/ viernes 7 de enero de 2022

Pie de nota | Viviendo con Ómicron

El mundo a registrado un repunte importante en los contagios de Covid-19, luego de la aparición de la variante Ómicron, más transmisible incluso que la Delta

Tuve que volver a revisar los datos porque parecían un error, un absurdo. De la semana del 24 al 31 de diciembre en el mundo se confirmaron 9 millones de casos cuando en los siete días previos habían sido 5 millones.

Durante dos años la OEM le ha encargado a quien escribe el llevar la contabilidad diaria de contagios y muertos por Covid-19 y los datos para el cierre del 2021 eclipsan cualquier otro en la gráfica histórica.

Por ejemplo, durante la primera semana de diciembre del 2020, reconocido como uno de los peores puntos de la pandemia, apenas se habían alcanzado los 5 millones 200 mil casos. Apenas una brisa comparada con la información reciente.

Era para que el mundo estuviera en llamas; sin embargo acá estamos, bien comidos, bien juntitos y también bien resignados.

Particularmente en México, Gobierno y población no dan muestra de estar dispuestos a echar otro año a la basura. Hoy mismo me anduve peleando en una panadería abarrotada por una rosca de reyes.

➡️ IHU, la nueva variante del Covid-19 con más mutaciones que Ómicron

Acá hay una información clave. A pesar del intenso rebrote por el que atravesamos en ninguna otra etapa de la pandemia el número de muertes como proporción de los casos nuevos ha sido más bajo: apenas alcanzan el 0.5%. Por ejemplo la tasa de letalidad durante abril del 2020 llegó a ser del 9%.

Los datos recientes dan cuenta de la alta transmitibilidad de la variante Ómicron, de su baja letalidad y el efecto probado que han tenido las vacunas en reducir las muertes.

Observar la dinámica numérica de la pandemia y las reacciones sociales que desatan se me ha convertido en un hobbie fascinante.

¿Qué habríamos hecho si en abril del 2020, cuando se sumaban apenas 500 mil casos cada semana en todo el mundo, nos hubiesen dicho que dentro de dos años íbamos a contabilizar 9 millones en sólo siete días?

En aquellas semanas en las que el Apocalipsis parecía tan cercano con apenas medio millón de casos semanales quizá no nos hubiéramos encerrado a cal y canto y detenido la economía mundial. O quizá las restricciones hubiesen sido aún más severas y el pánico mucho más radical al que se vivió.

Todo es cuestión de perspectiva.

No es ocioso preguntarlo, los últimos dos años han sido determinantes para la historia mundial y las decisiones tomadas en el periodo serán honda materia de estudio futuro como lo han sido las guerras mundiales o las caídas de Constantinopla y Roma.

En una lectura superficial sobre las disonancias de estos tiempos pienso que la principal diferencia entre el Covid de la primavera del 2020 y el del invierno del 2021 es la velocidad y calidad con la que la información está fluyendo.

El virus nos agarró como al Tigre de Santa Julia en aquellos primeros meses del 2020 y se reaccionó como se pudo ante a la incertidumbre, en general con miedo y extrema cautela.

Dos años después en cambio se sabe bien que uno de cada tres contagiados no experimenta síntoma alguno y que entre los casos mundiales contabilizados el virus ha matado al 2% de pacientes, una importante mayoría de ellos en edad avanzada o con males crónicos como obesidad, diabetes, fallas cardiacas o renales. Este ultimo dato atenuado debido a un severo subregistro de contagios en todo el mundo.

También aprendimos que detener en seco la actividad económica como respuesta a la pandemia también genera dolor, subdesarrollo, pobreza y muertes; secuelas negativas quizá mayores a las de la enfermedad en el acumulado.

Es así que hemos optamos por abordar la realidad de la pandemia en un carril secundario a nuestras vidas.

Cuando las guerras se prolongan demasiado pasan de ocupar las primeras planas a gradualmente difuminarse en la normalidad colectiva, como ruido de fondo. Al parte de batalla en el frente del Covid le está sucediendo lo mismo.

Entonces si el virus se convierte en una realidad inescapable hay que ir aceptándola como la nueva enfermedad que es, con la cual hay que lidiar en el día a día.

Pero sobre todo, queda aprender de los errores.

Tuve que volver a revisar los datos porque parecían un error, un absurdo. De la semana del 24 al 31 de diciembre en el mundo se confirmaron 9 millones de casos cuando en los siete días previos habían sido 5 millones.

Durante dos años la OEM le ha encargado a quien escribe el llevar la contabilidad diaria de contagios y muertos por Covid-19 y los datos para el cierre del 2021 eclipsan cualquier otro en la gráfica histórica.

Por ejemplo, durante la primera semana de diciembre del 2020, reconocido como uno de los peores puntos de la pandemia, apenas se habían alcanzado los 5 millones 200 mil casos. Apenas una brisa comparada con la información reciente.

Era para que el mundo estuviera en llamas; sin embargo acá estamos, bien comidos, bien juntitos y también bien resignados.

Particularmente en México, Gobierno y población no dan muestra de estar dispuestos a echar otro año a la basura. Hoy mismo me anduve peleando en una panadería abarrotada por una rosca de reyes.

➡️ IHU, la nueva variante del Covid-19 con más mutaciones que Ómicron

Acá hay una información clave. A pesar del intenso rebrote por el que atravesamos en ninguna otra etapa de la pandemia el número de muertes como proporción de los casos nuevos ha sido más bajo: apenas alcanzan el 0.5%. Por ejemplo la tasa de letalidad durante abril del 2020 llegó a ser del 9%.

Los datos recientes dan cuenta de la alta transmitibilidad de la variante Ómicron, de su baja letalidad y el efecto probado que han tenido las vacunas en reducir las muertes.

Observar la dinámica numérica de la pandemia y las reacciones sociales que desatan se me ha convertido en un hobbie fascinante.

¿Qué habríamos hecho si en abril del 2020, cuando se sumaban apenas 500 mil casos cada semana en todo el mundo, nos hubiesen dicho que dentro de dos años íbamos a contabilizar 9 millones en sólo siete días?

En aquellas semanas en las que el Apocalipsis parecía tan cercano con apenas medio millón de casos semanales quizá no nos hubiéramos encerrado a cal y canto y detenido la economía mundial. O quizá las restricciones hubiesen sido aún más severas y el pánico mucho más radical al que se vivió.

Todo es cuestión de perspectiva.

No es ocioso preguntarlo, los últimos dos años han sido determinantes para la historia mundial y las decisiones tomadas en el periodo serán honda materia de estudio futuro como lo han sido las guerras mundiales o las caídas de Constantinopla y Roma.

En una lectura superficial sobre las disonancias de estos tiempos pienso que la principal diferencia entre el Covid de la primavera del 2020 y el del invierno del 2021 es la velocidad y calidad con la que la información está fluyendo.

El virus nos agarró como al Tigre de Santa Julia en aquellos primeros meses del 2020 y se reaccionó como se pudo ante a la incertidumbre, en general con miedo y extrema cautela.

Dos años después en cambio se sabe bien que uno de cada tres contagiados no experimenta síntoma alguno y que entre los casos mundiales contabilizados el virus ha matado al 2% de pacientes, una importante mayoría de ellos en edad avanzada o con males crónicos como obesidad, diabetes, fallas cardiacas o renales. Este ultimo dato atenuado debido a un severo subregistro de contagios en todo el mundo.

También aprendimos que detener en seco la actividad económica como respuesta a la pandemia también genera dolor, subdesarrollo, pobreza y muertes; secuelas negativas quizá mayores a las de la enfermedad en el acumulado.

Es así que hemos optamos por abordar la realidad de la pandemia en un carril secundario a nuestras vidas.

Cuando las guerras se prolongan demasiado pasan de ocupar las primeras planas a gradualmente difuminarse en la normalidad colectiva, como ruido de fondo. Al parte de batalla en el frente del Covid le está sucediendo lo mismo.

Entonces si el virus se convierte en una realidad inescapable hay que ir aceptándola como la nueva enfermedad que es, con la cual hay que lidiar en el día a día.

Pero sobre todo, queda aprender de los errores.

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