/ jueves 4 de noviembre de 2021

COP26: Más de 40 países se comprometen a frenar uso de carbón en producción eléctrica

Aunque algunos de los grandes consumidores de carbón se sumaron al acuerdo, China, Estados Unidos, Australia e India se abstuvieron

Más de 40 países firmaron un acuerdo para terminar con el uso de carbón en la generación de electricidad. Entre los signatarios se encuentran algunos de las más grandes consumidores de este combustible, como Canadá, Polonia, Vietnam, Corea del Sur, Ucrania e Indonesia. En el caso de las economías más grandes de este grupo, se comprometieron a terminar con el uso de carbón en la década de 2030, mientras las más pequeñas lo proyectan para el siguiente decenio.

Más allá de la generación eléctrica, el carbón se usa para alimentar los hornos de metal, acero y cemento, así como algunos sistemas de calefacción.

La industria del carbón todavía es responsable del 30 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que reemplazar su uso con alternativas limpias es una prioridad internacional para frenar el cambio climático.

Hasta 2012, el carbón era la fuente del 41 por ciento de la electricidad de Reino Unido, y cayó hasta el 1.6% en 2020. Sin embargo, esta reducción se debe en gran parte al uso de gas natural, otro combustible fósil.

Si bien el gas natural emite una menor cantidad de bióxido de carbono, las nuevas plantas eléctricas impulsadas por este combustible –pensadas para funcionar hasta la década de 2050– no son una solución real para el problema.

A pesar de los avances logrados en cuanto energías renovables, la generación mediante la quema de carbón se está elevando nuevamente mientras la economía se reactiva tras la pandemia de Covid-19, particularmente en Alemania y Estados Unidos. Mientras tanto, China ordenó incrementar la producción de carbón a fin de solventar la demanda de electricidad que enfrenta.

En este sentido, los mayores consumidores de carbón, como Australia, China, Estados Unidos, India y Sudáfrica, se abstuvieron de firmar el acuerdo de descarbonización.

En el caso particular de China, el corte al financiamiento de plantas energéticas impulsadas por carbón en el extranjero supondrá el fin de 44 centrales alrededor del mundo; no obstante, las centrales en su territorio se siguen multiplicando.

China acumuló el 50 por ciento de la capacidad eléctrica mundial impulsada por carbón en 2020, mientras construye plantas con una capacidad productiva de 100 gigawats (GW), y otros 160GW en etapa de planeación.

El carbón se mantiene como una fuente accesible, abundante y confiable fuente de electricidad. En muchos de los países con un gran consumo, la empresas estatales tienden a dominar el sector minero y eléctrico. Derivado de los intereses en este sentido, la descarbonización enfrenta un fuerte rechazo.

Uno de los temores más generalizado ante el abandono del carbón es que desprenderse rápidamente de la minería y el consumo de éste empobrecería a países y regiones donde esta industria es el principal generador de empleos. Sin mencionar la pérdida de impuestos que se usan para financiar varios servicios públicos.

Además de lo anterior, las centrales impulsadas por carbón alrededor del mundo son relativamente nuevas, por lo que cesar sus actividades implicaría un alto riesgo de pérdida para sus dueños.

A pesar de esto, existe la posibilidad de hace una transición adecuada hacia energías limpias, involucrando los mineros y otros trabajadores de la industria del carbón y aprovechar su experiencia en nuevas fuentes de producción de bajas emisiones, incluidas las energías renovables.

Las barreras tecnológicas tampoco son un obstáculo real para la descarbinización de la industria eléctrica. En países como Estados Unidos ya se pusieron en marcha acuerdos con los más grandes proveedores del país para retirar las centrales impulsadas por carbón y reemplazarlas con energía solar.

En el caso de la industria del acero y el cemento la transición es más complicada, pero no imposible. Los hornos de acero pueden impulsar con electricidad, y el hidrógeno limpio ya está siendo probado por multinacionales del cemento y el acero en países de Europa, como Alemania y Suecia.

Aunque el hidrógeno limpio es hasta la fecha más caro que el carbón o el gas, una mayor inversión en las tecnologías necesarias para producirlo, sumada a la reducción de los costos de la electricidad limpia para el suministro, podrían convertirlo en una alternativa tan accesible como los combustibles fósiles antes de lo planeado.



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Más de 40 países firmaron un acuerdo para terminar con el uso de carbón en la generación de electricidad. Entre los signatarios se encuentran algunos de las más grandes consumidores de este combustible, como Canadá, Polonia, Vietnam, Corea del Sur, Ucrania e Indonesia. En el caso de las economías más grandes de este grupo, se comprometieron a terminar con el uso de carbón en la década de 2030, mientras las más pequeñas lo proyectan para el siguiente decenio.

Más allá de la generación eléctrica, el carbón se usa para alimentar los hornos de metal, acero y cemento, así como algunos sistemas de calefacción.

La industria del carbón todavía es responsable del 30 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que reemplazar su uso con alternativas limpias es una prioridad internacional para frenar el cambio climático.

Hasta 2012, el carbón era la fuente del 41 por ciento de la electricidad de Reino Unido, y cayó hasta el 1.6% en 2020. Sin embargo, esta reducción se debe en gran parte al uso de gas natural, otro combustible fósil.

Si bien el gas natural emite una menor cantidad de bióxido de carbono, las nuevas plantas eléctricas impulsadas por este combustible –pensadas para funcionar hasta la década de 2050– no son una solución real para el problema.

A pesar de los avances logrados en cuanto energías renovables, la generación mediante la quema de carbón se está elevando nuevamente mientras la economía se reactiva tras la pandemia de Covid-19, particularmente en Alemania y Estados Unidos. Mientras tanto, China ordenó incrementar la producción de carbón a fin de solventar la demanda de electricidad que enfrenta.

En este sentido, los mayores consumidores de carbón, como Australia, China, Estados Unidos, India y Sudáfrica, se abstuvieron de firmar el acuerdo de descarbonización.

En el caso particular de China, el corte al financiamiento de plantas energéticas impulsadas por carbón en el extranjero supondrá el fin de 44 centrales alrededor del mundo; no obstante, las centrales en su territorio se siguen multiplicando.

China acumuló el 50 por ciento de la capacidad eléctrica mundial impulsada por carbón en 2020, mientras construye plantas con una capacidad productiva de 100 gigawats (GW), y otros 160GW en etapa de planeación.

El carbón se mantiene como una fuente accesible, abundante y confiable fuente de electricidad. En muchos de los países con un gran consumo, la empresas estatales tienden a dominar el sector minero y eléctrico. Derivado de los intereses en este sentido, la descarbonización enfrenta un fuerte rechazo.

Uno de los temores más generalizado ante el abandono del carbón es que desprenderse rápidamente de la minería y el consumo de éste empobrecería a países y regiones donde esta industria es el principal generador de empleos. Sin mencionar la pérdida de impuestos que se usan para financiar varios servicios públicos.

Además de lo anterior, las centrales impulsadas por carbón alrededor del mundo son relativamente nuevas, por lo que cesar sus actividades implicaría un alto riesgo de pérdida para sus dueños.

A pesar de esto, existe la posibilidad de hace una transición adecuada hacia energías limpias, involucrando los mineros y otros trabajadores de la industria del carbón y aprovechar su experiencia en nuevas fuentes de producción de bajas emisiones, incluidas las energías renovables.

Las barreras tecnológicas tampoco son un obstáculo real para la descarbinización de la industria eléctrica. En países como Estados Unidos ya se pusieron en marcha acuerdos con los más grandes proveedores del país para retirar las centrales impulsadas por carbón y reemplazarlas con energía solar.

En el caso de la industria del acero y el cemento la transición es más complicada, pero no imposible. Los hornos de acero pueden impulsar con electricidad, y el hidrógeno limpio ya está siendo probado por multinacionales del cemento y el acero en países de Europa, como Alemania y Suecia.

Aunque el hidrógeno limpio es hasta la fecha más caro que el carbón o el gas, una mayor inversión en las tecnologías necesarias para producirlo, sumada a la reducción de los costos de la electricidad limpia para el suministro, podrían convertirlo en una alternativa tan accesible como los combustibles fósiles antes de lo planeado.



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