La Estación Espacial Internacional (EEI) se convirtió durante casi dos décadas en un oasis de cooperación mundial, por encima de diferencias geopolíticas y situaciones socio-económicas, y con resultados palpables.
En tiempos de la Unión Soviética, cuando aún existía el complejo orbital Mir, desde EU se lanzó, en 1984, la idea de una estación occidental independiente que se presentó como el proyecto “Freedom”, pero luego se admitió su elevado costo.
Para 1992, se reconoció que solo de forma conjunta se podían asumir los gastos para crear otra estación orbital permanente, dirigida a la investigación científica. El 20 de noviembre de 1998, se envía al espacio el primer componente de la ISS.
El nacimiento del nuevo complejo orbital se toma desde la llegada del primer módulo de transporte ruso Zaria al espacio, lanzado por un cohete Proton-K, y el acople a ese aparato cósmico del módulo estadounidense Unity.
La EEI posee ahora 15 módulos de servicios y de laboratorios, entre ellos, los rusos Zaria, Zvezda, Pirs, Poisk y Rasvet, los estadounidenses Unity, Destiny, Quest, Armonia, Traquility, Cupula y Leonardo, así como el europeo Columbus y japonés Kibu (doble). Pese a los cambios ocurridos en los nexos entre Occidente y Rusia, con un estrechamiento de lazos en la década de 1990 y un deterioro de los mismos a principios de este siglo, el sentido común venció las diferencias para enfrentar un costoso proyecto.
De hecho, los gastos en el programa de la ISS, entre la Agencia Espacial Rusa, la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Japonesa, entre otros participantes, ascendieron a 150 mil millones de dólares, mientras el desembolso anual es de cinco mil millones.
Rusia invirtió unos tres mil 500 millones de dólares en la creación de su segmento dentro de la EEI, mientras Estados Unidos gastó 100 mil millones.
El Programa Federal Espacial de Rusia prevé desembolsos de 2016 a 2025 por 250 mil millones de rublos (tres mil 808 millones de dólares) para los trabajos de la ISS, de ellos 14 mil millones de rublos (213 millones 284 mil dólares) solo en este año.
La ISS vivió momentos tensos, incluido después que el desastre del shattle Columbia, en febrero de 2003, obligó a Estados Unidos a suspender sus envíos independientes hasta 2005, para finalmente poner fin a ese programa en 2010.
Además de las dificultades externas, la ISS registra problemas internos como la aparición en agosto de este año, de un orificio en la nave tripulada Soyuz MC-09, acoplada a la EEI, que provocó una caída de la presión dentro de esa nave.
El problema fue resuelto de forma operativa por los propios astronautas, pero las causas son aún un misterio.
Además, el complejo orbital lo habitan unos 100 microorganismos que deterioran su cubierta y podrían amenazar la salud de la tripulación, consideró el vicejefe de Problemas Médicos y Biológicos de la Academia de Ciencias de Rusia, Valeri Bogamolov.
EL FUTURO
En 2014, el entonces viceprimer ministro ruso y actual director de la agencia Roskosmos, Dmitri Rogozin, consideró que el programa de la EEI llegaba solo hasta el 2020, pero luego Moscú y Washington decidieron alargar su trabajo hasta 2024.
Después de esa fecha, Estados Unidos desea crear el llamado Deep Space Gateway, es decir, una estación con órbita alrededor de la Luna. Mientras Rusia podría renovar su actual segmento en la ISS para separarse y formar una Estación Espacial Rusa.
Por otro lado, China prevé la formación para 2022 de su propia estación orbital, basada en el módulo Shenzou, al cual invita a otros socios internacionales. Todos los módulos guardan una alta similitud con los soviéticos Soliut y Soyuz.
En medio de las tensiones de Rusia y China con Estados Unidos, que impone constantemente sanciones a Moscú, la colaboración científica internacional se pone ante una difícil situación que pasó hasta ahora la prueba del tiempo.
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