Se distinguen en medio de miles. Vestimentas tradicionales para las mujeres, ropajes más modernos para los niños.
Las enaguas, huaraches, rebozo, trenzas con listones de colores y los collares acompañados con un juego de aretes exuberantes son características que
identifican a una mujer mazahua.
Deambulan por los pasillos del Metro de la Ciudad de México con rumbo desconocido. Ellas dos; los pequeños, cuatro. Con prisa y sin suerte van apretujados en el vagón, casi aplastados contra la puerta.
Cuando la fortuna sonríe un poco, hay asientos para acomodarse. Los niños pueden saborear un helado, para hacer más llevadero el viaje. El más chico se acomoda en el regazo de su madre.
Agotado.
Una postal citadina. ¿Va a casa? ¿Irán a la escuela… o al mercado, o a pasear
solamente?
Imposible no notarlos, aunque la
mayoría prefiere no verlos, ignorarlos.
Mazahuas. “Gente de venado” les dicen algunos. Preservan su cultura allá, por San Felipe del Progreso, Estado de México. ¿Será esta familia de ese lugar?