La Fiscalía General del Estado lleva a cabo la cacería de una célula de Aztecas, presuntos responsables de la masacre ocurrida el martes en el centro de rehabilitación “Uniendo familias para vivir mejor”.
Se trata de pandilleros que de manera dispersa trabajan sin un lugar fijo de residencia para el cártel de Juárez y operan desde hace dos años en esta ciudad, con la finalidad de controlar la venta de cristal y eliminar al grupo contrario denominado Los Mexicles, quienes trabajan para el cártel de Sinaloa.
Esta pandilla, que está catalogada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés) como una de las 20 más peligrosas en ese país, ya que opera tanto en Juárez como en El Paso, Texas; se dedica a cometer asaltos, extorsiones y tráfico de drogas y se le ha calificado como una pandilla de violencia extrema.
Los Aztecas, según ha documentado la PGR, sirven de matones a la organización de La Línea, brazo armado del cártel de Juárez en la disputa que mantiene con el cártel de Sinaloa de Joaquín el Chapo Guzmán por el control del trasiego de drogas en Chihuahua y la zona fronteriza del noreste.
En México y Estados Unidos, la pandilla Los Aztecas es sinónimo de violencia extrema, de asesinos a sueldo que operan con una estructura militar, de narcomenudistas que controlan las cárceles y “picaderos” de Ciudad Juárez, Chihuahua, y son los posibles sucesores de los actuales cárteles mexicanos, debido a la naturalidad con la que se mueven entre ambos lados de la frontera, indica información del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
El enfrentamiento de las pandillas de Los Aztecas y sus principales rivales, Los Mexicles, en el penal estatal de ciudad Juárez, provocó en 2009 la muerte de 20 internos.
Pero Los Aztecas, que controlan 80 por ciento de las cárceles y “picaderos” de Juárez, han encontrado un negocio rentable tanto por el tráfico de drogas como por los asesinatos en un mercado cautivo, contando con la alianza de un grupo del crimen organizado integrado por miembros de diversas corporaciones policiacas de esa ciudad, que utilizan a la pandilla como una empresa outsourcing.
La mayoría de los 10 mil miembros de la pandilla, que nació en los 80, viven en El Paso, Texas, y han cambiado los tatuajes distintivos aztecas por un perfil más ejecutivo.