/ viernes 30 de septiembre de 2022

La Presa Endhó, una fosa séptica

Yuri Zareth Uribe, refiere que los olores que despide la Presa Endhó les provocan constantemente dolor de cabeza y toda clase de enfermedades

Desde que nació, hace poco más de 41 años, Yuri Zareth Uribe Montero respira el nauseabundo olor que despide la Presa Endhó, ubicada en el estado de Hidalgo, considerada la fosa séptica más grande del mundo, pues en ella se descargan las aguas residuales de la ciudad de México y de todo el Valle de México.

Yuri nació y vive en el poblado de General Pedro María Anaya, comunidad del municipio de Teptitlán. Es una de las 20 mil personas que habitan en la ribera de la presa Endhó, ubicada en los municipios de Tepetitlán y Tula de Allende, y sobreviven respirando los olores que emanan de las aguas negras, que son una combinación de aguas residuales domiciliarias, desechos industriales y residuos de combustible que tira al río Tula la refinería Miguel Hidalgo.

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La vivienda de Yuri se localiza a escasos 50 metros de la cortina de la presa y de una de las compuertas que alimentan a los canales que conducen el agua a Ixmiquilpan, así que tiene más problema con los olores, que sus vecinos.

Estando en casa, relata, se percibe el desagradable olor a químico, que pica la nariz ya veces no se aguanta, cuando el agua está siendo expulsada hacia los canales, por el movimiento, lo que ocurre todos los días.

Yuri Zareth Uribe Montero habita en la ribera de la presa Endhó | Foto: Rosalía Maldonado

Y el olor que emite el embalse de la presa se intensifica cuando hace más calor o cuando está en un nivel bajo.

“El olor es a podredumbre, una cosa fea”, expresa.

Refiere que los olores les provocan constantemente dolor de cabeza y toda clase de enfermedades y sospecha que es el causante de diversos tipos de cánceres, que padecen sus vecinos.

Aunque tiene 41 años, toda su vida, viviendo en esta comunidad, Yuri asegura que no hay manera de que se acostumbre al olor, ya que siempre resulta molesto y por supuesto quienes la visitan invariablemente hacen referencia al mal olor porque para ellos sí que resulta inaguantable.

Por ello, explica, los vecinos de los pueblos ribereños se han unido en un movimiento social que busca que el gobierno haga la declaratoria de emergencia ambiental en la región Tula. De acuerdo con Yuri hace un par de años lograron un avance en sus gestiones, pero la iniciativa ha sido frenada desde las instancias encargadas de atender el medio ambiente, aún así, ellos siguen en pie de lucha, porque es muy difícil vivir así.

Desde que nació, hace poco más de 41 años, Yuri Zareth Uribe Montero respira el nauseabundo olor que despide la Presa Endhó, ubicada en el estado de Hidalgo, considerada la fosa séptica más grande del mundo, pues en ella se descargan las aguas residuales de la ciudad de México y de todo el Valle de México.

Yuri nació y vive en el poblado de General Pedro María Anaya, comunidad del municipio de Teptitlán. Es una de las 20 mil personas que habitan en la ribera de la presa Endhó, ubicada en los municipios de Tepetitlán y Tula de Allende, y sobreviven respirando los olores que emanan de las aguas negras, que son una combinación de aguas residuales domiciliarias, desechos industriales y residuos de combustible que tira al río Tula la refinería Miguel Hidalgo.

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La vivienda de Yuri se localiza a escasos 50 metros de la cortina de la presa y de una de las compuertas que alimentan a los canales que conducen el agua a Ixmiquilpan, así que tiene más problema con los olores, que sus vecinos.

Estando en casa, relata, se percibe el desagradable olor a químico, que pica la nariz ya veces no se aguanta, cuando el agua está siendo expulsada hacia los canales, por el movimiento, lo que ocurre todos los días.

Yuri Zareth Uribe Montero habita en la ribera de la presa Endhó | Foto: Rosalía Maldonado

Y el olor que emite el embalse de la presa se intensifica cuando hace más calor o cuando está en un nivel bajo.

“El olor es a podredumbre, una cosa fea”, expresa.

Refiere que los olores les provocan constantemente dolor de cabeza y toda clase de enfermedades y sospecha que es el causante de diversos tipos de cánceres, que padecen sus vecinos.

Aunque tiene 41 años, toda su vida, viviendo en esta comunidad, Yuri asegura que no hay manera de que se acostumbre al olor, ya que siempre resulta molesto y por supuesto quienes la visitan invariablemente hacen referencia al mal olor porque para ellos sí que resulta inaguantable.

Por ello, explica, los vecinos de los pueblos ribereños se han unido en un movimiento social que busca que el gobierno haga la declaratoria de emergencia ambiental en la región Tula. De acuerdo con Yuri hace un par de años lograron un avance en sus gestiones, pero la iniciativa ha sido frenada desde las instancias encargadas de atender el medio ambiente, aún así, ellos siguen en pie de lucha, porque es muy difícil vivir así.

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