que está haciendo el presidente no es solo que en el contexto de violencia contra la prensa que vive México lo que está facilitando es que se produzcan más agresiones en la calle contra periodistas. A mí me parece que primero es lo primero: si el presidente va a cumplir con sus compromisos, con la libertad de expresión, que empiece por evitar que maten periodistas, porque están matando periodistas exactamente en los mismos números que con Peña Nieto, no hay nada diferente.

Y muy ligado a la libertad de expresión también está el asunto de los organismos autónomos, como el caso del INAI.

Yo entiendo que lo que López Obrador perciba muchos de esos organismos autónomos como instrumentos para interferir en su gobierno, porque finalmente esos organismos autónomos fueron creados y nombrados bajo esquemas ideológicos administrativos contra los que él está opuesto, pero la alternativa no es destruirlos, sino estudiarlos, corregirlos, renovarlos y empoderarlos para que cumplan efectivamente su función... Es un gobierno que está destacando por el ocultamiento de información mediante las reservas y el no encontrar información; es un cuento que ahora nos diga que el mismo gobierno, que no quiere entregar la información, se va a encargar de entregarla cuando el INAI desaparezca”.

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