/ viernes 17 de febrero de 2017

¿Trump y Netanyahu engendraron una nueva guerra en Oriente Medio?

PARÍS, Francia. (OEM-Informex).- Cuando estalle el próximoconflicto de Oriente Medio -que ineluctablemente ocurrirá tarde otemprano-, habrá que buscar su origen en las decisiones adoptadasel miércoles en la Casa Blanca durante la cumbre entre elpresidente norteamericano Donald Trump y el primer ministroisraelí Benjamin Netanyahu.

De todas las iniciativas diplomáticas desafortunadas queadoptó Trump en sus primeros 26 días de Gobierno, abandonar la“doctrina de los dos Estados” para pacificar el conflictoisraelo-palestino constituye la decisión más arriesgada porqueencendió la mecha de la próxima crisis militar en la región másexplosiva del planeta.

En un instante, rompió -habría que decir pulverizó- con unprincipio rector de la diplomacia estadunidense, respetado por lospresidentes de diferente signo político por lo menos desde 1993.No solo destruyó de un plumazo los enormes esfuerzos diplomáticosdesplegados durante un cuarto de siglo por Bill Clinton, George W.Bush y Barack Obama. Con el mismo desdén también agredió unadoctrina de referencia para gran parte de la comunidadinternacional, de la ONU a la Unión Europea (UE), pasando por laLiga Árabe.

El impacto que tuvo esa onda expansiva se advirtió claramentecuando el jefe de la diplomacia francesa Jean-Marc Ayraultcalificó la posición de Trump de “muy confusa y preocupante”.Incluso el secretario de Estado, Rex Tillerson, contradijo a supropio presidente al decir que era una actitud “no realista”.El embajador ruso ante la ONU, Nikolay Mladenov, expuso claramentela posición del Kremlin al afirmar que “la solución de dosEstados constituye la única vía” posible. Por su parte, elsecretario general de la ONU, Antonio Guterres, también afirmó enEl Cairo que “no hay otra alternativa que la solución de dosEstados”.

La temeraria decisión adoptada por la Casa Blanca aparece aprimera vista como el resultado de la influencia ejercida porNetanyahu -a quien Trump llama impúdicamente por su sobrenombre deBibi- y del grupo de colaboradores pro-israelíes que rodean alpresidente. Además de expresar su simpatía por Israel, Trump noocultó que su hija Ivanka se convirtió al judaísmo cuando secasó en 2009 con el millonario Jared Kushner, convertido enprincipal consejero de la Casa Blanca. Kushner, judío ortodoxo, esun activo contribuyente de la Asociación de Amigos de las Fuerzasde Defensa de Israel y del Centro Médico de Shaare Zedek, enJerusalén. Pero, sobre todo, financia proyectos de implantacionesde colonias en Cisjordania.

“Querido Jared, sin traicionar la confidencialidad, ¿puedorevelar que somos amigos desde hace muchos años?”, le dijo suamigo Bibi durante la conferencia de prensa difundida portelevisión.

Los propios israelíes no son ingenuos sobre los riesgos querepresenta la audacia de los cambios impuestos por Netanyahu a ladiplomacia de Estados Unidos.

Un sondeo sobre el proceso de paz, divulgado ayer, muestra que55 por ciento de los israelíes y 44 por ciento de los palestinosson favorables a la solución de los dos Estados por considerar quese trata del mejor mecanismo para llegar a una solución delconflicto más viejo del mundo. El aspecto clave de esa encuesta,reside en que la solución de un solo Estado cuenta aún con menosapoyo. Solo se pronuncian a favor 20 por ciento de los israelíes y33 por ciento de los palestinos.

El único gesto de moderación de Trump consistió en aplazar,en todo caso por el momento, la idea de reconocer a Jerusalén comocapital de Israel y trasladar la embajada norteamericana de TelAviv a la ciudad santa para las tres religiones monoteístas. “Esuna decisión difícil, que aún no he tomado”, le aseguró aldiario israelí Hayom.

En la Guerra de los Seis Días de 1967, Jerusalén fue ocupadaen su totalidad por Israel. Por iniciativa del primer ministroMenahen Begin, la Knesset (Parlamento) legalizó en 1980 la virtualanexión al proclamarla “una e indivisible”. Pero esa medidafue siempre rechazada por los palestinos y los países árabes.

Una decisión de esa índole implicaba un riesgo de“explosión absoluta” en Oriente Medio, como advirtió elexsecretario de Estado norteamericano, John Kerry, poco antes dedejar su puesto.

Netanyahu no presionó demasiado a Trump para obtener unapromesa más concreta porque “no quiere precipitar unadecisión”, estimó Jonathan Schanzer, vicepresidente de laFundación para la Defensa de las Democracias, un centronorteamericano de investigaciones de tendencia conservadora. “Elprimer objetivo [de Netanyahu] es asegurarse el apoyo de EstadosUnidos en materia de seguridad”, conjeturó.

Un compromiso posible, evocado por los nuevos funcionarios quetratan de orientarse dentro del desorden que reina en elDepartamento de Estado, sería instalar simbólicamente la oficinadel próximo embajador norteamericano en el consulado de EstadosUnidos en Jerusalén Oeste y mantener sin cambios la embajada enTel Aviv, al menos por un tiempo.

Netanyahu tampoco se puso guantes de terciopelo para anunciar,antes de la reunión con Trump, que proseguirán las implantacionesde colonias en Cisjordania. “Me gustaría que, por el momento,haya una desaceleración en la implantaciones”, le advirtió elpresidente en tono de broma, como si se tratara de una gracia.

También dio muestras de exquisito tacto diplomático cuandoafirmó: “Pienso que los palestinos deben despojarse de ese odioque aprenden desde la infancia. Deben reconocer a Israel. Debenhacerlo”.

Estados Unidos estaba a un paso de lograr un mutuoreconocimiento total. En algún cajón del Departamento de Estadodebe haber quedado un texto preparado por John Kerry que preveíacompletar el reconocimiento palestino del Estado de Israel también“como Estado judío”, idea que es tenazmente resistida por elmovimiento Hamas. A cambio, Israel reconocería un Estado Palestinosobre la base de las fronteras de 1967. Según ese proyecto,Jerusalén sería la capital de ambos países.

El abandono de la teoría de los dos Estados destruyó lasexpectativas que había generado el plan Kerry y que habíaservido, por lo demás, para calmar la ira de la juventudpalestina.

Tanto Trump como Netanyahu no muestran signos de haber percibidoel carácter explosivo de la actual situación y parecen decididosa seguir jugando con fuego, a pesar de que los TerritoriosPalestinos (Cisjordania y Gaza) bullen como un volcán a punto deexplotar.

Después de medio siglo de ocupación, los jóvenes presionan ala Autoridad Palestina que preside Mahmud Abbas para que obtengaresultados concretos o pase a la acción. A los 82 años, acosadopor las luchas internas y la impaciencia de los sectores másiracundos que quieren lanzar una nueva Intifada, Abbas no podráresistir mucho tiempo a la presión. Además de Hamas, el Hezbolápro-iraní -fogueado por cinco años de guerra en Siria- amenazacon usar un “arma secreta que puede transformar el curso decualquier guerra”.

El 50 aniversario de la Guerra de los Seis Días, en juniopróximo, puede marcar el límite de la paciencia y el comienzo deun nuevo conflicto.

PARÍS, Francia. (OEM-Informex).- Cuando estalle el próximoconflicto de Oriente Medio -que ineluctablemente ocurrirá tarde otemprano-, habrá que buscar su origen en las decisiones adoptadasel miércoles en la Casa Blanca durante la cumbre entre elpresidente norteamericano Donald Trump y el primer ministroisraelí Benjamin Netanyahu.

De todas las iniciativas diplomáticas desafortunadas queadoptó Trump en sus primeros 26 días de Gobierno, abandonar la“doctrina de los dos Estados” para pacificar el conflictoisraelo-palestino constituye la decisión más arriesgada porqueencendió la mecha de la próxima crisis militar en la región másexplosiva del planeta.

En un instante, rompió -habría que decir pulverizó- con unprincipio rector de la diplomacia estadunidense, respetado por lospresidentes de diferente signo político por lo menos desde 1993.No solo destruyó de un plumazo los enormes esfuerzos diplomáticosdesplegados durante un cuarto de siglo por Bill Clinton, George W.Bush y Barack Obama. Con el mismo desdén también agredió unadoctrina de referencia para gran parte de la comunidadinternacional, de la ONU a la Unión Europea (UE), pasando por laLiga Árabe.

El impacto que tuvo esa onda expansiva se advirtió claramentecuando el jefe de la diplomacia francesa Jean-Marc Ayraultcalificó la posición de Trump de “muy confusa y preocupante”.Incluso el secretario de Estado, Rex Tillerson, contradijo a supropio presidente al decir que era una actitud “no realista”.El embajador ruso ante la ONU, Nikolay Mladenov, expuso claramentela posición del Kremlin al afirmar que “la solución de dosEstados constituye la única vía” posible. Por su parte, elsecretario general de la ONU, Antonio Guterres, también afirmó enEl Cairo que “no hay otra alternativa que la solución de dosEstados”.

La temeraria decisión adoptada por la Casa Blanca aparece aprimera vista como el resultado de la influencia ejercida porNetanyahu -a quien Trump llama impúdicamente por su sobrenombre deBibi- y del grupo de colaboradores pro-israelíes que rodean alpresidente. Además de expresar su simpatía por Israel, Trump noocultó que su hija Ivanka se convirtió al judaísmo cuando secasó en 2009 con el millonario Jared Kushner, convertido enprincipal consejero de la Casa Blanca. Kushner, judío ortodoxo, esun activo contribuyente de la Asociación de Amigos de las Fuerzasde Defensa de Israel y del Centro Médico de Shaare Zedek, enJerusalén. Pero, sobre todo, financia proyectos de implantacionesde colonias en Cisjordania.

“Querido Jared, sin traicionar la confidencialidad, ¿puedorevelar que somos amigos desde hace muchos años?”, le dijo suamigo Bibi durante la conferencia de prensa difundida portelevisión.

Los propios israelíes no son ingenuos sobre los riesgos querepresenta la audacia de los cambios impuestos por Netanyahu a ladiplomacia de Estados Unidos.

Un sondeo sobre el proceso de paz, divulgado ayer, muestra que55 por ciento de los israelíes y 44 por ciento de los palestinosson favorables a la solución de los dos Estados por considerar quese trata del mejor mecanismo para llegar a una solución delconflicto más viejo del mundo. El aspecto clave de esa encuesta,reside en que la solución de un solo Estado cuenta aún con menosapoyo. Solo se pronuncian a favor 20 por ciento de los israelíes y33 por ciento de los palestinos.

El único gesto de moderación de Trump consistió en aplazar,en todo caso por el momento, la idea de reconocer a Jerusalén comocapital de Israel y trasladar la embajada norteamericana de TelAviv a la ciudad santa para las tres religiones monoteístas. “Esuna decisión difícil, que aún no he tomado”, le aseguró aldiario israelí Hayom.

En la Guerra de los Seis Días de 1967, Jerusalén fue ocupadaen su totalidad por Israel. Por iniciativa del primer ministroMenahen Begin, la Knesset (Parlamento) legalizó en 1980 la virtualanexión al proclamarla “una e indivisible”. Pero esa medidafue siempre rechazada por los palestinos y los países árabes.

Una decisión de esa índole implicaba un riesgo de“explosión absoluta” en Oriente Medio, como advirtió elexsecretario de Estado norteamericano, John Kerry, poco antes dedejar su puesto.

Netanyahu no presionó demasiado a Trump para obtener unapromesa más concreta porque “no quiere precipitar unadecisión”, estimó Jonathan Schanzer, vicepresidente de laFundación para la Defensa de las Democracias, un centronorteamericano de investigaciones de tendencia conservadora. “Elprimer objetivo [de Netanyahu] es asegurarse el apoyo de EstadosUnidos en materia de seguridad”, conjeturó.

Un compromiso posible, evocado por los nuevos funcionarios quetratan de orientarse dentro del desorden que reina en elDepartamento de Estado, sería instalar simbólicamente la oficinadel próximo embajador norteamericano en el consulado de EstadosUnidos en Jerusalén Oeste y mantener sin cambios la embajada enTel Aviv, al menos por un tiempo.

Netanyahu tampoco se puso guantes de terciopelo para anunciar,antes de la reunión con Trump, que proseguirán las implantacionesde colonias en Cisjordania. “Me gustaría que, por el momento,haya una desaceleración en la implantaciones”, le advirtió elpresidente en tono de broma, como si se tratara de una gracia.

También dio muestras de exquisito tacto diplomático cuandoafirmó: “Pienso que los palestinos deben despojarse de ese odioque aprenden desde la infancia. Deben reconocer a Israel. Debenhacerlo”.

Estados Unidos estaba a un paso de lograr un mutuoreconocimiento total. En algún cajón del Departamento de Estadodebe haber quedado un texto preparado por John Kerry que preveíacompletar el reconocimiento palestino del Estado de Israel también“como Estado judío”, idea que es tenazmente resistida por elmovimiento Hamas. A cambio, Israel reconocería un Estado Palestinosobre la base de las fronteras de 1967. Según ese proyecto,Jerusalén sería la capital de ambos países.

El abandono de la teoría de los dos Estados destruyó lasexpectativas que había generado el plan Kerry y que habíaservido, por lo demás, para calmar la ira de la juventudpalestina.

Tanto Trump como Netanyahu no muestran signos de haber percibidoel carácter explosivo de la actual situación y parecen decididosa seguir jugando con fuego, a pesar de que los TerritoriosPalestinos (Cisjordania y Gaza) bullen como un volcán a punto deexplotar.

Después de medio siglo de ocupación, los jóvenes presionan ala Autoridad Palestina que preside Mahmud Abbas para que obtengaresultados concretos o pase a la acción. A los 82 años, acosadopor las luchas internas y la impaciencia de los sectores másiracundos que quieren lanzar una nueva Intifada, Abbas no podráresistir mucho tiempo a la presión. Además de Hamas, el Hezbolápro-iraní -fogueado por cinco años de guerra en Siria- amenazacon usar un “arma secreta que puede transformar el curso decualquier guerra”.

El 50 aniversario de la Guerra de los Seis Días, en juniopróximo, puede marcar el límite de la paciencia y el comienzo deun nuevo conflicto.

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