/ viernes 31 de julio de 2020

Temor nuclear: Recuerdos de Hiroshima y Nagasaki

El fin de la II Guerra Mundial sólo fue el preámbulo para una carrera armamentista que se mantiene en la actualidad con la amenaza, más cerca que nunca, de un conflicto atómico

La mañana era clara y fresca, las alarmas antibombas habían cesado hacía 45 minutos y la vida volvia a la normalidad. El clima y sus vientos habían despertado agitados, y entre el llanto del aire comenzó a sonar un silbido, en las alturas se escapaba el ave metálica que transportaba la desgracia… De pronto, un estallido indescriptible, indescriptible en toda la extensión de la palabra, ya que nadie, en un radio de dos kilómetros, sobrevivió para contarlo. La tierra ardía, se consumía, quedaba en cenizas. Y el planeta vibró.

Así, el 6 de agosto de 1945, se ejecutaba el primer ataque atómico en el mundo que tuvo por epicentro la ciudad de Hiroshima, Japón. Esto fue el preámbulo para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, sólo después de un segundo bombardeo tres días después en Nagasaki.

La bomba “Little Boy” fue arrojada exactamente a las 8:15 de la mañana de Hiroshima y 55 segundos después alcanzó la altura determinada para su explosión, aproximadamente a 600 metros de la ciudad. Debido a fuertes vientos falló el blanco principal, el puente Aioi, por casi 250 metros, detonando justo encima de la clínica quirúrgica de Shima. La detonación creó una explosión equivalente a 16 kilotones de TNT. Se estima que instantáneamente la temperatura se elevó a más de un millón de grados centígrados, lo que incendió el aire, creando una bola de fuego de 256 metros de diámetro aproximadamente y en menos de un segundo se extendió 274 metros.

Este incidente de la historia también marca el inicio de una era en el que las nuevas potencias mundiales comenzaban una carrera nuclear para desarrollar armamento igual o más potente que la bomba atómica de Hiroshima fundamentada en una tecnología en pleno desarrollo.

Foto: Wikipedia

La Guerra Fría

Días después, Japón firmó su rendición tras el desastre de Hiroshima y Nagasaki y fue el episodio que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, pero que marcó el inició de un mayor conflicto que se ha extendido hasta la actualidad, hablamos de la Guerra Fría entre la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos y que pese a la disolución de la URSS, Rusia tomó la batuta para hacerle frente el país de las barras y las estrellas.

Estados Unidos creyó que con su arsenal nuclear iba a disuadir a la Unión Soviética para evitar un conflicto y de alguna manera imponer su respeto con la falsa idea de que podría ser aplastado por sus bombas atómicas, sin embargo, la URSS nunca se quedó atrás en el desarrollo de este armamento ya que a la par creaba bombas igual o más poderosas que las de Occidente. Para la década de los 60 ambos países ya habían superado por más de 100 veces la potencia de las bombas utilizadas durante el fin de la segunda gran guerra.

Para ambos países la creación de bombas nunca era suficiente, siempre buscaban crear armamento más potente con el fin de superar a su enemigo, pero la creación de estas monstruosidades derivó en un respeto entre ambas potencias que las orillaría a firmar un acuerdo para frenar la producción y desarrollo de armamento nuclear y así duró 31 años un pacto tácito de “no me amenaces y no te amenazo”.

Modelo de la bomba atómica fat boy que cayó sobre Nagasaki / Foto: EFE

Despertar del miedo

A 78 años después de los bombardeos en Hiroshima y Nagasaki, se tomó un rumbo que cambiaría la geopolítica mundial, que enfrentaría hasta nuestros tiempos a diversas potencias con el fin de demostrar supremacía sobre las otras naciones, por lo que esta carrera armamentista sigue a pasos agigantados generando el temor no sólo de los civiles y los expertos sino también de los mismos gobiernos que se niegan incluso a usar estas armas porque están conscientes de la destrucción que podrían provocar nuevo armamento nuclear.

Hace seis años se habló de un conflicto nuclear entre Rusia y la OTAN, un año después, los protagonistas fueron Estados Unidos y Corea del Norte; en un caótico 2020, durante el primer mes, la noticia era la amenaza de una guerra nuclear entre Irán y nuevamente Estados Unidos, y en 2023 Rusia ha conjurado en varias ocasiones el fantasma de una guerra nuclear por el apoyo de la OTAN a Ucrania ante la invasión lanzada por el Kremlin.

Ante estos amagues, ¿qué tan cerca estamos de una verdadera batalla nuclear? Las constantes amenazas entre naciones llegaron a su punto álgido con el rompimiento del acuerdo nuclear que tenía como beligerantes a Estados Unidos, Rusia, Irán, Francia, Alemania, Reino Unido, China e Israel.

La fractura de este pacto que limitaba la fabricación del armamento nuclear se puede considerar que las grandes potencias tienen luz verde para producir y desarrollar armamento de guerra basado en energía nuclear lo que abre las puertas a un conflicto con tintes extensionistas.

Hoy el mundo se encuentra en la otra cara de la moneda, cuando en 1987 se acordaba congelar la carrera armamentista ante los temores mutuos del desarrollo de material nuclear capaz de destruir países enteros, ahora con la llegada de Donald Trump al poder de Estados Unidos, se reactiva esta carrera, para darle vida a la vieja Guerra Fría que se mantuvo pasiva por varios años.

Preocupación hoy y siempre

Actualmente, los científicos y expertos en el tema mantienen su preocupación al igual que en la década de los 30 cuando inició esta era con los descubrimientos de la fisión nuclear con el que se empezaron a crear las primeras bombas atómicas, que fueron probadas en Nuevo México en 1945, en ese entonces sus creadores se felicitaron y celebraron y acto seguido tomaron conciencia del potencial mortal que habían creado.

Es verdad que la Alemania nazi fue la primera en intentar emplear esta energía para crear un arma de esta envergadura y cuando se dieron a conocer sus avances cientos de disidentes políticos y científicos abandonaron el país por el temor a la destrucción generada por este armamento.

Foto: EFE

Y, previo a los bombardeos a las ciudades japonesas, muchos de los científicos que ayudaron a desarrollar tecnología nuclear se opusieron a que se usará en la guerra, de hecho una solicitud fue firmada por decenas de científicos encabezados por Leo Szilard, el físico que descubrió la reacción nuclear en cadena, exigieron al gobierno de Harry S. Truman, que este armamento no fuera usado en la batalla, sin embargo como ya es sabido, la consigna fue ignorada.

Nuestros tiempos no son la excepción, decenas de científicos, instituciones y gobiernos se han unido en una sola voz para caer en un conflicto que tenga la capacidad de destruir a la humanidad y su hábitat.

Pero el poder es el que gobierna al mundo y no la conciencia por lo que la amenaza a un conflicto nuclear seguirá vigente hasta que el egoísmo de un presidente decida convertirlo en una realidad con el único afán de crear una superioridad individual, pero no por los intereses de la sociedad de una nación.

México y sus armas nucleares

Se ha considerado que México tiene la capacidad para desarrollar arsenal nuclear ya que es de los primeros lugares con reservas de uranio en todo el mundo y utiliza este material con fines pacíficos y los resguarda en su única planta nuclear ubicada en Veracruz.

Existen varias razones por las que México no ha desarrollado un programa nuclear, en primer lugar, por el estado constitucional que nos ubica como un país pacífico y neutral ante cualquier conflicto armado en el mundo, además de que actualmente no tiene un conflicto bélico en la región que le suponga una amenaza, aunado a las excelentes relaciones diplomáticas que mantiene con su vecino del norte, Estados Unidos.

El segundo factor es su compromiso con el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, signado en 1969, mejor conocido como el Tratado de Tlatelolco, el cual, a grandes rasgos, disuade a los Estados americanos y caribeños a no desarrollar armamento nuclear, todo esto en el marco de las tensiones de la Guerra Fría.

Por otro lado, también existe el compromiso con Washington para reducir el uranio enriquecido en su única planta nuclear ya que este tipo de uranio es esencial para el armamento nuclear y sólo podrá producir uranio con fines industriales.

La mañana era clara y fresca, las alarmas antibombas habían cesado hacía 45 minutos y la vida volvia a la normalidad. El clima y sus vientos habían despertado agitados, y entre el llanto del aire comenzó a sonar un silbido, en las alturas se escapaba el ave metálica que transportaba la desgracia… De pronto, un estallido indescriptible, indescriptible en toda la extensión de la palabra, ya que nadie, en un radio de dos kilómetros, sobrevivió para contarlo. La tierra ardía, se consumía, quedaba en cenizas. Y el planeta vibró.

Así, el 6 de agosto de 1945, se ejecutaba el primer ataque atómico en el mundo que tuvo por epicentro la ciudad de Hiroshima, Japón. Esto fue el preámbulo para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, sólo después de un segundo bombardeo tres días después en Nagasaki.

La bomba “Little Boy” fue arrojada exactamente a las 8:15 de la mañana de Hiroshima y 55 segundos después alcanzó la altura determinada para su explosión, aproximadamente a 600 metros de la ciudad. Debido a fuertes vientos falló el blanco principal, el puente Aioi, por casi 250 metros, detonando justo encima de la clínica quirúrgica de Shima. La detonación creó una explosión equivalente a 16 kilotones de TNT. Se estima que instantáneamente la temperatura se elevó a más de un millón de grados centígrados, lo que incendió el aire, creando una bola de fuego de 256 metros de diámetro aproximadamente y en menos de un segundo se extendió 274 metros.

Este incidente de la historia también marca el inicio de una era en el que las nuevas potencias mundiales comenzaban una carrera nuclear para desarrollar armamento igual o más potente que la bomba atómica de Hiroshima fundamentada en una tecnología en pleno desarrollo.

Foto: Wikipedia

La Guerra Fría

Días después, Japón firmó su rendición tras el desastre de Hiroshima y Nagasaki y fue el episodio que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, pero que marcó el inició de un mayor conflicto que se ha extendido hasta la actualidad, hablamos de la Guerra Fría entre la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos y que pese a la disolución de la URSS, Rusia tomó la batuta para hacerle frente el país de las barras y las estrellas.

Estados Unidos creyó que con su arsenal nuclear iba a disuadir a la Unión Soviética para evitar un conflicto y de alguna manera imponer su respeto con la falsa idea de que podría ser aplastado por sus bombas atómicas, sin embargo, la URSS nunca se quedó atrás en el desarrollo de este armamento ya que a la par creaba bombas igual o más poderosas que las de Occidente. Para la década de los 60 ambos países ya habían superado por más de 100 veces la potencia de las bombas utilizadas durante el fin de la segunda gran guerra.

Para ambos países la creación de bombas nunca era suficiente, siempre buscaban crear armamento más potente con el fin de superar a su enemigo, pero la creación de estas monstruosidades derivó en un respeto entre ambas potencias que las orillaría a firmar un acuerdo para frenar la producción y desarrollo de armamento nuclear y así duró 31 años un pacto tácito de “no me amenaces y no te amenazo”.

Modelo de la bomba atómica fat boy que cayó sobre Nagasaki / Foto: EFE

Despertar del miedo

A 78 años después de los bombardeos en Hiroshima y Nagasaki, se tomó un rumbo que cambiaría la geopolítica mundial, que enfrentaría hasta nuestros tiempos a diversas potencias con el fin de demostrar supremacía sobre las otras naciones, por lo que esta carrera armamentista sigue a pasos agigantados generando el temor no sólo de los civiles y los expertos sino también de los mismos gobiernos que se niegan incluso a usar estas armas porque están conscientes de la destrucción que podrían provocar nuevo armamento nuclear.

Hace seis años se habló de un conflicto nuclear entre Rusia y la OTAN, un año después, los protagonistas fueron Estados Unidos y Corea del Norte; en un caótico 2020, durante el primer mes, la noticia era la amenaza de una guerra nuclear entre Irán y nuevamente Estados Unidos, y en 2023 Rusia ha conjurado en varias ocasiones el fantasma de una guerra nuclear por el apoyo de la OTAN a Ucrania ante la invasión lanzada por el Kremlin.

Ante estos amagues, ¿qué tan cerca estamos de una verdadera batalla nuclear? Las constantes amenazas entre naciones llegaron a su punto álgido con el rompimiento del acuerdo nuclear que tenía como beligerantes a Estados Unidos, Rusia, Irán, Francia, Alemania, Reino Unido, China e Israel.

La fractura de este pacto que limitaba la fabricación del armamento nuclear se puede considerar que las grandes potencias tienen luz verde para producir y desarrollar armamento de guerra basado en energía nuclear lo que abre las puertas a un conflicto con tintes extensionistas.

Hoy el mundo se encuentra en la otra cara de la moneda, cuando en 1987 se acordaba congelar la carrera armamentista ante los temores mutuos del desarrollo de material nuclear capaz de destruir países enteros, ahora con la llegada de Donald Trump al poder de Estados Unidos, se reactiva esta carrera, para darle vida a la vieja Guerra Fría que se mantuvo pasiva por varios años.

Preocupación hoy y siempre

Actualmente, los científicos y expertos en el tema mantienen su preocupación al igual que en la década de los 30 cuando inició esta era con los descubrimientos de la fisión nuclear con el que se empezaron a crear las primeras bombas atómicas, que fueron probadas en Nuevo México en 1945, en ese entonces sus creadores se felicitaron y celebraron y acto seguido tomaron conciencia del potencial mortal que habían creado.

Es verdad que la Alemania nazi fue la primera en intentar emplear esta energía para crear un arma de esta envergadura y cuando se dieron a conocer sus avances cientos de disidentes políticos y científicos abandonaron el país por el temor a la destrucción generada por este armamento.

Foto: EFE

Y, previo a los bombardeos a las ciudades japonesas, muchos de los científicos que ayudaron a desarrollar tecnología nuclear se opusieron a que se usará en la guerra, de hecho una solicitud fue firmada por decenas de científicos encabezados por Leo Szilard, el físico que descubrió la reacción nuclear en cadena, exigieron al gobierno de Harry S. Truman, que este armamento no fuera usado en la batalla, sin embargo como ya es sabido, la consigna fue ignorada.

Nuestros tiempos no son la excepción, decenas de científicos, instituciones y gobiernos se han unido en una sola voz para caer en un conflicto que tenga la capacidad de destruir a la humanidad y su hábitat.

Pero el poder es el que gobierna al mundo y no la conciencia por lo que la amenaza a un conflicto nuclear seguirá vigente hasta que el egoísmo de un presidente decida convertirlo en una realidad con el único afán de crear una superioridad individual, pero no por los intereses de la sociedad de una nación.

México y sus armas nucleares

Se ha considerado que México tiene la capacidad para desarrollar arsenal nuclear ya que es de los primeros lugares con reservas de uranio en todo el mundo y utiliza este material con fines pacíficos y los resguarda en su única planta nuclear ubicada en Veracruz.

Existen varias razones por las que México no ha desarrollado un programa nuclear, en primer lugar, por el estado constitucional que nos ubica como un país pacífico y neutral ante cualquier conflicto armado en el mundo, además de que actualmente no tiene un conflicto bélico en la región que le suponga una amenaza, aunado a las excelentes relaciones diplomáticas que mantiene con su vecino del norte, Estados Unidos.

El segundo factor es su compromiso con el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, signado en 1969, mejor conocido como el Tratado de Tlatelolco, el cual, a grandes rasgos, disuade a los Estados americanos y caribeños a no desarrollar armamento nuclear, todo esto en el marco de las tensiones de la Guerra Fría.

Por otro lado, también existe el compromiso con Washington para reducir el uranio enriquecido en su única planta nuclear ya que este tipo de uranio es esencial para el armamento nuclear y sólo podrá producir uranio con fines industriales.

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