Los ataques masivos perpetrados por supremacistas, algunos envalentonados o influenciados por el discurso racista del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha escalado a otro nivel.
Se habla por primera vez de terrorismo interno en Estados Unidos y el FBI parece estar atado de manos.
Y mientras Internet se ha convertido en la principal vía de radicalización, los ciudadanos americanos se amparan en la libertad de expresión al enviar mensajes radicales.
Según estadísticas, esos crímenes han cobrado más vidas que los propios yihadistas en territorio norteamericano.
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