/ jueves 21 de septiembre de 2017

Una nube de polvo envolvió a Jojutla tras el sismo

Era la misma gente, vecinos, transeúntes quienes apoyaban a los damnificados a salir

Una nube de polvo envolvió a Jojutla tras el sismo; cuando se disipó, la ciudad ya no era la misma: su mercado a punto de incendiarse, una parte de la presidencia municipal colapsó y sepultó a tres personas, los emblemáticos arcos desaparecieron, la antigua iglesia de San Miguel quedó en ruinas, tal como la privilegiada zona comercial, y más de 200 familias quedaron sin hogar.

Destrucción. El rictus de dolor y miedo era contagioso; esto no había pasado nunca, se decían. En los tres mercados la gente se atropellaba, nada estaba en su lugar, muchos comerciantes abandonaron sus locales para tratar de salir, otros se quedaron y fueron golpeados por la mercancía; el caos se vivía simultáneamente en los establecimientos comerciales, la mayoría sin protocolo de protección civil.

En presidencia, los que alcanzaron a salir pudieron ver como el reloj se desplomó contra dos empleadas, las dos perdieron la vida; tres quedaron atrapados en los escombros hasta después de las 17 horas cuando lograron ser rescatados. Otros inmuebles sobre la calle Cuauhtémoc se desplomaron con gente dentro.

La arteria principal, Constitución del 57, registró varios establecimientos colapsados: el CTEC, la Terminal de Pullman, el edificio sede del PRI, entre muchos otros que están a punto de caer o tienen daños severos, como la Plaza Yuliana sobre la calle Josefa Ortiz de Domínguez, que bajaron sus cortinas, como la Abarrotera Fuentes o la relojería El Cronómetro, pues en su interior todos los estantes se derrumbaron; espectaculares y anuncios cayeron sobre los edificios.

Varias viviendas y edificios de la colonia Zapata se derrumbaron y se dañaron vehículos. Era la misma gente, vecinos, transeúntes quienes apoyaban a los damnificados a salir. La iglesia Tres de Mayo se desplomó junto a la enorme ceiba. Por fortuna, la gente alcanzó a salir, decían llorando aquellos que perdieron su hogar.

Las escenas de película de guerra sin duda las dio la calle Ricardo Sánchez; esas antiguas y emblemáticas construcciones de adobe se desplomaron, la Casa Ejidal y frente a ella, por la Alameda, la antigua Casa Lauris de los Bahena se vino abajo; la vivienda adjunta sepultó a uno de sus moradores, Jorge Bahena, el Chato.

Ahí, junto a los lavaderos públicos, las casas quedaron derribadas desde sus cimientos, la parte superior quedó de lado, mientras el Puente de los Suspiros fue cerrado ante el riesgo de que colapsara.

Quienes intentaron refugiarse en la antigua iglesia de San Miguel cayeron postrados de rodillas al ver las ruinas del inmueble que data del siglo XVI. Cuando vieron al cielo, las nubes aborregadas hicieron que una mujer de avanzada edad exclamara “Dios mío, seguirá temblando”, tal como sus antecesores, que igual con las cabañuelas predecían los tiempos, con los aros solares las enfermedades y con nubes de ese tipo las tragedias como los sismos.

En la calle Himno Nacional el edificio adjunto a Telmex se derrumbó. La electricidad se fue, se reventaron cables, cayeron transformadores; los servicios de telefonía fallaron, las autoridades municipales pidieron apoyo a la ciudadanía para que abandonara los inmuebles en riesgo.

El Ejército llegó alrededor de las cinco de la tarde y se declaró el plan DN-III; se avocó el rescate de algunas personas y cuerpos. Paralelamente, autoridades instruían sobre la instalación de tres.

Era imposible recorrer todo Jojutla sin encontrar obstáculos y las cifras de muertos y heridos puso en crisis a los servicios médicos forenses y al Hospital General Ernesto Meana San Román.

Una nube de polvo envolvió a Jojutla tras el sismo; cuando se disipó, la ciudad ya no era la misma: su mercado a punto de incendiarse, una parte de la presidencia municipal colapsó y sepultó a tres personas, los emblemáticos arcos desaparecieron, la antigua iglesia de San Miguel quedó en ruinas, tal como la privilegiada zona comercial, y más de 200 familias quedaron sin hogar.

Destrucción. El rictus de dolor y miedo era contagioso; esto no había pasado nunca, se decían. En los tres mercados la gente se atropellaba, nada estaba en su lugar, muchos comerciantes abandonaron sus locales para tratar de salir, otros se quedaron y fueron golpeados por la mercancía; el caos se vivía simultáneamente en los establecimientos comerciales, la mayoría sin protocolo de protección civil.

En presidencia, los que alcanzaron a salir pudieron ver como el reloj se desplomó contra dos empleadas, las dos perdieron la vida; tres quedaron atrapados en los escombros hasta después de las 17 horas cuando lograron ser rescatados. Otros inmuebles sobre la calle Cuauhtémoc se desplomaron con gente dentro.

La arteria principal, Constitución del 57, registró varios establecimientos colapsados: el CTEC, la Terminal de Pullman, el edificio sede del PRI, entre muchos otros que están a punto de caer o tienen daños severos, como la Plaza Yuliana sobre la calle Josefa Ortiz de Domínguez, que bajaron sus cortinas, como la Abarrotera Fuentes o la relojería El Cronómetro, pues en su interior todos los estantes se derrumbaron; espectaculares y anuncios cayeron sobre los edificios.

Varias viviendas y edificios de la colonia Zapata se derrumbaron y se dañaron vehículos. Era la misma gente, vecinos, transeúntes quienes apoyaban a los damnificados a salir. La iglesia Tres de Mayo se desplomó junto a la enorme ceiba. Por fortuna, la gente alcanzó a salir, decían llorando aquellos que perdieron su hogar.

Las escenas de película de guerra sin duda las dio la calle Ricardo Sánchez; esas antiguas y emblemáticas construcciones de adobe se desplomaron, la Casa Ejidal y frente a ella, por la Alameda, la antigua Casa Lauris de los Bahena se vino abajo; la vivienda adjunta sepultó a uno de sus moradores, Jorge Bahena, el Chato.

Ahí, junto a los lavaderos públicos, las casas quedaron derribadas desde sus cimientos, la parte superior quedó de lado, mientras el Puente de los Suspiros fue cerrado ante el riesgo de que colapsara.

Quienes intentaron refugiarse en la antigua iglesia de San Miguel cayeron postrados de rodillas al ver las ruinas del inmueble que data del siglo XVI. Cuando vieron al cielo, las nubes aborregadas hicieron que una mujer de avanzada edad exclamara “Dios mío, seguirá temblando”, tal como sus antecesores, que igual con las cabañuelas predecían los tiempos, con los aros solares las enfermedades y con nubes de ese tipo las tragedias como los sismos.

En la calle Himno Nacional el edificio adjunto a Telmex se derrumbó. La electricidad se fue, se reventaron cables, cayeron transformadores; los servicios de telefonía fallaron, las autoridades municipales pidieron apoyo a la ciudadanía para que abandonara los inmuebles en riesgo.

El Ejército llegó alrededor de las cinco de la tarde y se declaró el plan DN-III; se avocó el rescate de algunas personas y cuerpos. Paralelamente, autoridades instruían sobre la instalación de tres.

Era imposible recorrer todo Jojutla sin encontrar obstáculos y las cifras de muertos y heridos puso en crisis a los servicios médicos forenses y al Hospital General Ernesto Meana San Román.

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