/ domingo 3 de julio de 2022

Precios de la gasolina encienden descontento en América Latina

“Dame más gasolina” barata, grita América Latina para paliar la crisis; gobiernos actúan y congelan precios

La furia y el miedo por los precios de la gasolina que se han disparado el mundo se están extendiendo por América Latina. La invasión de Ucrania por parte de Rusia, el mayor exportador de petróleo y gas a los mercados mundiales, y las sanciones de represalia que siguieron han provocado que los precios del gas y el petróleo se disparen de una forma no vista en años. A ello se suman dos años de crisis por la pandemia de Covid-19, el cierre de la economía mundial y las interrupciones de las cadenas de suministro.

Esto ha afectado a todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Nigeria, Filipinas o Sri Lanka, donde la población ha salido para protestar por la escasez de combustible y los altos precios de los alimentos.

En América Latina, el elevado costo de los combustibles ha hecho que transportistas, productores de alimentos y población en general salgan a las calles a gritarle a sus gobiernos que necesitan “más gasolina” a precios justos.

Como si se tratara de un himno, en las protestas que se han generado en las últimas semanas los manifestantes han coreado el estribillo de la popular canción de Daddy Yankee “Dame más gasolina... cómo le encanta la gasolina”, para llamar la atención de las autoridades.

En Perú, por ejemplo, que paga la gasolina más cara de la región, según un estudio de Bloomberg difundido el pasado 22 de junio, los transportistas de carga pesada llevaron a cabo una huelga indefinida para exigir la reducción del precio del combustible.

El análisis de la compañía estadounidense de asesoría financiera asegura que en Perú se pagan hasta 6.2 dólares por galón, seguido de Brasil (5.8 dólares), Chile (5.4 dólares), Paraguay (5.3 dólares), México (4.6 dólares), Argentina (3.7 dólares), Ecuador (2.6 dólares), Colombia (2.3 dólares) y Bolivia (2.1 dólares).

La huelga hizo que el gobierno declarara “estado de emergencia” durante treinta días en la red vial nacional, lo que supone restringir derechos constitucionales como el libre tránsito por carretera, para evitar desórdenes públicos.

En Argentina, los altos precios y la escasez de diésel se agrava desde hace semanas y ya se ha extendido a prácticamente todas las provincias, lo que ha derivado en fuertes protestas de sectores del transporte de carga como las que a finales de junio cortaron uno de los principales accesos a Buenos Aires.

Según la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas, 23 de los 24 distritos argentinos tienen problemas de abastecimiento de diésel, y en 16 de ellos, que incluyen las cuatro provincias más pobladas del país y la capital, hay muy bajo o nulo suministro en las estaciones de servicio.

En tanto, la mecha que encendió el “polvorín” en que se convirtió Ecuador por más de dos semanas también fue, precisamente, el precio de los combustibles.

Aunque en este país las tarifas de la gasolina están congeladas en 2.55 por galón, ese valor fue la principal razón del movimiento indígena para iniciar las protestas contra el gobierno, con disturbios, muertos y heridos, así como bloqueos y cierres de carreteras que causaron el desabastecimiento de carburantes y gas en buena parte de Ecuador.

La protesta culminó el 1 de julio con un acuerdo para reducir 15 centavos los precios de los combustibles más utilizados.

En Centroamérica, aunque el malestar que aqueja a otras partes de América Latina por el alto costo de los combustibles todavía está controlado, los gobiernos han empezado a tomar medidas.

El gobierno de Panamá congeló temporalmente en junio el precio del combustible en 3.95 dólares el galón, primero al transporte público de pasajeros, autobuses colegiales y luego a vehículos agrícolas, para así paliar la histórica alza de la gasolina y el diésel que calienta las calles de este importador neto de hidrocarburos.

Sin embargo, persisten las denuncias de que los choferes de autobuses colectivos han subido de forma ilegal el pasaje, y los consumidores se quejan del alza en el valor de los alimentos.

En tanto, en El Salvador, la Asamblea Legislativa, controlada por el presidente Nayib Bukele, ha congelado los precios de los combustibles durante tres meses, hasta finales de agosto, con el objetivo de amortiguar las alzas.

En Honduras, donde la gasolina ha subido hasta a 5.9 dólares el galón, numerosos sectores exigen la reducción del costo de los combustibles, así como el de otros productos y servicios que llevan subiendo desde que comenzó la guerra en Ucrania.

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Ante ello, el gobierno de Xiomara Castro congeló durante cuatro semanas el precio de la gasolina regular y del diésel.

En Nicaragua, a pesar de que el galón de gasolina supera los cinco dólares, no ha habido manifestaciones, tal vez porque están prohibidas desde septiembre de 2018, cuando estalló la crisis sociopolítica que desde entonces vive el país.

Organizaciones opositoras han llamado a los nicaragüenses a no comprar combustibles, pero es imposible medir el alcance de esta medida de presión. Con información de EFE

La furia y el miedo por los precios de la gasolina que se han disparado el mundo se están extendiendo por América Latina. La invasión de Ucrania por parte de Rusia, el mayor exportador de petróleo y gas a los mercados mundiales, y las sanciones de represalia que siguieron han provocado que los precios del gas y el petróleo se disparen de una forma no vista en años. A ello se suman dos años de crisis por la pandemia de Covid-19, el cierre de la economía mundial y las interrupciones de las cadenas de suministro.

Esto ha afectado a todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Nigeria, Filipinas o Sri Lanka, donde la población ha salido para protestar por la escasez de combustible y los altos precios de los alimentos.

En América Latina, el elevado costo de los combustibles ha hecho que transportistas, productores de alimentos y población en general salgan a las calles a gritarle a sus gobiernos que necesitan “más gasolina” a precios justos.

Como si se tratara de un himno, en las protestas que se han generado en las últimas semanas los manifestantes han coreado el estribillo de la popular canción de Daddy Yankee “Dame más gasolina... cómo le encanta la gasolina”, para llamar la atención de las autoridades.

En Perú, por ejemplo, que paga la gasolina más cara de la región, según un estudio de Bloomberg difundido el pasado 22 de junio, los transportistas de carga pesada llevaron a cabo una huelga indefinida para exigir la reducción del precio del combustible.

El análisis de la compañía estadounidense de asesoría financiera asegura que en Perú se pagan hasta 6.2 dólares por galón, seguido de Brasil (5.8 dólares), Chile (5.4 dólares), Paraguay (5.3 dólares), México (4.6 dólares), Argentina (3.7 dólares), Ecuador (2.6 dólares), Colombia (2.3 dólares) y Bolivia (2.1 dólares).

La huelga hizo que el gobierno declarara “estado de emergencia” durante treinta días en la red vial nacional, lo que supone restringir derechos constitucionales como el libre tránsito por carretera, para evitar desórdenes públicos.

En Argentina, los altos precios y la escasez de diésel se agrava desde hace semanas y ya se ha extendido a prácticamente todas las provincias, lo que ha derivado en fuertes protestas de sectores del transporte de carga como las que a finales de junio cortaron uno de los principales accesos a Buenos Aires.

Según la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas, 23 de los 24 distritos argentinos tienen problemas de abastecimiento de diésel, y en 16 de ellos, que incluyen las cuatro provincias más pobladas del país y la capital, hay muy bajo o nulo suministro en las estaciones de servicio.

En tanto, la mecha que encendió el “polvorín” en que se convirtió Ecuador por más de dos semanas también fue, precisamente, el precio de los combustibles.

Aunque en este país las tarifas de la gasolina están congeladas en 2.55 por galón, ese valor fue la principal razón del movimiento indígena para iniciar las protestas contra el gobierno, con disturbios, muertos y heridos, así como bloqueos y cierres de carreteras que causaron el desabastecimiento de carburantes y gas en buena parte de Ecuador.

La protesta culminó el 1 de julio con un acuerdo para reducir 15 centavos los precios de los combustibles más utilizados.

En Centroamérica, aunque el malestar que aqueja a otras partes de América Latina por el alto costo de los combustibles todavía está controlado, los gobiernos han empezado a tomar medidas.

El gobierno de Panamá congeló temporalmente en junio el precio del combustible en 3.95 dólares el galón, primero al transporte público de pasajeros, autobuses colegiales y luego a vehículos agrícolas, para así paliar la histórica alza de la gasolina y el diésel que calienta las calles de este importador neto de hidrocarburos.

Sin embargo, persisten las denuncias de que los choferes de autobuses colectivos han subido de forma ilegal el pasaje, y los consumidores se quejan del alza en el valor de los alimentos.

En tanto, en El Salvador, la Asamblea Legislativa, controlada por el presidente Nayib Bukele, ha congelado los precios de los combustibles durante tres meses, hasta finales de agosto, con el objetivo de amortiguar las alzas.

En Honduras, donde la gasolina ha subido hasta a 5.9 dólares el galón, numerosos sectores exigen la reducción del costo de los combustibles, así como el de otros productos y servicios que llevan subiendo desde que comenzó la guerra en Ucrania.

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Ante ello, el gobierno de Xiomara Castro congeló durante cuatro semanas el precio de la gasolina regular y del diésel.

En Nicaragua, a pesar de que el galón de gasolina supera los cinco dólares, no ha habido manifestaciones, tal vez porque están prohibidas desde septiembre de 2018, cuando estalló la crisis sociopolítica que desde entonces vive el país.

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