/ sábado 9 de marzo de 2024

Ante las provocaciones, templanza y verdad

Luego de casi seis años del gobierno de López Obrador nadie puede afirmar que se haya producido algún acto represivo de expresiones de protesta ciudadana. Ciertamente éstas no han sido abundantes ni reiteradas. Se puede decir que la protesta social casi no ha existido en este sexenio. Por qué será.

Por el contrario, es imposible negar que tanto la protesta social como la represión de ella fueron la constante a lo largo de muchas décadas. Algunas protestas fueron reprimidas con despiadada ferocidad. Acaso la Noche de Tlatelolco sea el ejemplo más brutal de los actos represivos por cuenta del Estado.

También podría citarse a este respecto el tristemente célebre halconazo del 10 de junio de 1971 en que un grupo de golpeadores y pistoleros nombrado “los halcones” disolvió una marcha estudiantil de protesta pacífica, con saldo de muchos muertos y heridos por golpes y disparos de armas de fuego.

Hubo, desde luego, muchas otras represiones sangrientas contra movimientos populares de protesta. Nochixtlán, Aguas Blancas y Atenco fueron algunas de ellas.

Pero luego de Tlatelolco y el halconazo no se había presentado un acto de semejante sevicia hasta la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en el gobierno del priista Enrique Peña Nieto.

Nada de esto, ni de lejos, ha acontecido en el presente gobierno. La constante política ha sido el respeto, el diálogo, la conciliación. Nada de golpeadores, porros o pistoleros. Y tampoco han sido utilizadas las fuerzas armadas para inhibir o reprimir expresiones ciudadanas de inconformidad.

Por eso mismo a la derecha le urge provocar un acto represivo por cuenta del obradorismo. En horas recientes la provocación derechista se concretó en el ataque a Palacio Nacional. Y para la marcha en conmemoración del Día Internacional de la Mujer se prevén nuevos actos de provocación desde la derecha.

Se trata, como aconsejan los manuales de desestabilización, de “calentar la calle”. Pero ese calentamiento no puede darse en ausencia de actos represivos. La fórmula es desestabilización y represión. Y el obradorismo no está dispuesto a cooperar con la derecha para incendiar las calles.

Cabe esperar, sin embargo, que se den nuevos actos de provocación en los seis meses que faltan para el fin del sexenio. Pero la respuesta del obradorismo será la misma que hasta ahora: templanza y verdad.


mentorferrer@gmail.com

Luego de casi seis años del gobierno de López Obrador nadie puede afirmar que se haya producido algún acto represivo de expresiones de protesta ciudadana. Ciertamente éstas no han sido abundantes ni reiteradas. Se puede decir que la protesta social casi no ha existido en este sexenio. Por qué será.

Por el contrario, es imposible negar que tanto la protesta social como la represión de ella fueron la constante a lo largo de muchas décadas. Algunas protestas fueron reprimidas con despiadada ferocidad. Acaso la Noche de Tlatelolco sea el ejemplo más brutal de los actos represivos por cuenta del Estado.

También podría citarse a este respecto el tristemente célebre halconazo del 10 de junio de 1971 en que un grupo de golpeadores y pistoleros nombrado “los halcones” disolvió una marcha estudiantil de protesta pacífica, con saldo de muchos muertos y heridos por golpes y disparos de armas de fuego.

Hubo, desde luego, muchas otras represiones sangrientas contra movimientos populares de protesta. Nochixtlán, Aguas Blancas y Atenco fueron algunas de ellas.

Pero luego de Tlatelolco y el halconazo no se había presentado un acto de semejante sevicia hasta la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en el gobierno del priista Enrique Peña Nieto.

Nada de esto, ni de lejos, ha acontecido en el presente gobierno. La constante política ha sido el respeto, el diálogo, la conciliación. Nada de golpeadores, porros o pistoleros. Y tampoco han sido utilizadas las fuerzas armadas para inhibir o reprimir expresiones ciudadanas de inconformidad.

Por eso mismo a la derecha le urge provocar un acto represivo por cuenta del obradorismo. En horas recientes la provocación derechista se concretó en el ataque a Palacio Nacional. Y para la marcha en conmemoración del Día Internacional de la Mujer se prevén nuevos actos de provocación desde la derecha.

Se trata, como aconsejan los manuales de desestabilización, de “calentar la calle”. Pero ese calentamiento no puede darse en ausencia de actos represivos. La fórmula es desestabilización y represión. Y el obradorismo no está dispuesto a cooperar con la derecha para incendiar las calles.

Cabe esperar, sin embargo, que se den nuevos actos de provocación en los seis meses que faltan para el fin del sexenio. Pero la respuesta del obradorismo será la misma que hasta ahora: templanza y verdad.


mentorferrer@gmail.com