PARÍS, Francia. El presidente francés Emmanuel Macron declaró el “estado de emergencia económico y social”, y anunció una panoplia de medidas económicas de aplicación inmediata para responder a las demandas del movimiento de “chalecos amarillos” que conmueve al país desde hace más de tres semanas.
Su mensaje, según las primeras reacciones, no logró su cometido: 76% de los franceses se proclamaron “decepcionados”, según un sondeo del instituto Opinion Way. La prueba de esa desilusión es que los comités regionales comenzaron de inmediato a proponer una quinta jornada de movilización el próximo sábado en París y en las principales ciudades.
En un discurso de 13 minutos pronunciado desde el Palacio del Elíseo, el jefe del Estado anticipó un aumento del salario mínimo de 100 euros mensuales para "todos los trabajadores" a partir de enero, la desfiscalización de las horas suplementarias y la anulación del impuesto conocido como Contribución Social Generalizada (CSG) para los jubilados que cobran menos de dos mil euros por mes. Macron reconoció que esa medida “no era justa”.
El gobierno también pedirá a “las empresas que pueden” que acuerden un “bonus” excepcional de fin de año a sus empleados, que también será desfiscalizado.
En cambio, descartó reimplantar el ISF, conocido como impuesto a las grandes fortunas, que constituye una de las grandes reivindicaciones de los “chalecos amarillos”. “Ese impuesto crea puestos de trabajo e impide que las grandes fortunas se vayan del país. Volver atrás nos debilitará”, argumentó.
También anticipó que el gobierno comenzará a trabajar de inmediato para instaurar una serie de medidas concretas, pero no precisó su naturaleza. Solo esbozó, en ese sentido, las líneas generales de una reforma institucional que podría incluir un cambio del sistema electoral para mejorar el modo de representación.
El presidente consideró “legítimas” las reivindicaciones y la inquietud que existe en amplios sectores del país: “Son 40 años de malestar que resurgen […] frente a los cambios de nuestra sociedad y a modos de vida que crean barreras y distancias”. Pero, al mismo tiempo, condenó con energía las “violencias inadmisibles” y prometió que sus autores “no se beneficiarán con ninguna indulgencia”.
En la forma, Macron se esforzó por desterrar la imagen de presidente distante, arrogante y alejado de las preocupaciones de los franceses que le reprocha una gran parte de la opinión pública. En particular se refirió a la “sensación de desinterés” por las inquietudes populares que pudo haber dado en ciertos momentos y a las “heridas que provocó [involuntariamente] con ciertas declaraciones” poco felices.
REPUDIAN DISCURSO
En cuanto al fondo del mensaje, las medidas anunciadas por el presidente parecen insuficientes para responder a las exigencias de los “chalecos amarillos”, que demandaban un reajuste del salario mínimo de 200 euros, así como otras iniciativas concretas e inmediatas destinadas a mejorar el poder adquisitivo de las clases menos favorecidas.
“Es un paso. Pero es poco y es demasiado tarde”, reaccionó -con visible decepción- Christophe Chalençon, una de las figuras más mediáticas de los “chalecos amarillos”.
Otro portavoz del movimiento, Benjamin Cauchy, comentó que Macron “ignoró la mayoría de las reivindicaciones” presentadas por la delegación del movimiento que se reunió el viernes pasado con el primer ministro Edouard Philippe.
La reacción más cruda fue formulada por Anne Sorial, que integra un grupo que bloquea una carretera en la región de Saboya: “No entendí nada de lo que dijo con su lenguaje tecnocrático”, sentenció.
La misma sensación de frustración se advertía en las redes sociales, que es el foro privilegiado donde comenzó y todavía prospera ese movimiento de protesta que cuenta con la simpatía de 82% de la opinión pública.
En algunas páginas de Facebook la desilusión era tan evidente que muchos “chalecos amarillos” sostenían que “solo la renuncia de Emmanuel Macron logrará calmar la cólera”. El eslogan “Macron dimisión” fue una de las consignas más coreadas por los militantes desde el comienzo de las protestas.
Para preparar esa intervención que debía tener una crucial importancia para su mandato, Macron se reunió en los últimos días con los principales actores de la vida nacional, entre ellos los líderes sindicales y empresarias, y los presidentes del Senado y de la Asamblea Nacional.