/ domingo 7 de enero de 2018

El arte de reír en las pinturas del siglo de oro neerlandes

Los holandeses, como cada pueblo y cultura, tienen su propio sentido del humor, pero ¿qué los hacía reír en su Siglo de Oro?

Una mañana fría y nublada de diciembre llegué al Museo Frans Hals en Haarlem ya que para empezar el año quería escribirles sobre la exposición El arte de reír.  Humor en la pintura neerlandesa del Siglo de Oro porque pensé que ya el mero título inspira a quienes estamos haciendo nuestra lista de propósitos para este 2018.

Los holandeses, como cada pueblo y cultura, tienen su propio sentido del humor. ¿Qué los hacía reír en su Siglo de Oro, el XVII? Fue una época de grandes riquezas, de importantes innovaciones, de abrirse al mundo gracias al comercio que los llevó por todos los rincones del planeta. Florecieron los artistas e incluso la gente de medianos recursos podía darse el lujo de tener pinturas originales en sus casas. Claro que no todos querían retratos, marinas, paisajes, pinturas con temas religiosos o naturalezas muertas. Les parecía importante también tener óleos que les alegraran, que provocaran la risa o la sonrisa tanto de los miembros de la familia como de sus amigos. El humor se consideraba saludable. Algunos médicos incluso lo recomendaban como remedio contra las aflicciones y aseguraban que también fortalecía el cuerpo.

Cuando pienso en situaciones cómicas dentro de la pintura neerlandesa me viene a la mente Jan Steen, un especialista en este género. ¿Se imagina a un grupo de niños enseñando a un gato a bailar? ¿O una fiesta de pueblo en la que se dan muchos momentos simpáticos?  Son dos de las varias pinturas de este artista que pude ver en la exposición además de

Autorretrato con laúd (c. 1663-65) en que se le ve sonriente tocando ese instrumento acompañado de una jarra de cerveza.  En pocas palabras, disfrutando.  De él dijo en 1927 el entonces director del Museo del Reino Fredrik Schmidt-Degener: “Steen predicaba la alegría de vivir y lo demostraba con su ejemplo.”

Obviamente a lo largo de la exposición pude ver a muchas escenas simpáticas, como a un niño echándole agua con lo que parece una cerbatana (la versión antigua de una pistola de agua) a una doncella que está lavando una olla. O unos niños tratando de que un perro barriera con una escoba mientras, al lado, unos jóvenes juegan a las cartas. ¿Será que veían difícil “barrer” a los contendientes en la partida?

Me quedó claro que para entender ciertas escenas hay que conocer dichos y refranes neerlandeses. Sin embargo hay muchas otras que nos provocan directamente una sonrisa, como ver una pareja de búhos malencarados, vestidos y patinando en hielo. Sobre ellos una cinta dice: ¡Qué buena pareja hacemos!

Hablando de parejas, me enterneció una en que se ve un hombre y una mujer mayores bailando con gran entusiasmo al ritmo que les marca un joven con su violín.

Otras escenas son pícaras y en ellas el mensaje sexual juega un papel importante.  Por ejemplo: Cortesana sonriente sosteniendo una pintura obscena (1625) de Gerard van Honthorst, que lleva en la mano un medallón con una figura femenina desnuda, de espaldas, con el rostro girado hacia el espectador, pero tapándoselo con la mano con los dedos abiertos, como para que no la reconozcan. Cierro mis comentarios con Niño durmiendo en su sillita (1654), de Johannes Verspronck. Es un trampantojo, una obra cuyo objeto es engañar al ojo porque reproduce una escena a tamaño real. En este caso me imagino a un visitante que entra en una casa y le parece ver al hijo menor de la familia dormidito en una silla, con un gato a sus pies.mLa risa que le debe dar tanto al anfitrión como a él cuando se acerca para constatar que ese niño es simplemente una pintura.

Como le he mencionado, en esta exposición, que estará abierta hasta el 18 de marzo en el Museo Frans Hals de Haarlem, a lo largo de las salas se ven desde escenas con damas y caballeros de alcurnia hasta con campesinos, pasando por cortesanas y bufones. Incluso los mismos pintores se retrataron en situaciones cómicas. Prefiero dejar aquí las palabras y que pueda ver más ejemplos de esas obras cuyo objetivo es dibujar una sonrisa en su rostro.  Recuerde que “una sonrisa es una curva que lo endereza todo” (Phyllis Diller).

Le deseo un año lleno de sonrisas.

Cualquier comentario relacionado con este artículo, favor de dirigirlo a mestrada@elsoldemexico.com.mx

Una mañana fría y nublada de diciembre llegué al Museo Frans Hals en Haarlem ya que para empezar el año quería escribirles sobre la exposición El arte de reír.  Humor en la pintura neerlandesa del Siglo de Oro porque pensé que ya el mero título inspira a quienes estamos haciendo nuestra lista de propósitos para este 2018.

Los holandeses, como cada pueblo y cultura, tienen su propio sentido del humor. ¿Qué los hacía reír en su Siglo de Oro, el XVII? Fue una época de grandes riquezas, de importantes innovaciones, de abrirse al mundo gracias al comercio que los llevó por todos los rincones del planeta. Florecieron los artistas e incluso la gente de medianos recursos podía darse el lujo de tener pinturas originales en sus casas. Claro que no todos querían retratos, marinas, paisajes, pinturas con temas religiosos o naturalezas muertas. Les parecía importante también tener óleos que les alegraran, que provocaran la risa o la sonrisa tanto de los miembros de la familia como de sus amigos. El humor se consideraba saludable. Algunos médicos incluso lo recomendaban como remedio contra las aflicciones y aseguraban que también fortalecía el cuerpo.

Cuando pienso en situaciones cómicas dentro de la pintura neerlandesa me viene a la mente Jan Steen, un especialista en este género. ¿Se imagina a un grupo de niños enseñando a un gato a bailar? ¿O una fiesta de pueblo en la que se dan muchos momentos simpáticos?  Son dos de las varias pinturas de este artista que pude ver en la exposición además de

Autorretrato con laúd (c. 1663-65) en que se le ve sonriente tocando ese instrumento acompañado de una jarra de cerveza.  En pocas palabras, disfrutando.  De él dijo en 1927 el entonces director del Museo del Reino Fredrik Schmidt-Degener: “Steen predicaba la alegría de vivir y lo demostraba con su ejemplo.”

Obviamente a lo largo de la exposición pude ver a muchas escenas simpáticas, como a un niño echándole agua con lo que parece una cerbatana (la versión antigua de una pistola de agua) a una doncella que está lavando una olla. O unos niños tratando de que un perro barriera con una escoba mientras, al lado, unos jóvenes juegan a las cartas. ¿Será que veían difícil “barrer” a los contendientes en la partida?

Me quedó claro que para entender ciertas escenas hay que conocer dichos y refranes neerlandeses. Sin embargo hay muchas otras que nos provocan directamente una sonrisa, como ver una pareja de búhos malencarados, vestidos y patinando en hielo. Sobre ellos una cinta dice: ¡Qué buena pareja hacemos!

Hablando de parejas, me enterneció una en que se ve un hombre y una mujer mayores bailando con gran entusiasmo al ritmo que les marca un joven con su violín.

Otras escenas son pícaras y en ellas el mensaje sexual juega un papel importante.  Por ejemplo: Cortesana sonriente sosteniendo una pintura obscena (1625) de Gerard van Honthorst, que lleva en la mano un medallón con una figura femenina desnuda, de espaldas, con el rostro girado hacia el espectador, pero tapándoselo con la mano con los dedos abiertos, como para que no la reconozcan. Cierro mis comentarios con Niño durmiendo en su sillita (1654), de Johannes Verspronck. Es un trampantojo, una obra cuyo objeto es engañar al ojo porque reproduce una escena a tamaño real. En este caso me imagino a un visitante que entra en una casa y le parece ver al hijo menor de la familia dormidito en una silla, con un gato a sus pies.mLa risa que le debe dar tanto al anfitrión como a él cuando se acerca para constatar que ese niño es simplemente una pintura.

Como le he mencionado, en esta exposición, que estará abierta hasta el 18 de marzo en el Museo Frans Hals de Haarlem, a lo largo de las salas se ven desde escenas con damas y caballeros de alcurnia hasta con campesinos, pasando por cortesanas y bufones. Incluso los mismos pintores se retrataron en situaciones cómicas. Prefiero dejar aquí las palabras y que pueda ver más ejemplos de esas obras cuyo objetivo es dibujar una sonrisa en su rostro.  Recuerde que “una sonrisa es una curva que lo endereza todo” (Phyllis Diller).

Le deseo un año lleno de sonrisas.

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