PARÍS. Por primera vez, los defensores del planeta se han convertido en una fuerza política considerable a nivel continental y ahora esperan jugar un papel crucial en el Parlamento Europeo.
Con 78 escaños, los ecologistas elegidos la semana pasada representan poco más de 10% del total de 751 diputados, pero son la fuerza política que tuvo el crecimiento más fuerte. Los verdes reclaman la dirección de la comisión de Medio Ambiente y sueñan con propulsarse a una de las cinco presidencias del sistema.
Los ecologistas llegaron por primera vez a Bruselas en 1980 de la mano del exlíder de la rebelión juvenil de 1968, Daniel Cohn-Bendit. Los 20 diputados iniciales se duplicaron en 1989 y pasaron la barrera de los 50 en 2009. Su influencia fue tan importante que fueron el principal aliado del canciller alemán socialdemócrata Gerhard Schroeder en la coalición de gobierno que dirigió entre 1998 y 2005.
Ahora el dinamismo ecologista está empujado por una fuerza diferente y expresa aspiraciones más concretas y más urgentes.
El incremento más significativo fue protagonizado por los verdes de Alemania, que totalizaron 20.8% de los votos (+12%) y lograron elegir 24 del contingente de 96 diputados que enviará el país a Estrasburgo. Con ese caudal, los Grünen se convirtieron en la segunda fuerza política germana, delante de la social democracia.
Otro avance importante se produjo en Francia, donde el movimiento Europa Ecologista Los Verdes fue uno de los grandes vencedores de la jornada electoral: con 12.8% de los sufragios, el EELV aseguró la elección de 12 diputados y se convirtió en el tercer partido de Francia.
Un fenómeno similar se produjo en Gran Bretaña, donde el Green Party ganó 11 escaños sobre 73 y también capitalizó la debacle de los partidos tradicionales –conservadores y laboristas– para consagrarse como tercera fuerza británica.
En Finlandia los verdes quedaron en segunda posición. En Austria, Irlanda y Holanda superaron 10% de los votos. Gracias a esa fuerza tendrán el poder de arbitrar los grandes debates políticos y económicos, que hasta ahora estaban monopolizados por conservadores y socialistas.
Si existía alguna duda sobre la importancia de los temas que encarna el movimiento ecologista, la incertidumbre quedó disipada en febrero cuando se conocieron las conclusiones de una encuesta realizada por el Pew Research Center en 26 países: la ecología es el tema que más preocupa a los ciudadanos, incluso delante del terrorismo y la crisis económica.
El mayor porcentaje del crecimiento registrado por los verdes en las elecciones europeas provino de la movilización de electores que tienen entre 18 y 44 años.
Es evidente que esa franja generacional es particularmente sensible a la emergencia climática que enfrenta el planeta y toma seriamente en cuenta el peligro que representa al aumento de la temperatura.
En teoría, solo quedan 11 años para salvar el planeta, según la fecha simbólica del “apocalipsis”, determinado por la ONU sobre el Cambio Climático. Los científicos aseguran que, si no se adoptan medidas concretas para controlar el aumento de temperatura, el mundo comenzará a sufrir sequías extremas, incendios forestales e inundaciones, que provocarán penuria de alimentos, hambrunas y grandes movimientos migratorios.
Hasta ahora, ese drama no parecía inquietar demasiado a los electores ni a los líderes políticos, salvo a esta nueva generación de adolescentes que todos los viernes paralizan las clases en los colegios de toda Europa para reclamar a los gobiernos acciones concretas.
La “ola verde” que sumergió Europa reveló que la presión ecologista comienza a subir de la calle a la escena de la política institucional. “El Parlamento Europeo es el ámbito más propicio para enfrentar el cambio climático y los grandes retos ambientales del siglo XXI", afirma Caroline Lucas, diputada del Green Party británico.