Raúl Alvarado, El Sol de Irapuato
Familiares establecidos en Estados Unidos lo invitaron a buscarel sueño americano y, junto con otros cuatro, decidió probarsuerte. En camión de pasajeros se fueron de Guanajuato a Tijuana,donde pagó a un coyote 1,500 dolares a su llegada. Negociaron. Losorganizó y programó la internación al vecino pais.
Tomaron la ruta más peligrosa, pero cruzando pleno desiertopudo estar en el otro lado, no sin antes vivir una odisea de riesgoal caminar por cerros y montes, soportando inclemencias del tiempo,temperaturas bajo cero, así como los fuertes vientos. Pasó nochesa la intemperie exponiendo la vida; durmió ante el peligro deanimales venenosos pero se corrió con suerte… la PolicíaFronteriza no los ubicó.
Luego de 15 días, Luis Enrique Hernández y sus acompañantesllegaron a California; un primo les dió alojo. No salieron en unasemana. Contactó con otros familiares en Alabama, donde se dio laposibilidad de tabajar en el campo, en la pisca de tomate, sandia,chile y melón. Luego entró en una procesadora de pollo, hastadonde sopresivamente llegó la Policía Migratoria; hicieronrevisión de documentos, fue detenido y repatriado a México.
Segundo aire, tercero… Tentó a la suerte de nuevo yconsiguió llegar a Alabama; en esta ocasión conoció una mujer ytuvo familia: dos niñas. Lo detuvieron policías de tránsito y lahistoria se repitió.
Insistió, regresó, pero fue ubicado y volvió a México portercera vez, separado de su familia.
Luis Enrique se encuentra en Huanímaro, con sus padres yhermanos, trabajando en el campo con la esperanza de algún díaestar con sus hijas, abrazarlas y apoyarlas; Donald Trump hace queeso suene cada vez más difícil.