PARÍS, Francia. La primera víctima de un Brexit desordenado sería la primera ministra Theresa May. El caos comercial que sobrevendrá a partir del 29 de marzo próximo corre el riesgo de privarla de la inyección diaria de insulina que necesita para tratar su diabetes.
Su caso refleja -apenas en parte- la enorme desorganización que se producirá dentro de 10 semanas si Londres y Bruselas no logran llegar a un acuerdo para definir una salida ordenada de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) después de 45 años de vida en común.
La falta de preparación, tanto en el Reino Unido como en el resto de Europa, permite imaginar el escenario dantesco que se producirá dentro de 70 días, debido a la penuria de medicamentos, escasez de alimentos, puertos y aeropuertos atascados, embotellamientos gigantescos en los controles aduaneros e industrias paralizadas por falta de materias primas.
Alarmada por la perspectiva de un Brexit desordenado o forzado que afectará el abastecimiento de productos básicos, buena parte de la opinión pública comenzó a acopiar alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad, lo que agudizó el riesgo de penurias. Los laboratorios farmacéuticos decidieron aumentar en 20% sus reservas de drogas críticas.
El temor es tan grande entre los actores económicos que el canciller del Tesoro (ministro de Finanzas), Philip Hammond, buscó tranquilizar a los empresarios para evitar el pánico de los mercados. “No habrá un Brexit sin acuerdo”, se comprometió en una conversación telefónica que mantuvo con los 330 dirigentes económicos más importantes del país.
Los esfuerzos del gobierno británico para tranquilizar a la opinión pública no sirvieron para gran cosa, pues los empresarios y la sociedad saben que -con o sin acuerdo- nadie está preparado para el salto al vacío del 29 de marzo.
La improvisación que existe en ambas orillas del Canal de la Mancha se advirtió el 7 de enero, cuando Gran Bretaña realizó un simulacro de Brexit desorganizado, congregando un centenar de camiones en el campo de aviación abandonado de Manston, cerca de Ramsgate, que se trasladó en convoy hasta el puerto de Dover, principal conexión con Francia por el canal de la Mancha.
El ejercicio fue una burda maniobra publicitaria, que además terminó en un caos por los embotellamientos y las esperas. Esos 100 vehículos representan una gota de agua en relación a los 10.000 camiones que atraviesan cada día el Canal de la Mancha, por donde transita el 17% del comercio británico de mercancías con el continente.
Los diputados hostiles al Brexit aprovecharon ese escándalo para denunciar el amateurismo de los 21 miembros que forman el Comité para la Salida de la Unión Europea y Comercio creado por el gobierno para organizar el Brexit. El grupo se limitó hasta ahora a preparar decenas de notas técnicas.
La situación será aun más dramática en el sector industrial. Airbus, que fabrica todas las alas de avión en Gran Bretaña, decidió que en caso de un Brexit desordenado se trasladará de continente.
También estarán muy expuestos los fabricantes de automóviles como Nissan, BMW y Jaguar Land Rover, que necesitan mantener una cadena ininterrumpida de suministro con el continente.