/ viernes 31 de julio de 2020

Tormenta del Desierto... La guerra como espectáculo

Se cumplen 30 años del inicio formal de la primera Guerra del Golfo el 2 de agosto de 1990; aunque el anuncio oficial se dio siete meses después desencadenando en la primera operación bélica de la historia transmitida en vivo por televisión

Libraremos “la madre de todas las batallas”, diría Saddam Hussein tras el anuncio esperado por meses. En cadena nacional, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, acababa de declarar el inicio de la guerra contra Irak, cuyo nombre en clave era “Operación Tormenta del Desierto”.

Era el 17 de enero de 1991, aunque la llamada Guerra del Golfo inició formalmente el 2 de agosto de 1990 con la invasión y anexión de Kuwait por las tropas del dictador iraquí, entre otras causas, por la sed de protagonismo de Hussein en Medio Oriente y los bajos precios del petróleo que asfixiaban la economía iraquí, y que Bagdad atribuyó a la superproducción kuwaití. Siete meses de ocupación que desembocaron en la primera operación bélica de la historia transmitida en vivo por televisión.

Las nuevas tecnologías satelitales se pusieron al servicio de la guerra como espectáculo, con una cobertura en directo por parte de las principales cadenas estadounidenses, con CNN a la cabeza.

Foto: Reuters

EN VIVO Y EN DIRECTO

Desde el primer bombardeo aéreo contra objetivos iraquíes, la televisión transmitió durante horas de manera ininterrumpida las últimas noticias del conflicto, declaraciones en directo, opiniones de expertos y a las tropas estadounidenses en el terreno.

El movimiento de los pesados tanques por el desierto, levantando arena a su paso, fueron imágenes que daban la vuelta al mundo en el momento en que ocurrían, y los noticieros matutinos y nocturnos cambiaron para siempre.

CNN, la televisora “oficial” de la guerra, cambió la forma de hacer noticias. A partir de ese momento “la cobertura de noticias en vivo era lo que las audiencias exigían, y las organizaciones de noticias se esforzaron por darles lo que pedían”, recuerdan corresponsales que estuvieron en Bagdad durante los primeros bombardeos.

Sin embargo, la cobertura de la guerra tenía un precedente negro para Estados Unidos que el gobierno no iba a dejar repetir. En 1990 Vietnam todavía significaba un trauma político y emocional para el país debido a las imágenes que en gran medida cambiaron el rumbo de un largo conflicto que culminó en 1975 con la humillante salida de las tropas de EU.

Apenas un instante terrible podía poner a toda una sociedad en contra de su gobierno y de su ejército. “La fotografía es el arma más poderosa del mundo”, dijo Eddie Adams, fotógrafo de Associated Press, que en febrero de 1968 captó el momento en que el jefe de la Policía Nacional de Vietnam del Sur -aliado de Estados Unidos- ejecutaba sumariamente en plena calle a un prisionero desarmado y maniatado de un tiro en la cabeza.

Foto: Reuters

La imagen se convirtió en una crítica de la guerra y de ello aprendió el gobierno estadounidense, que para esta nueva “aventura” en el Golfo Pérsico aplicó una política mucho más restrictiva hacia los medios.

La mayor parte de la información provenía de ruedas de prensa organizadas por el Pentágono, que sólo permitía a ciertos periodistas ir al frente de batalla con vigilancia extrema, sujetos a la aprobación y censura de oficiales.

Los mismos medios aplicaron la autocensura al restringir imágenes potencialmente peligrosas para sus fines comerciales y los fines propagandísticos oficiales, como la fotografía de un soldado iraquí calcinado que en Europa tuvo gran repercusión y que el público estadounidense nunca vio.

Así, la mayoría de los medios de comunicación de EU narraron la Guerra del Golfo como un espectáculo dramático, patriótico y desde el punto de vista exclusivamente norteamericano.

Del lado iraquí no era muy diferente. El gobierno de Saddam permitía las transmisiones en directo a las cadenas occidentales, pero con censura, a excepción de las imágenes de misiles cayendo sobre Bagdad.

Algunos periodistas estadounidenses, como el presentador de la cadena ABC Ted Koppel, levantaron la voz para denunciar las restricciones informativas del gobierno de Bush padre. "No estoy seguro de interés del público en ver lo que aparenta ser una guerra sin dolor, cuando entre 50 mil y 100 mil personas pueden haber muerto del otro lado", declaró Koppel.

Foto: Reuters

IMPORTANTE Y DESTRUCTIVA

Kuwait estima que 605 personas, en su mayoría kuwaitíes, desaparecieron durante los siete meses de ocupación iraquí y la guerra posterior, dejando al emirato destruido y con pozos de petróleo ardiendo. Cifras oficiales indican que también murieron unos 30 mil iraquíes y casi 400 soldados de la coalición de más de 30 países autorizada por la ONU y encabezada por EU.

Sin embargó, organizaciones como Greenpeace estimaron que unas 210 mil personas murieron en el conflicto, que en 1991 calificaron como “la guerra más importante y destructiva” de la historia moderna, con un nivel excepcional de daños humanos y ambientales en un corto periodo de tiempo, en medio de una “saturación informativa” sin precedentes.

Se estima que en Irak fueron lanzadas 250 mil bombas -6 mil bombas al día-, que arrasaron con instalaciones tanto militares como civiles. Pero las víctimas no aparecieron en televisión.

Foto: Reuters

El espectáculo de la guerra nunca fue más rentable que en la operación Tormenta del Desierto, y el público estadounidense inició su reconciliación con sus fuerzas armadas, a pesar de las palabras de Ernest Hemingway, uno de sus más grandes escritores: “no vayan a creer que la guerra, ni siquiera la más necesaria, ni siquiera la más justificada, no es un crimen. Pregúntenles a los soldados de infantería y a los muertos”.

Doce años después, esta vez con el pretexto falso de que Irak tenía armas de destrucción masiva, otra coalición encabezada por Estados Unidos (esta vez con George Bush hijo a la cabeza) y Reino Unido iniciaría la segunda Guerra del Golfo que puso fin al régimen de Hussein, dejando un país en ruinas y desatando los demonios yihadistas y de lo que después sería llamado el Estado Islámico.



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Libraremos “la madre de todas las batallas”, diría Saddam Hussein tras el anuncio esperado por meses. En cadena nacional, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, acababa de declarar el inicio de la guerra contra Irak, cuyo nombre en clave era “Operación Tormenta del Desierto”.

Era el 17 de enero de 1991, aunque la llamada Guerra del Golfo inició formalmente el 2 de agosto de 1990 con la invasión y anexión de Kuwait por las tropas del dictador iraquí, entre otras causas, por la sed de protagonismo de Hussein en Medio Oriente y los bajos precios del petróleo que asfixiaban la economía iraquí, y que Bagdad atribuyó a la superproducción kuwaití. Siete meses de ocupación que desembocaron en la primera operación bélica de la historia transmitida en vivo por televisión.

Las nuevas tecnologías satelitales se pusieron al servicio de la guerra como espectáculo, con una cobertura en directo por parte de las principales cadenas estadounidenses, con CNN a la cabeza.

Foto: Reuters

EN VIVO Y EN DIRECTO

Desde el primer bombardeo aéreo contra objetivos iraquíes, la televisión transmitió durante horas de manera ininterrumpida las últimas noticias del conflicto, declaraciones en directo, opiniones de expertos y a las tropas estadounidenses en el terreno.

El movimiento de los pesados tanques por el desierto, levantando arena a su paso, fueron imágenes que daban la vuelta al mundo en el momento en que ocurrían, y los noticieros matutinos y nocturnos cambiaron para siempre.

CNN, la televisora “oficial” de la guerra, cambió la forma de hacer noticias. A partir de ese momento “la cobertura de noticias en vivo era lo que las audiencias exigían, y las organizaciones de noticias se esforzaron por darles lo que pedían”, recuerdan corresponsales que estuvieron en Bagdad durante los primeros bombardeos.

Sin embargo, la cobertura de la guerra tenía un precedente negro para Estados Unidos que el gobierno no iba a dejar repetir. En 1990 Vietnam todavía significaba un trauma político y emocional para el país debido a las imágenes que en gran medida cambiaron el rumbo de un largo conflicto que culminó en 1975 con la humillante salida de las tropas de EU.

Apenas un instante terrible podía poner a toda una sociedad en contra de su gobierno y de su ejército. “La fotografía es el arma más poderosa del mundo”, dijo Eddie Adams, fotógrafo de Associated Press, que en febrero de 1968 captó el momento en que el jefe de la Policía Nacional de Vietnam del Sur -aliado de Estados Unidos- ejecutaba sumariamente en plena calle a un prisionero desarmado y maniatado de un tiro en la cabeza.

Foto: Reuters

La imagen se convirtió en una crítica de la guerra y de ello aprendió el gobierno estadounidense, que para esta nueva “aventura” en el Golfo Pérsico aplicó una política mucho más restrictiva hacia los medios.

La mayor parte de la información provenía de ruedas de prensa organizadas por el Pentágono, que sólo permitía a ciertos periodistas ir al frente de batalla con vigilancia extrema, sujetos a la aprobación y censura de oficiales.

Los mismos medios aplicaron la autocensura al restringir imágenes potencialmente peligrosas para sus fines comerciales y los fines propagandísticos oficiales, como la fotografía de un soldado iraquí calcinado que en Europa tuvo gran repercusión y que el público estadounidense nunca vio.

Así, la mayoría de los medios de comunicación de EU narraron la Guerra del Golfo como un espectáculo dramático, patriótico y desde el punto de vista exclusivamente norteamericano.

Del lado iraquí no era muy diferente. El gobierno de Saddam permitía las transmisiones en directo a las cadenas occidentales, pero con censura, a excepción de las imágenes de misiles cayendo sobre Bagdad.

Algunos periodistas estadounidenses, como el presentador de la cadena ABC Ted Koppel, levantaron la voz para denunciar las restricciones informativas del gobierno de Bush padre. "No estoy seguro de interés del público en ver lo que aparenta ser una guerra sin dolor, cuando entre 50 mil y 100 mil personas pueden haber muerto del otro lado", declaró Koppel.

Foto: Reuters

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Kuwait estima que 605 personas, en su mayoría kuwaitíes, desaparecieron durante los siete meses de ocupación iraquí y la guerra posterior, dejando al emirato destruido y con pozos de petróleo ardiendo. Cifras oficiales indican que también murieron unos 30 mil iraquíes y casi 400 soldados de la coalición de más de 30 países autorizada por la ONU y encabezada por EU.

Sin embargó, organizaciones como Greenpeace estimaron que unas 210 mil personas murieron en el conflicto, que en 1991 calificaron como “la guerra más importante y destructiva” de la historia moderna, con un nivel excepcional de daños humanos y ambientales en un corto periodo de tiempo, en medio de una “saturación informativa” sin precedentes.

Se estima que en Irak fueron lanzadas 250 mil bombas -6 mil bombas al día-, que arrasaron con instalaciones tanto militares como civiles. Pero las víctimas no aparecieron en televisión.

Foto: Reuters

El espectáculo de la guerra nunca fue más rentable que en la operación Tormenta del Desierto, y el público estadounidense inició su reconciliación con sus fuerzas armadas, a pesar de las palabras de Ernest Hemingway, uno de sus más grandes escritores: “no vayan a creer que la guerra, ni siquiera la más necesaria, ni siquiera la más justificada, no es un crimen. Pregúntenles a los soldados de infantería y a los muertos”.

Doce años después, esta vez con el pretexto falso de que Irak tenía armas de destrucción masiva, otra coalición encabezada por Estados Unidos (esta vez con George Bush hijo a la cabeza) y Reino Unido iniciaría la segunda Guerra del Golfo que puso fin al régimen de Hussein, dejando un país en ruinas y desatando los demonios yihadistas y de lo que después sería llamado el Estado Islámico.



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