Líderes católicos filipinos y responsables de ONG expresaronsu indignación por la voluntad del presidente Rodrigo Duterte derestablecer la pena de muerte y de ejecutar a diario a entre“cinco y seis” criminales.
El jefe de Estado es blanco de numerosas críticas por susangrienta campaña contra el tráfico de drogas y “su guerracontra el crimen”, que dejó más de cinco mil 300 muertos desdesu llegada al poder a fines de junio.
“Antes existía la pena de muerte, pero no pasaba nada”,dijo Duterte. “Dénmela y la aplicaré cada día a cinco o seiscriminales”.
Un alto dirigente de la Iglesia católica indicó que esta “seopondría de plano” al proyecto del presidente.
“Los filipinos serían considerados como un país debárbaros. Filipinas se convertiría en la capital mundial de lapena de muerte”, declaró a la AFP el padre Jerome Secillano, dela Conferencia de Obispos Católicos filipinos.
La pena de muerte fue abolida en el archipiélago en 2006 trasuna intensa campaña de la Iglesia. El catolicismo es la religióndel 80 por ciento de los filipinos.
Duterte ganó las elecciones presidenciales tras prometereliminar a decenas de miles de traficantes de droga y restablecerla pena de muerte.
Está previsto que la Cámara de Representantes vote en enerosobre el restablecimiento de la pena capital.
El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, ZeidRa’ad al Hussein, afirmó en una carta a los parlamentarios quelos filipinos violarían sus obligaciones internacionales siadoptan esa medida.
“Establecer una cuota de ejecuciones es la gota que colma elvaso”, dijo a la AFP Romeo Cabarde, vicepresidente de AmnistíaInternacional en Filipinas. “Estamos hablando de vidashumanas”, se indignó.