/ sábado 4 de mayo de 2024

Fantasías electorales de la derecha

La obra de gobierno del presidente López Obrador ha sido monumental, grandiosa. Una verdadera revolución. Y así lo siente y reconoce la inmensa mayoría de los mexicanos.

No hay sector de la sociedad que no haya experimentado las bondades del cambio económico y político iniciado con la victoria electoral del obradorismo el 2 de julio de 2018, ahora mismo hace casi seis años.

En realidad se trató de una vuelta al ideario y a la práctica de la revolución mexicana de 1910-1917. Una revolución de la que los mexicanos nacidos en el siglo XX somos hijos y deudores.

Puede decirse, así, que aquel ideario estaba vigente, aunque adormecido, en el cerebro de millones de mexicanos, los que parecían estar esperando el momento de retomar el camino de la revolución interrumpida en 1983, con el arribo al poder, por vía usurpadora, del ideario y la práctica del neoliberalismo.

Una vez conquistada la presidencia, y aún antes, comenzó la obra transformadora. Para empezar se dio fin a las privatizaciones, alma de la ideología neoliberal. Y empezó el camino inverso, el del crecimiento y fortalecimiento del sector público de la economía.

Y como hicieron en su momento Carranza, Zapata, Villa y Cárdenas, la nueva etapa de la revolución mexicana comenzó generando una ingente política de beneficio popular, cuya obra más significativa fue la pensión universal para los adultos mayores.

A esta medida siguieron los apoyos económicos a discapacitados, madres solas, estudiantes y trabajadores del campo y la ciudad. De este modo López Obrador reforzó su apoyo popular y electoral.

El crecimiento del empleo y la mejoría de los salarios reforzaron aún más la base social, popular y electoral de la nueva etapa de la revolución de 1910-1917.

Adicionalmente, una gigantesca obra pública impulsó y reforzó empleo y salarios, generando para los trabajadores medios de vida desde los primeros momentos del nuevo régimen.

¿Qué podría tener de extraño, en consecuencia, que los beneficiarios de la nueva etapa revolucionaria se hayan alineado con los nuevos cauces transformadores? ¿De dónde podría sacar la derecha una fuerza electoral semejante?

Solamente del mundo de las ilusiones y de la fantasía. Y ahora mismo la derecha recorre esos caminos ilusorios y fantasiosos, al decir y creerse que posee una fuerza electoral igual o mayor a la del obradorismo. ¿De donde?


mentorferrer@gmail.com

La obra de gobierno del presidente López Obrador ha sido monumental, grandiosa. Una verdadera revolución. Y así lo siente y reconoce la inmensa mayoría de los mexicanos.

No hay sector de la sociedad que no haya experimentado las bondades del cambio económico y político iniciado con la victoria electoral del obradorismo el 2 de julio de 2018, ahora mismo hace casi seis años.

En realidad se trató de una vuelta al ideario y a la práctica de la revolución mexicana de 1910-1917. Una revolución de la que los mexicanos nacidos en el siglo XX somos hijos y deudores.

Puede decirse, así, que aquel ideario estaba vigente, aunque adormecido, en el cerebro de millones de mexicanos, los que parecían estar esperando el momento de retomar el camino de la revolución interrumpida en 1983, con el arribo al poder, por vía usurpadora, del ideario y la práctica del neoliberalismo.

Una vez conquistada la presidencia, y aún antes, comenzó la obra transformadora. Para empezar se dio fin a las privatizaciones, alma de la ideología neoliberal. Y empezó el camino inverso, el del crecimiento y fortalecimiento del sector público de la economía.

Y como hicieron en su momento Carranza, Zapata, Villa y Cárdenas, la nueva etapa de la revolución mexicana comenzó generando una ingente política de beneficio popular, cuya obra más significativa fue la pensión universal para los adultos mayores.

A esta medida siguieron los apoyos económicos a discapacitados, madres solas, estudiantes y trabajadores del campo y la ciudad. De este modo López Obrador reforzó su apoyo popular y electoral.

El crecimiento del empleo y la mejoría de los salarios reforzaron aún más la base social, popular y electoral de la nueva etapa de la revolución de 1910-1917.

Adicionalmente, una gigantesca obra pública impulsó y reforzó empleo y salarios, generando para los trabajadores medios de vida desde los primeros momentos del nuevo régimen.

¿Qué podría tener de extraño, en consecuencia, que los beneficiarios de la nueva etapa revolucionaria se hayan alineado con los nuevos cauces transformadores? ¿De dónde podría sacar la derecha una fuerza electoral semejante?

Solamente del mundo de las ilusiones y de la fantasía. Y ahora mismo la derecha recorre esos caminos ilusorios y fantasiosos, al decir y creerse que posee una fuerza electoral igual o mayor a la del obradorismo. ¿De donde?


mentorferrer@gmail.com