Las quemaduras de primer y segundo grado terminaron pordevorarlo.
Era un joven, de 28 años de edad, y que viajó a la ciudadcapital en busca de un trabajo, sin embargo, esa álgida mañanadel 14 de diciembre, decidió pasarla en una jardinera ubicadojunto a la catedral de San Marcos, pues una noche antes no habíaencontrado transporte para regresar a su tierranatal, Jiquipilas.
Cubierto con una camisa, Rafael López Ayala concilió el sueñoempleando como una improvisada cama, el verde pastizal.
Ese lapso de tranquilidad se convirtió en un infierno para eljoven, pues dos individuos se le acercaron y como si hubieranrecibido alguna encomienda le lanzaron gasolina y lumbre almuchacho para que saliera corriendo de este punto.
Las llamas devoraron la carne. Los pedazos de piel escurríancomo telas de seda entre los dedos. El dolor lo embargaba ysuplicaba ayuda con las personas quienes se detenían a verlo, nadamás.
Unos ciudadanos observaron huir a los responsables, condirección al mercado Juan Sabines, intentaron detenerlos, pero enrealidad, temieron por sus vidas. Ayúdenme porfavor, se los suplico” dijo Rafael a algunos curiosos que seacercaron y comenzaron a desnudarlo, para alejar el fuego que sealojaba en sus ropas. Minutos después, arribó la policíaEstatal Preventiva y Fuerza Ciudadana adscrita a la Secretaría deSeguridad y Protección Ciudadana (SSPC) quienes notaron lasituación de una forma irrisoria.
Inclusive, en vez de solicitar el apoyo de una ambulancia,comenzaron a preguntarle sobre lo ocurrido. ¡Yo no he hecho nada malo, estaba dormido aquí y melanzaron gasolina y fuego, llamen a una ambulancia! Exclamó Rafaelquien temblaba del dolor y por ratos perdía la conciencia.Veinte minutos después, arribaron paramédicos de ProtecciónCivil Municipal, con el apoyo de una tabla rígida lo ingresaron alinterior de una ambulancia y lo trasladaron de emergencia alhospital Doctor Gilberto Gómez Maza, en donde pasaría susúltimos días.
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