Negocios cerrados y casas que han perdido su valor catastral,además de salidas bloqueadas o reducidas de casi diez casas sonparte del daño que han dejado a las familias los trabajos en elPaso Exprés.
El deterioro es tal que negocios como cerámicas y un tallermecánico prácticamente están muertos; los propietarios hantenido que buscar otra actividad mientras esperan una respuesta dela autoridad responsable sobre sus viviendas. A pesar de que hapasado 24 días, en los alrededores se siente la desolación; nisiquiera el tumulto de los hombres de chaleco que trabajan aminoraesa sensación.
Los vecinos ya se acostumbraron a la maquinaria, por muygrotesca que sea, a los plásticos de señalización, a loscamiones que pertenecen en el lugar y a las cabinas que tambiénbloquean el paso hacia sus viviendas.
Hay desechos por todas partes y escombros amontonados; ni sediga de los accesos a sus domicilios. Ya no se quejan. Permanecenfuera todo el día, con la esperanza de que al regresar por lanoche, les avisen que todo cambió.
Pero a ellos, aunque sea abierta la autopista en su totalidad,el Paso Exprés ya los marcó para siempre; por estar muy cerca dela vía, el acceso a sus domicilios casi desapareció.
Los que en la mañana están en su casa, no quieren hablar. Yase cansaron de decir y explicar, de maldecir, de exponer su queja;al final, nadie les hace caso. “Ya no tiene remedio; la carreteraya está. No podemos luchar contra el gobierno”, dice conmolestia y resignación una anciana desde el quicio de su puerta.Se niega a salir. “¿Para qué?”, cuestiona.
Desde el 12 de julio, Víctor no ha vuelto a abrir su taller decerámica; allí quedaron las piedras a medio terminar. Sin eltallado completo, hay otras piedras más. Hasta antes del socavón,no le iba tan mal con su oficio. Hoy las herramientas están allí;no las ha vuelto a tocar. El lugar está cerrado, lleno de polvo,desordenado.
Para sobrevivir, se fue a buscar trabajo por otro lado; “nohay, pero qué le hace uno”. Se va a medio día hasta la Tres deMayo, en el municipio de Emiliano Zapata, y regresa por lanoche.
“Me da nostalgia llegar y ver todo abandonado”, señala.Sólo queda esperar para saber cuándo podrá abrir otra vez, ycomenzar desde cero.
Sin embargo, a cuatro casas de allí, estaba un tallermecánico; tenía varios años funcionando, pero con la ampliaciónde la obra, se levantó un muro, y el acceso prácticamentedesapareció.
Ildefonso Sánchez, el propietario, se cansó de pedirexplicaciones, de denunciar y de exigir que se le pagaran losdaños.
Hoy vende cartón y lámina. Deja su casa y tiene que salir abuscarlo; sin embargo, añora dedicarse a la mecánica, aunquetendrá que buscar otro lugar. Desde el 12 de julio, su situacióncambió también, pero desde otro ámbito. Es uno de los afectadoscolaterales, pero no era visible porque su casa quedó oculta.
Para protestar de forma silenciosa, usa una máscara deluchador; así anda por su casa, para que lo vean quienespasan.
El Paso Exprés no le quitó la vida, pero sí la modificó.