/ miércoles 31 de marzo de 2021

Natural | Incendios forestales y Covid-19: Un doble riesgo

La temporada de incendios forestales, aunada a la pandemia, complica el panorama de la salud en México

México atraviesa por una difícil temporada de incendios forestales. Un siniestro ubicado en los límites de Coahuila y Nuevo León ha consumido cerca de 12 mil hectáreas de la Sierra de Arteaga, lo que produjo que fueran desalojadas de sus hogares cerca de mil 100 personas.

El fuego, iniciado el 16 de marzo, ha devastado a su paso cerca de tres mil 500 hectáreas de vegetación en Coahuila mientras que en la sierra de Santiago Nuevo León se reportan daños en ocho mil 500 hectáreas, según las autoridades.

El 28 de marzo, Protección Civil de Nuevo León reportó un control del 75 por ciento del fuego y anunció el retorno de mil 100 personas de 13 comunidades rurales que se habían desalojado.

Por su parte, el estado de Coahuila aseguró un avance de 60 por ciento en el control, así como un 30 por ciento en la liquidación del fuego que inició en La Pinalosa, localidad de Arteaga.

Este desastre se presenta en medio de una difícil e intensa situación de incendios forestales en México en lo que va del año, tal y como lo advirtió la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

En su informe del 1 de enero al 11 de marzo, la Conafor señaló que México ha padecido más de mil 684 incendios forestales, los cuales han afectado a un total de 29 mil 559 hectáreas de la superficie.

Es decir, hasta ese momento, cada incendio surgido en 2021 había dañado un promedio de 17.55 hectáreas, lo que los convierte en los más devastadores de la última década, según la Comisión.

Los datos refieren que las entidades más afectadas por el fuego son el Estado de México, Oaxaca, Baja California, Michoacán, Puebla, Chiapas, Guerrero, Chihuahua, Ciudad de México y Morelos, los cuales representan el 81 por ciento de los incendios forestales a nivel nacional.

Mientras tanto, la última actualización de la situación de los siniestros en el país, consultada por El Sol de México y publicada el 28 de marzo por la Comisión, precisó que se encuentran activos 78 incendios en 23 entidades.

Al inicio del año, la comisión advirtió que en este 2021 México atravesaría por una “temporada crítica de incendios forestales”. Dicha predicción se basa en el hecho de que el país se encuentra bajo las condiciones del fenómeno meteorológico ENOS-La Niña, el cual ha provocado bajas temperaturas y pocas precipitaciones en la mayor parte del país, disminuyendo la humedad en las zonas forestales. Por ello, “esta sequía atípica incrementa la presencia y expansión de los incendios forestales en el territorio mexicano”, expresó en un informe la Conafor.

En entrevista con El Sol de México, Cesar Alberto Robles Gutiérrez, subgerente del Centro Nacional de Manejo del Fuego de la Conafor, explicó que “este fenómeno meteorológico lo que ocasiona es que se enfríe el océano Pacífico y, por ende, la evaporación que podría generar precipitaciones en el territorio no se da, lo que ha ocasionado desde octubre o noviembre una sequía atípica en el 80 por ciento del territorio nacional”.

“Esta situación nos ha llevado a que la vegetación forestal esté mucho más destrozada. Como cualquier ser vivo, ‘tiene sed’, por lo que es mucho más susceptible a la propagación del fuego. Este fenómeno se está debilitando, pero puede durar al menos hasta julio; sin embargo se espera que sigan habiendo condiciones de sequía y, por tanto, continúen los incendios forestales”, mencionó.

El humo de un incendio forestal se eleva en la Sierra de Arteaga, en las afueras de Saltillo, en el estado de Coahuila / Foto: Daniel Becerril / Reuters

Un círculo vicioso

La importancia del fuego en los ecosistemas es un asunto complejo. Si bien, en el colectivo imaginario de la sociedad dicho siniestro se relaciona con la destrucción y el daño, lo cierto es que el fuego y los ecosistemas han establecido relaciones donde, incluso, se han desarrollado adaptaciones para depender de sus efectos, especificó la Conafor, tales como la reducción de competencia por malezas, el saneamiento y control de enfermedades entre las plantas, la liberación e incorporación de nutrientes y, en algunos casos, la germinación de semillas.

Alberto Robles aseguró que los incendios forestales “tienen dos caras”, es decir, dejan impactos tanto benéficos como dañinos al medio ambiente, por lo que, destacó, la solución no es acabar por completo con los incendios, sino lograr un manejo del fuego.

“El programa de manejo de fuego en México se enfoca justo en tener un manejo en los siniestros, una gestión integral en los incendios forestales. Estos se han presentado siempre en el planeta Tierra, pues gran parte de lo que nos rodea es susceptible a incendiarse, por ejemplo, la atmósfera la vegetación, pero además tenemos a la raza humana, que es quién genera el 98 por ciento de los incendios forestales en el país”, dijo el funcionario de la Conafor.

“Pero no todo es devastador. Hay ecosistemas adaptados al fuego en los que, a partir de las condiciones meteorológicas o el clima que hay en esas zonas, el fuego se propaga con mucha mayor facilidad. Estos ecosistemas han evolucionado, adaptándose a las consecuencias del fuego y ahora mismo requieren del fuego para poder mantener sus estructuras”, mencionó.

No obstante, los incendios no controlados pueden impactar de una manera importante en el medio ambiente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura “los incendios forestales tienen muchas repercusiones sobre la diversidad biológica”, pues son una fuente importante de emisión de carbono y contribuyen al calentamiento global, aunque es difícil calcular la cantidad de sus emisiones.

Además, cuando el fuego se sale de control, puede alterar el comportamiento de las especies del ecosistema, reduciendo la actividad fotosintética debido al humo que se produce o bien, perjudicar la salud de los seres humanos y animales.

Pero un incendio forestal trae consigo más afectaciones de las que se perciben a simple vista, por ejemplo, las plantas y árboles quedan más desprotegidos ante las plagas y enfermedades, además de que se daña su capacidad de crecimiento. También se reducen los recursos genéticos y el valor recreativo de las zonas siniestradas, además de que los suelos modifican propiedades físicas, químicas y biológicas, por decir algunos, según detalló la Conafor.

De acuerdo con Greenpeace el mal manejo del fuego en el sector agrícola y los fuegos ocasionados por el cambio de uso de suelo para la ganadería o la urbanización, aunado a las condiciones climáticas de aumento de la temperatura y sequías han provocado que los incendios forestales sean cada vez más frecuentes.

Por ello, según la organización, acciones como el reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el aumentar los recursos de mitigación y adaptación al cambio climático, fortalecer las capacidades financieras de las instituciones encargadas de la vigilancia, prevención y el manejo de los incendios y una “aplicación efectiva de la ley para evitar los fuegos que tienen por objetivo el cambio de uso de suelo”, son algunas de las acciones que México puede llevar a cabo para reducir la cantidad de incendios forestales que acecha a su territorio.

Aunque la realidad es otra. La Comisión Nacional Forestal, encargada de proteger los bosques de México, sufrió un recorte del 8.6 por ciento en su presupuesto para este 2021, hasta alcanzar los dos mil 762 millones de pesos.

Es necesario mencionar que durante el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador la Comisión ya había tenido una reducción de mil 229 millones de pesos.

Debido a estos y otros recortes, la organización Greenpeace ha denunciado que el presupuesto de la comisión se ha reducido casi a la mitad desde 2012.

Además, también ha señalado que “por su política de austeridad”, la administración actual eliminó el año pasado el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), una bolsa de emergencia a la que los estados podían acceder para resarcir daños.

Incendios forestales y el Covid-19

Pese a que año con año México presenta dos temporadas de incendios forestales (enero y junio para las regiones del sureste, centro occidente, norte y noreste; y mayo y septiembre para el norte del país), tanto en 2020 como en 2021 los efectos que éstas dejan a su paso pueden ser más nocivos para la salud de las personas.

La Conafor ha realizado un énfasis especial en que el aumento de incendios forestales en 2020 coincide con el de mayor número de infectados por Covid-19, debido a que “la conjunción de ambos fenómenos representa un doble riesgo para las personas con problemas respiratorios”, según explicó en un comunicado emitido en abril del año pasado.

La dependencia precisó que los estados con mayor número de incendios forestales en aquel entonces, tales como el Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Michoacán, Chiapas, Jalisco, Veracruz e Hidalgo, fueron los mismos que presentaron “numerosos casos confirmados de Covid-19”.

Por su parte, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) explicó a través de un reporte titulado Contaminación del aire y morbimortalidad por Covid-19 que la contaminación del aire afecta las vías respiratorias y genera síntomas cardiacos en las personas que se exponen de manera crónica y aguda a dicha contaminación.

Por ello, concluyó que la contaminación del aire en México aumenta de manera considerable el riesgo de morir por la Covid-19, porque las personas expuestas de manera crónica de niveles altos de contaminación resultan más proclives a presentar un cuadro de síntomas graves al ver disminuida su respuesta inmunológica.

“Aun sin la pandemia, vivir en sitios con contaminación del aire se ha vinculado con tasas más altas de enfermedades pulmonares como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. La exposición a partículas finas, ozono y otros componentes del aire contaminado provoca inflamación en las vías respiratorias y pulmones”, explicó el director de Salud Ambiental del Instituto Nacional de Salud Pública, Horacio Riojas.

“Los contaminantes atmosféricos, además, son capaces de alterar de manera importante la respuesta del sistema inmunológico. Son varios los estudios epidemiológicos que han mostrado una asociación entre el incremento de los contaminantes y las admisiones hospitalarias que tienen como diagnóstico infecciones respiratorias bacterianas y virales”, señala en un informe el INSP.

A su vez, el 5 de abril del año pasado, la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came) publicó el documento Coronavirus SARS-CoV-2, contaminación atmosférica y riesgos a la salud, en el que advierte que “los contaminantes atmosféricos son un factor que impacta en la salud humana incrementando el riesgo de aparición y complicación de varios padecimientos”.

De acuerdo con el Índice de Aire y Salud, a través del cual las autoridades ambientales brindan recomendaciones a la población bajo determinadas condiciones atmosféricas, los padecimientos respiratorios asociados a la contaminación del aire son malestar en vías respiratorias o pulmones como tos, picazón de garganta, secreción en nariz, sensación de falta de aire, flemas y ronquidos en el pecho.

En cuanto a los síntomas cardíacos, se enlista malestar en corazón y vasos sanguíneos que se manifiestan como dolor en el pecho, dificultad para respirar, náuseas, fatiga extrema, dolor, entumecimiento, debilidad y sensación de frío en las piernas o brazos.

Aunque no se han llevado a cabo estudios epidemiológicos sobre el efecto de las situaciones de alta contaminación atmosférica en esta pandemia, el INSP reportó que sí existen algunos sobre virus de la misma familia como el SARS. Un estudio realizado en China en el 2003 encontró que las personas que vivían en ciudades con altos niveles de contaminación tenían hasta un 84 por ciento de mayor probabilidad de morir por infección por SARS en comparación con las que vivían en ciudades menos contaminadas.

Por ello, el INSP dictó que las instituciones relacionadas con la calidad del aire y el ambiente deben “combatir los procesos que den lugar a una mayor cantidad de contaminantes en la atmósfera” lo antes posible.

De esta manera indicó que se deberá prevenir y combatir eficazmente los incendios forestales y reducir las quemas agrícolas. Además, en caso de presentarse muy altos niveles de contaminación atmosférica, “se deberán aplicar todas las medidas definidas en los programas de contingencia ambiental atmosférica, con excepción de aquellas que actúen en contra de la sana distancia física entre las personas”.

“Los incendios de gran magnitud con columnas de humo impresionantes cerca de la ciudad va a generar un impacto directo dentro de la población urbana. Ese impacto va directamente a la salud. Esa generación del humo y partículas entra al organismo y genera mayor susceptibilidad a otro tipo de enfermedades, especialmente relacionadas con las vías aéreas y, ahora con el problema de la pandemia, se convierten en una gran complicación”, concluyó el subgerente del Centro Nacional de Manejo del Fuego de la Conafor.

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El fuego, iniciado el 16 de marzo, ha devastado a su paso cerca de tres mil 500 hectáreas de vegetación en Coahuila mientras que en la sierra de Santiago Nuevo León se reportan daños en ocho mil 500 hectáreas, según las autoridades.

El 28 de marzo, Protección Civil de Nuevo León reportó un control del 75 por ciento del fuego y anunció el retorno de mil 100 personas de 13 comunidades rurales que se habían desalojado.

Por su parte, el estado de Coahuila aseguró un avance de 60 por ciento en el control, así como un 30 por ciento en la liquidación del fuego que inició en La Pinalosa, localidad de Arteaga.

Este desastre se presenta en medio de una difícil e intensa situación de incendios forestales en México en lo que va del año, tal y como lo advirtió la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

En su informe del 1 de enero al 11 de marzo, la Conafor señaló que México ha padecido más de mil 684 incendios forestales, los cuales han afectado a un total de 29 mil 559 hectáreas de la superficie.

Es decir, hasta ese momento, cada incendio surgido en 2021 había dañado un promedio de 17.55 hectáreas, lo que los convierte en los más devastadores de la última década, según la Comisión.

Los datos refieren que las entidades más afectadas por el fuego son el Estado de México, Oaxaca, Baja California, Michoacán, Puebla, Chiapas, Guerrero, Chihuahua, Ciudad de México y Morelos, los cuales representan el 81 por ciento de los incendios forestales a nivel nacional.

Mientras tanto, la última actualización de la situación de los siniestros en el país, consultada por El Sol de México y publicada el 28 de marzo por la Comisión, precisó que se encuentran activos 78 incendios en 23 entidades.

Al inicio del año, la comisión advirtió que en este 2021 México atravesaría por una “temporada crítica de incendios forestales”. Dicha predicción se basa en el hecho de que el país se encuentra bajo las condiciones del fenómeno meteorológico ENOS-La Niña, el cual ha provocado bajas temperaturas y pocas precipitaciones en la mayor parte del país, disminuyendo la humedad en las zonas forestales. Por ello, “esta sequía atípica incrementa la presencia y expansión de los incendios forestales en el territorio mexicano”, expresó en un informe la Conafor.

En entrevista con El Sol de México, Cesar Alberto Robles Gutiérrez, subgerente del Centro Nacional de Manejo del Fuego de la Conafor, explicó que “este fenómeno meteorológico lo que ocasiona es que se enfríe el océano Pacífico y, por ende, la evaporación que podría generar precipitaciones en el territorio no se da, lo que ha ocasionado desde octubre o noviembre una sequía atípica en el 80 por ciento del territorio nacional”.

“Esta situación nos ha llevado a que la vegetación forestal esté mucho más destrozada. Como cualquier ser vivo, ‘tiene sed’, por lo que es mucho más susceptible a la propagación del fuego. Este fenómeno se está debilitando, pero puede durar al menos hasta julio; sin embargo se espera que sigan habiendo condiciones de sequía y, por tanto, continúen los incendios forestales”, mencionó.

El humo de un incendio forestal se eleva en la Sierra de Arteaga, en las afueras de Saltillo, en el estado de Coahuila / Foto: Daniel Becerril / Reuters

Un círculo vicioso

La importancia del fuego en los ecosistemas es un asunto complejo. Si bien, en el colectivo imaginario de la sociedad dicho siniestro se relaciona con la destrucción y el daño, lo cierto es que el fuego y los ecosistemas han establecido relaciones donde, incluso, se han desarrollado adaptaciones para depender de sus efectos, especificó la Conafor, tales como la reducción de competencia por malezas, el saneamiento y control de enfermedades entre las plantas, la liberación e incorporación de nutrientes y, en algunos casos, la germinación de semillas.

Alberto Robles aseguró que los incendios forestales “tienen dos caras”, es decir, dejan impactos tanto benéficos como dañinos al medio ambiente, por lo que, destacó, la solución no es acabar por completo con los incendios, sino lograr un manejo del fuego.

“El programa de manejo de fuego en México se enfoca justo en tener un manejo en los siniestros, una gestión integral en los incendios forestales. Estos se han presentado siempre en el planeta Tierra, pues gran parte de lo que nos rodea es susceptible a incendiarse, por ejemplo, la atmósfera la vegetación, pero además tenemos a la raza humana, que es quién genera el 98 por ciento de los incendios forestales en el país”, dijo el funcionario de la Conafor.

“Pero no todo es devastador. Hay ecosistemas adaptados al fuego en los que, a partir de las condiciones meteorológicas o el clima que hay en esas zonas, el fuego se propaga con mucha mayor facilidad. Estos ecosistemas han evolucionado, adaptándose a las consecuencias del fuego y ahora mismo requieren del fuego para poder mantener sus estructuras”, mencionó.

No obstante, los incendios no controlados pueden impactar de una manera importante en el medio ambiente. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura “los incendios forestales tienen muchas repercusiones sobre la diversidad biológica”, pues son una fuente importante de emisión de carbono y contribuyen al calentamiento global, aunque es difícil calcular la cantidad de sus emisiones.

Además, cuando el fuego se sale de control, puede alterar el comportamiento de las especies del ecosistema, reduciendo la actividad fotosintética debido al humo que se produce o bien, perjudicar la salud de los seres humanos y animales.

Pero un incendio forestal trae consigo más afectaciones de las que se perciben a simple vista, por ejemplo, las plantas y árboles quedan más desprotegidos ante las plagas y enfermedades, además de que se daña su capacidad de crecimiento. También se reducen los recursos genéticos y el valor recreativo de las zonas siniestradas, además de que los suelos modifican propiedades físicas, químicas y biológicas, por decir algunos, según detalló la Conafor.

De acuerdo con Greenpeace el mal manejo del fuego en el sector agrícola y los fuegos ocasionados por el cambio de uso de suelo para la ganadería o la urbanización, aunado a las condiciones climáticas de aumento de la temperatura y sequías han provocado que los incendios forestales sean cada vez más frecuentes.

Por ello, según la organización, acciones como el reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el aumentar los recursos de mitigación y adaptación al cambio climático, fortalecer las capacidades financieras de las instituciones encargadas de la vigilancia, prevención y el manejo de los incendios y una “aplicación efectiva de la ley para evitar los fuegos que tienen por objetivo el cambio de uso de suelo”, son algunas de las acciones que México puede llevar a cabo para reducir la cantidad de incendios forestales que acecha a su territorio.

Aunque la realidad es otra. La Comisión Nacional Forestal, encargada de proteger los bosques de México, sufrió un recorte del 8.6 por ciento en su presupuesto para este 2021, hasta alcanzar los dos mil 762 millones de pesos.

Es necesario mencionar que durante el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador la Comisión ya había tenido una reducción de mil 229 millones de pesos.

Debido a estos y otros recortes, la organización Greenpeace ha denunciado que el presupuesto de la comisión se ha reducido casi a la mitad desde 2012.

Además, también ha señalado que “por su política de austeridad”, la administración actual eliminó el año pasado el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), una bolsa de emergencia a la que los estados podían acceder para resarcir daños.

Incendios forestales y el Covid-19

Pese a que año con año México presenta dos temporadas de incendios forestales (enero y junio para las regiones del sureste, centro occidente, norte y noreste; y mayo y septiembre para el norte del país), tanto en 2020 como en 2021 los efectos que éstas dejan a su paso pueden ser más nocivos para la salud de las personas.

La Conafor ha realizado un énfasis especial en que el aumento de incendios forestales en 2020 coincide con el de mayor número de infectados por Covid-19, debido a que “la conjunción de ambos fenómenos representa un doble riesgo para las personas con problemas respiratorios”, según explicó en un comunicado emitido en abril del año pasado.

La dependencia precisó que los estados con mayor número de incendios forestales en aquel entonces, tales como el Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Michoacán, Chiapas, Jalisco, Veracruz e Hidalgo, fueron los mismos que presentaron “numerosos casos confirmados de Covid-19”.

Por su parte, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) explicó a través de un reporte titulado Contaminación del aire y morbimortalidad por Covid-19 que la contaminación del aire afecta las vías respiratorias y genera síntomas cardiacos en las personas que se exponen de manera crónica y aguda a dicha contaminación.

Por ello, concluyó que la contaminación del aire en México aumenta de manera considerable el riesgo de morir por la Covid-19, porque las personas expuestas de manera crónica de niveles altos de contaminación resultan más proclives a presentar un cuadro de síntomas graves al ver disminuida su respuesta inmunológica.

“Aun sin la pandemia, vivir en sitios con contaminación del aire se ha vinculado con tasas más altas de enfermedades pulmonares como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. La exposición a partículas finas, ozono y otros componentes del aire contaminado provoca inflamación en las vías respiratorias y pulmones”, explicó el director de Salud Ambiental del Instituto Nacional de Salud Pública, Horacio Riojas.

“Los contaminantes atmosféricos, además, son capaces de alterar de manera importante la respuesta del sistema inmunológico. Son varios los estudios epidemiológicos que han mostrado una asociación entre el incremento de los contaminantes y las admisiones hospitalarias que tienen como diagnóstico infecciones respiratorias bacterianas y virales”, señala en un informe el INSP.

A su vez, el 5 de abril del año pasado, la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came) publicó el documento Coronavirus SARS-CoV-2, contaminación atmosférica y riesgos a la salud, en el que advierte que “los contaminantes atmosféricos son un factor que impacta en la salud humana incrementando el riesgo de aparición y complicación de varios padecimientos”.

De acuerdo con el Índice de Aire y Salud, a través del cual las autoridades ambientales brindan recomendaciones a la población bajo determinadas condiciones atmosféricas, los padecimientos respiratorios asociados a la contaminación del aire son malestar en vías respiratorias o pulmones como tos, picazón de garganta, secreción en nariz, sensación de falta de aire, flemas y ronquidos en el pecho.

En cuanto a los síntomas cardíacos, se enlista malestar en corazón y vasos sanguíneos que se manifiestan como dolor en el pecho, dificultad para respirar, náuseas, fatiga extrema, dolor, entumecimiento, debilidad y sensación de frío en las piernas o brazos.

Aunque no se han llevado a cabo estudios epidemiológicos sobre el efecto de las situaciones de alta contaminación atmosférica en esta pandemia, el INSP reportó que sí existen algunos sobre virus de la misma familia como el SARS. Un estudio realizado en China en el 2003 encontró que las personas que vivían en ciudades con altos niveles de contaminación tenían hasta un 84 por ciento de mayor probabilidad de morir por infección por SARS en comparación con las que vivían en ciudades menos contaminadas.

Por ello, el INSP dictó que las instituciones relacionadas con la calidad del aire y el ambiente deben “combatir los procesos que den lugar a una mayor cantidad de contaminantes en la atmósfera” lo antes posible.

De esta manera indicó que se deberá prevenir y combatir eficazmente los incendios forestales y reducir las quemas agrícolas. Además, en caso de presentarse muy altos niveles de contaminación atmosférica, “se deberán aplicar todas las medidas definidas en los programas de contingencia ambiental atmosférica, con excepción de aquellas que actúen en contra de la sana distancia física entre las personas”.

“Los incendios de gran magnitud con columnas de humo impresionantes cerca de la ciudad va a generar un impacto directo dentro de la población urbana. Ese impacto va directamente a la salud. Esa generación del humo y partículas entra al organismo y genera mayor susceptibilidad a otro tipo de enfermedades, especialmente relacionadas con las vías aéreas y, ahora con el problema de la pandemia, se convierten en una gran complicación”, concluyó el subgerente del Centro Nacional de Manejo del Fuego de la Conafor.

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