/ viernes 17 de marzo de 2017

Holanda: ¿una lección para el resto del continente europeo?

PARIS, Francia. (OEM-Informex).- La bomba explotó en Holanda,pero la onda expansiva llegó a toda Europa. Los resultados de laelección parlamentaria holandesa del miércoles significan -por unlado-, una clara advertencia para Francia y Alemania, que irán alas urnas en los próximos meses. Pero, sobre todo, representan undramático llamado de atención para los otros países europeos queen los últimos años aplicaron implacables políticas deausteridad destinadas a equilibrar sus finanzas sin tener demasiadoen cuenta el costo social de la purga.

La gran sorpresa que mostraron las urnas cuando se abrieron fueque el factor determinante de la elección no era la amenaza querepresentaba el Partido por la Libertad (PVV) del líder xenófobo,racista y antiislámico GeertWilders. El riesgo de una victoria dela extrema derecha estaba relativamente neutralizado por laexistencia de tres mecanismos de protección del sistema: el“cordón sanitario” que forman los otros partidos del arcodemocrático, la proliferación de movimientos políticos (28) y laseguridad suplementaria, aportada por el sistema de proporcionalintegral que rige las elecciones holandesas.

El fantasma de la extrema derecha fue un instrumento de protestautilizado por los electores para sancionar a los gobernantes y auna parte de la clase política. El mismo fenómeno probablementese reproducirá en los próximos meses en Francia y Alemania. ElPVV, el Frente Nacional (FN) y el movimiento de extrema derechaAlternativa para Alemania (AfD), canalizan sobre todo la protestapopular. Esa función la cumplió durante años el PartidoComunista. La prueba más elocuente es que su electorado provienede los mismos sectores sociales -obreros, agricultores yempleados-, en los que antes abrevaban los comunistas. A esosgrupos se sumaron ahora la clase media baja -desclasada por lacrisis-, los desempleados y los jóvenes sin futuro y sinesperanzas.

En el caso de Holanda, los electores sancionaron claramente alos partidos que integraban la coalición de Gobierno que fue laencargada de aplicar uno de los programas de austeridad másseveros de la historia moderna del país. Ese fenómeno explica elderrumbe del Partido Liberal y Demócrata (VDD) del primer ministroMark Rutte. Si bien sigue siendo la principal formación políticadel reino, con 23 por ciento de los votos, perdió 10 escaños conrelación a la última consulta.

La principal víctima de la cólera popular fue el Partido delTrabajo (PVDA), de tendencia socialdemócrata, que cayó 19 puntos(pasó de 24.8 por ciento a 5.7 por ciento) y de los 38 diputadosactuales que tenía desde 2012 deberá contentarse con solo 9parlamentarios. Más que de una sanción, se trata de unaauténtica bofetada.

El líder socialdemócrata sancionado es Jero en Dijsselbloem,ministro de Finanzas holandés, pero -sobre todo-, famoso por serel presidente del Eurogrupo, encargado de imponerle a Grecia elplan draconiano de austeridad que está desangrando al país.

En total, los partidos de la coalición que gobernó Holanda enlos últimos cinco años perdieron 24 puntos, es decir, casi lamitad del resultado que habían logrado -en conjunto- en 2012.

En sentido inverso, los partidos anti-austeridad aunquefavorables a la Unión Europea (UE) fueron los que obtuvieronmejores resultados, como la izquierda ecologista de Groen Links(GL) que cosechó a la mayoría de los decepcionados de laizquierda y pasó de cuatro a 14 escaños. El mismo análisis seaplica a los liberales de izquierda D66 que salieron de las urnascon 19 diputados (siete más que en 2012), que también habíantenido una actitud extremadamente crítica de la políticaeconómica de la coalición.

La elección holandesa se jugó, una vez más, en el terrenoeconómico, como había intuido Bill Clinton en 1992:“It’stheeconomic, stupid”.

La coalición también lo sabía y los fundamentales exhibidospor el tándem Rutte-Dijsselbloem eran subyugantes, pero olvidaronque a los famosos equilibrios presupuestarios que encandilan a loseconomistas ultra-liberales suele faltarles el aspecto social. Parauna gran mayoría de holandeses, el problema no es el Islam o lainmigración, sino la precariedad laboral, las desigualdades y elnivel de vida. Son las mismas preocupaciones que motivarán en lospróximos meses a franceses y alemanes.

PARIS, Francia. (OEM-Informex).- La bomba explotó en Holanda,pero la onda expansiva llegó a toda Europa. Los resultados de laelección parlamentaria holandesa del miércoles significan -por unlado-, una clara advertencia para Francia y Alemania, que irán alas urnas en los próximos meses. Pero, sobre todo, representan undramático llamado de atención para los otros países europeos queen los últimos años aplicaron implacables políticas deausteridad destinadas a equilibrar sus finanzas sin tener demasiadoen cuenta el costo social de la purga.

La gran sorpresa que mostraron las urnas cuando se abrieron fueque el factor determinante de la elección no era la amenaza querepresentaba el Partido por la Libertad (PVV) del líder xenófobo,racista y antiislámico GeertWilders. El riesgo de una victoria dela extrema derecha estaba relativamente neutralizado por laexistencia de tres mecanismos de protección del sistema: el“cordón sanitario” que forman los otros partidos del arcodemocrático, la proliferación de movimientos políticos (28) y laseguridad suplementaria, aportada por el sistema de proporcionalintegral que rige las elecciones holandesas.

El fantasma de la extrema derecha fue un instrumento de protestautilizado por los electores para sancionar a los gobernantes y auna parte de la clase política. El mismo fenómeno probablementese reproducirá en los próximos meses en Francia y Alemania. ElPVV, el Frente Nacional (FN) y el movimiento de extrema derechaAlternativa para Alemania (AfD), canalizan sobre todo la protestapopular. Esa función la cumplió durante años el PartidoComunista. La prueba más elocuente es que su electorado provienede los mismos sectores sociales -obreros, agricultores yempleados-, en los que antes abrevaban los comunistas. A esosgrupos se sumaron ahora la clase media baja -desclasada por lacrisis-, los desempleados y los jóvenes sin futuro y sinesperanzas.

En el caso de Holanda, los electores sancionaron claramente alos partidos que integraban la coalición de Gobierno que fue laencargada de aplicar uno de los programas de austeridad másseveros de la historia moderna del país. Ese fenómeno explica elderrumbe del Partido Liberal y Demócrata (VDD) del primer ministroMark Rutte. Si bien sigue siendo la principal formación políticadel reino, con 23 por ciento de los votos, perdió 10 escaños conrelación a la última consulta.

La principal víctima de la cólera popular fue el Partido delTrabajo (PVDA), de tendencia socialdemócrata, que cayó 19 puntos(pasó de 24.8 por ciento a 5.7 por ciento) y de los 38 diputadosactuales que tenía desde 2012 deberá contentarse con solo 9parlamentarios. Más que de una sanción, se trata de unaauténtica bofetada.

El líder socialdemócrata sancionado es Jero en Dijsselbloem,ministro de Finanzas holandés, pero -sobre todo-, famoso por serel presidente del Eurogrupo, encargado de imponerle a Grecia elplan draconiano de austeridad que está desangrando al país.

En total, los partidos de la coalición que gobernó Holanda enlos últimos cinco años perdieron 24 puntos, es decir, casi lamitad del resultado que habían logrado -en conjunto- en 2012.

En sentido inverso, los partidos anti-austeridad aunquefavorables a la Unión Europea (UE) fueron los que obtuvieronmejores resultados, como la izquierda ecologista de Groen Links(GL) que cosechó a la mayoría de los decepcionados de laizquierda y pasó de cuatro a 14 escaños. El mismo análisis seaplica a los liberales de izquierda D66 que salieron de las urnascon 19 diputados (siete más que en 2012), que también habíantenido una actitud extremadamente crítica de la políticaeconómica de la coalición.

La elección holandesa se jugó, una vez más, en el terrenoeconómico, como había intuido Bill Clinton en 1992:“It’stheeconomic, stupid”.

La coalición también lo sabía y los fundamentales exhibidospor el tándem Rutte-Dijsselbloem eran subyugantes, pero olvidaronque a los famosos equilibrios presupuestarios que encandilan a loseconomistas ultra-liberales suele faltarles el aspecto social. Parauna gran mayoría de holandeses, el problema no es el Islam o lainmigración, sino la precariedad laboral, las desigualdades y elnivel de vida. Son las mismas preocupaciones que motivarán en lospróximos meses a franceses y alemanes.

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