/ lunes 12 de agosto de 2019

Cazadores de icebergs, una profesión en Canadá

Quienes se dedican a esta actividad venden los bloques de hielo a comerciantes locales, quienes la embotellan, la mezclan con alcohol o la usan en la industria de la belleza

Edward Kean, un cazador de icebergs canadiense, se lleva los binoculares a los ojos y los baja encantado: acaba de ver su próxima presa, una masa blanca de decenas de metros de altura que sobresale en el horizonte frente a la costa de la isla canadiense de Terranova.

“Es un buen trozo de hielo... ¡tal vez le dispare!”, dice exultante Kean, quien ha aprovechado el jugoso comercio de agua de iceberg que ha sido catapultado por el derretimiento de los glaciares.

Cada mañana, con las primeras luces del alba, el capitán del barco pesquero Green Waters, de 60 años y apariencia corpulenta, se lanza al mar con sus tres marineros para cosechar en el llamado “corredor de los icebergs” su oro blanco, el hielo del Gran Norte.

Desde hace más de 20 años extrae el agua de estos bloques y la vende a comerciantes locales que la embotellan, la mezclan con alcohol o la usan para cosméticos.

Con la aceleración del calentamiento global en el Ártico, que acentúa la fundición de la banquisa, los negocios marchan bien. Pero desde el iceberg a los establecimientos, las jornadas son largas y el trabajo duro.

Esta mañana deben navegar 24 kilómetros para llegar al iceberg que ha registrado el satélite. Una vez al pie de la colosal muralla blanca que brilla bajo el sol del mediodía, saca su rifle, apunta y dispara varias veces para que se desprenda un trozo del iceberg.

Los disparos resuenan y la tripulación aguanta la respiración... Pero el hielo no cae. “A veces funciona, a veces no”, dice.

CARRERA CONTRA RELOJ

La temporada alta de icebergs se acerca a su fin y el tiempo apremia. “Al llegar aquí, los icebergs se derriten muy rápido”, cuenta el capitán. “Se derretirán en unas pocas semanas y volverán a la naturaleza de todos modos, así que no dañamos el medio ambiente, no tomamos nada, sólo aprovechamos el agua más pura que podemos encontrar”.

Dos marineros abordan una lancha a motor, con la que recorren los alrededores del iceberg para encontrar algún trozo que se haya desprendido previamente.

Ayudados con un palo y una red, envuelven esas pepitas de oro blanco, que pesan entre una y dos toneladas, y las atan al gancho de una grúa del barco.

Los trozos de icebergs son colocados en la cubierta, donde los golpean con un hacha para convertirlos en pedazos más pequeños que se almacenan en tanques de mil litros.

NICHO DE MERCADO

En total, habrán recolectado cerca de 800 mil litros de agua entre mayo y julio, la temporada alta de icebergs. Los compradores locales pagan un dólar por litro para comprar la preciada agua.

El agua de iceberg, con reputación de ser pura porque está congelada mucho antes de la contaminación atmosférica que trajo la Revolución Industrial, es ahora codiciada por marcas que desean seducir a un sector específico con productos de alta gama.

“Estamos tratando de apuntar al nicho de mercado de alimentos y productos saludables”, explica el capitán Kean.

Dyna-Pro, cliente del capitán, llena botellas de vidrio de cuidado diseño con agua de iceberg y las vende por unos 12 dólares cada una.

Auk Island Winery, en el turístico poblado de Twillingate, fabrica un licor de bayas silvestres con agua de iceberg que se vende a entre ocho y 70 dólares la botella.

Edward Kean, un cazador de icebergs canadiense, se lleva los binoculares a los ojos y los baja encantado: acaba de ver su próxima presa, una masa blanca de decenas de metros de altura que sobresale en el horizonte frente a la costa de la isla canadiense de Terranova.

“Es un buen trozo de hielo... ¡tal vez le dispare!”, dice exultante Kean, quien ha aprovechado el jugoso comercio de agua de iceberg que ha sido catapultado por el derretimiento de los glaciares.

Cada mañana, con las primeras luces del alba, el capitán del barco pesquero Green Waters, de 60 años y apariencia corpulenta, se lanza al mar con sus tres marineros para cosechar en el llamado “corredor de los icebergs” su oro blanco, el hielo del Gran Norte.

Desde hace más de 20 años extrae el agua de estos bloques y la vende a comerciantes locales que la embotellan, la mezclan con alcohol o la usan para cosméticos.

Con la aceleración del calentamiento global en el Ártico, que acentúa la fundición de la banquisa, los negocios marchan bien. Pero desde el iceberg a los establecimientos, las jornadas son largas y el trabajo duro.

Esta mañana deben navegar 24 kilómetros para llegar al iceberg que ha registrado el satélite. Una vez al pie de la colosal muralla blanca que brilla bajo el sol del mediodía, saca su rifle, apunta y dispara varias veces para que se desprenda un trozo del iceberg.

Los disparos resuenan y la tripulación aguanta la respiración... Pero el hielo no cae. “A veces funciona, a veces no”, dice.

CARRERA CONTRA RELOJ

La temporada alta de icebergs se acerca a su fin y el tiempo apremia. “Al llegar aquí, los icebergs se derriten muy rápido”, cuenta el capitán. “Se derretirán en unas pocas semanas y volverán a la naturaleza de todos modos, así que no dañamos el medio ambiente, no tomamos nada, sólo aprovechamos el agua más pura que podemos encontrar”.

Dos marineros abordan una lancha a motor, con la que recorren los alrededores del iceberg para encontrar algún trozo que se haya desprendido previamente.

Ayudados con un palo y una red, envuelven esas pepitas de oro blanco, que pesan entre una y dos toneladas, y las atan al gancho de una grúa del barco.

Los trozos de icebergs son colocados en la cubierta, donde los golpean con un hacha para convertirlos en pedazos más pequeños que se almacenan en tanques de mil litros.

NICHO DE MERCADO

En total, habrán recolectado cerca de 800 mil litros de agua entre mayo y julio, la temporada alta de icebergs. Los compradores locales pagan un dólar por litro para comprar la preciada agua.

El agua de iceberg, con reputación de ser pura porque está congelada mucho antes de la contaminación atmosférica que trajo la Revolución Industrial, es ahora codiciada por marcas que desean seducir a un sector específico con productos de alta gama.

“Estamos tratando de apuntar al nicho de mercado de alimentos y productos saludables”, explica el capitán Kean.

Dyna-Pro, cliente del capitán, llena botellas de vidrio de cuidado diseño con agua de iceberg y las vende por unos 12 dólares cada una.

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