/ lunes 7 de octubre de 2024

A un año del inicio de la guerra, Israel es más extremista y está más aislado

Con Hamas y Hezbolá descabezados. el gobierno de ultraderecha atiza una escalada en Medio Otiente

Jerusalén. Después de un año de guerra en Gaza, y con Hamas y Hezbolá prácticamente descabezados, un sentimiento de euforia invade a la sociedad israelí, dando alas a la derecha más extremista y justificando una escalada regional que amenaza su economía y la aísla cada vez más del resto del mundo.

Tras un período de impopularidad extrema, primero por la reforma judicial y agravada después por los ataques del 7 de octubre, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, vuelve a liderar los sondeos, y su coalición de Gobierno, la más extremista en la historia de Israel, volvería a ganar en unas hipotéticas elecciones.

“Es como el ave fénix que resurge de sus cenizas”, afirma Tal Elovits, consultor político que trabajó como gestor del grupo parlamentario laborista en una legislatura anterior, y las encuestas más recientes parecen darle la razón.

Con todo, el experto advierte que, a pesar de la mejora en su popularidad, su partido, el Likud, todavía está muy lejos de una mayoría absoluta, y las tensiones en el seno de la coalición no hacen más que aumentar.

Esas tensiones no son más que el reflejo de una sociedad extremadamente dividida: por la reforma judicial, por un lado, pero también por la inclusión de los judíos ultraortodoxos en el Ejército, la gestión del acceso a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén o, incluso, el rumbo de la economía.

En este último punto, el presupuesto para 2025 todavía no ha sido aprobado, mientras las agencias de calificación de crédito no dejan de rebajar la nota de Israel y el país afronta un gasto por la guerra en Gaza de más de 20 mil millones de euros.

Puedes leer: A Israel no le queda mucho tiempo, advierte Irán

De no aprobarse el nuevo presupuesto antes del 31 de marzo, el gobierno se disolvería automáticamente y se convocarían elecciones anticipadas.

La noción de que Israel debe mostrar una fuerza extrema para asegurar su supervivencia en Oriente Medio, se está normalizando

Tal Elovits, Consultor Político

Y si bien parece que Netanyahu ha conseguido alejar el fantasma de la repetición electoral, con el país inmerso en una ofensiva militar en Líbano y tras recibir el apoyo del opositor Gideon Saar (que se sumó a la coalición a cambio de un cargo de ministro sin cartera), ningún Gobierno israelí ha logrado acabar su mandato desde 1992.

La deriva extremista del Ejecutivo de Netanyahu, consecuencia de la necesidad de mantener el apoyo de los partidos ultranacionalistas Poder Judío y Sionismo Religioso (ambos liderados por colonos antiárabes), también ha servido para aislar a Israel en la arena internacional.

Incluso Estados Unidos, su mayor aliado diplomático y militar, ha adoptado una postura cada vez más crítica con las autoridades israelíes, sancionando a algunos colonos en Cisjordania ocupada o retrasando el envío de armamento por el desproporcionado impacto que sufren los civiles en la Franja de Gaza.

Primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu / Reuters

Para Udi Sommer, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Tel Aviv y experto en la relación entre EU e Israel, la tensión entre aliados demuestra las profundas diferencias filosóficas que existen entre un Ejecutivo demócrata (el que lidera Joe Biden) y uno dominado por la extrema derecha.

Sommer afirma que, para Biden, la liberación de los rehenes israelíes en Gaza es una prioridad, mientras que para Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, líderes de Poder Judío y Sionismo Religioso (ambos al frente de carteras de peso en el gobierno), cualquier acuerdo con Hamas equivale a una derrota.

Para ellos, la situación de tensión regional y escalada militar es una oportunidad, “algo que les acerca a lo que creen que debería hacer Israel: apropiarse cada vez de más territorio, incluida la Franja de Gaza y Cisjordania”.

La nueva oleada de ataques contra Hezbolá en Líbano, que han acabado con la vida del líder del grupo, Hasán Nasrala, y otros altos cargos de la milicia proiraní más poderosa, ha dado un espaldarazo al expansionismo y militarismo que dominan Israel.

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Una sensación de euforia recorre la sociedad israelí, pero para Tal Elovits, el fenómeno es pasajero, al recordar la guerra del Yom Kipur, en 1973, a la que siguió apenas seis años después la normalización de las relaciones con Egipto.

Además, si bien el Likud de Netanyahu se está haciendo fuerte en las encuestas, lo hace a costa de Ben Gvir, lo que sugiere que el número de votantes de ultraderecha no estaría creciendo tan rápido como parece y los bloques se mantienen más o menos estáticos.

Jerusalén. Después de un año de guerra en Gaza, y con Hamas y Hezbolá prácticamente descabezados, un sentimiento de euforia invade a la sociedad israelí, dando alas a la derecha más extremista y justificando una escalada regional que amenaza su economía y la aísla cada vez más del resto del mundo.

Tras un período de impopularidad extrema, primero por la reforma judicial y agravada después por los ataques del 7 de octubre, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, vuelve a liderar los sondeos, y su coalición de Gobierno, la más extremista en la historia de Israel, volvería a ganar en unas hipotéticas elecciones.

“Es como el ave fénix que resurge de sus cenizas”, afirma Tal Elovits, consultor político que trabajó como gestor del grupo parlamentario laborista en una legislatura anterior, y las encuestas más recientes parecen darle la razón.

Con todo, el experto advierte que, a pesar de la mejora en su popularidad, su partido, el Likud, todavía está muy lejos de una mayoría absoluta, y las tensiones en el seno de la coalición no hacen más que aumentar.

Esas tensiones no son más que el reflejo de una sociedad extremadamente dividida: por la reforma judicial, por un lado, pero también por la inclusión de los judíos ultraortodoxos en el Ejército, la gestión del acceso a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén o, incluso, el rumbo de la economía.

En este último punto, el presupuesto para 2025 todavía no ha sido aprobado, mientras las agencias de calificación de crédito no dejan de rebajar la nota de Israel y el país afronta un gasto por la guerra en Gaza de más de 20 mil millones de euros.

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De no aprobarse el nuevo presupuesto antes del 31 de marzo, el gobierno se disolvería automáticamente y se convocarían elecciones anticipadas.

La noción de que Israel debe mostrar una fuerza extrema para asegurar su supervivencia en Oriente Medio, se está normalizando

Tal Elovits, Consultor Político

Y si bien parece que Netanyahu ha conseguido alejar el fantasma de la repetición electoral, con el país inmerso en una ofensiva militar en Líbano y tras recibir el apoyo del opositor Gideon Saar (que se sumó a la coalición a cambio de un cargo de ministro sin cartera), ningún Gobierno israelí ha logrado acabar su mandato desde 1992.

La deriva extremista del Ejecutivo de Netanyahu, consecuencia de la necesidad de mantener el apoyo de los partidos ultranacionalistas Poder Judío y Sionismo Religioso (ambos liderados por colonos antiárabes), también ha servido para aislar a Israel en la arena internacional.

Incluso Estados Unidos, su mayor aliado diplomático y militar, ha adoptado una postura cada vez más crítica con las autoridades israelíes, sancionando a algunos colonos en Cisjordania ocupada o retrasando el envío de armamento por el desproporcionado impacto que sufren los civiles en la Franja de Gaza.

Primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu / Reuters

Para Udi Sommer, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Tel Aviv y experto en la relación entre EU e Israel, la tensión entre aliados demuestra las profundas diferencias filosóficas que existen entre un Ejecutivo demócrata (el que lidera Joe Biden) y uno dominado por la extrema derecha.

Sommer afirma que, para Biden, la liberación de los rehenes israelíes en Gaza es una prioridad, mientras que para Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, líderes de Poder Judío y Sionismo Religioso (ambos al frente de carteras de peso en el gobierno), cualquier acuerdo con Hamas equivale a una derrota.

Para ellos, la situación de tensión regional y escalada militar es una oportunidad, “algo que les acerca a lo que creen que debería hacer Israel: apropiarse cada vez de más territorio, incluida la Franja de Gaza y Cisjordania”.

La nueva oleada de ataques contra Hezbolá en Líbano, que han acabado con la vida del líder del grupo, Hasán Nasrala, y otros altos cargos de la milicia proiraní más poderosa, ha dado un espaldarazo al expansionismo y militarismo que dominan Israel.

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Una sensación de euforia recorre la sociedad israelí, pero para Tal Elovits, el fenómeno es pasajero, al recordar la guerra del Yom Kipur, en 1973, a la que siguió apenas seis años después la normalización de las relaciones con Egipto.

Además, si bien el Likud de Netanyahu se está haciendo fuerte en las encuestas, lo hace a costa de Ben Gvir, lo que sugiere que el número de votantes de ultraderecha no estaría creciendo tan rápido como parece y los bloques se mantienen más o menos estáticos.

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