/ domingo 19 de mayo de 2024

Telarañas digitales / Entre el sesgo y la censura

A Rosa Estela Reyes, museógrafa homenajeada, pero ante todo nuestra amiga.


En tiempos de crisis, las redes sociales deberían representar un canal equitativo de información para todas las personas, pero desafortunadamente, no es así. Las redes sociales y los medios de comunicación están sesgados por el tipo de poderes que intervienen y promueven su existencia, y si bien permiten que cualquier persona del mundo pueda utilizarlas, esto no significa que todas las personas y grupos tengan el mismo poder de enunciación.

Los cambios en las licencias y términos de uso de casi todas las redes sociales en los últimos tiempos son contradictorios y nos llevan de vuelta al viejo problema en torno a los límites de la libertad de expresión. En otros momentos, hemos explorado aquí la necesidad de regular los contenidos abiertamente criminales o que atentan contra los derechos humanos, mismos que insistimos, no pueden justificarse bajo el estandarte de la libertad de expresión. Hoy debemos explorar el lado contrario de la moneda: el empleo de tales límites como mecanismo de censura política que actúa en contra de la libertad de expresión.

Como ejemplo, traigamos a colación la red social favorita de las y los adolescentes y jóvenes: TikTok. La red se ha autorreconocido como un espacio de entretenimiento basado en contenidos amables y agradables. Eso significa que, aunque no censuran del todo las opiniones y problemáticas sociales, el algoritmo no las favorece. En parte, TikTok se justifica basándose en los efectos que las redes sociales pueden tener para la salud mental, urgente en toda la población, pero sobre todo entre los más jóvenes. Si comparamos TikTok con la plataforma X, sabremos que la mayoría del contenido de la primera podría calificarse de “optimista” y hasta “banal”, mientras que la segunda es una palestra abarrotada de contenido “pesimista”.

No es descabellado verlo así, pues hablar de política y problemas sociales poco tiene de agradable. Sin embargo, abstraernos en un mundo artificial de “buenas noticias” y “diversión” también es perjudicial y puede tener consecuencias a largo plazo. Curiosamente, las nuevas generaciones abrazan abiertamente las causas sociales, aunque en muchas ocasiones lo hacen por moda y no siempre están conscientes de los contextos en que se insertan, precisamente porque la información de calidad, a pesar de estar al alcance en los motores de búsqueda, no es favorecida por las redes sociales.

En nuestros días están ocurriendo situaciones bastante graves en el todo el mundo. De ellas no voy a hablar aquí, porque sé que compartimos la conciencia colectiva de su gravedad, sobre todo de sus posibles consecuencias futuras cuyo análisis rebasa las intenciones del presente. Sin embargo, en TikTok se están colando mensajes de ayuda humanitaria que han ganado presencia, a pesar de ir en contra de las políticas de uso de la plataforma. Las manifestaciones políticas en todo el mundo están despertando, al menos, la necesidad de complementar la información hegemónica y motivando el pensamiento crítico.

Es verdad que enfrentarse con la realidad cotidiana puede ser desolador y doloroso y, por supuesto, puede afectar la salud mental. Abrir las redes sociales y encontrarse con feminicidios, personas desaparecidas, guerra, muerte de infancias, personas despojadas de sus hogares, asesinatos, robos, crisis económicas, opresión de las minorías, y un muy largo etcétera, puede parecer un despropósito y despertar frustración, pues podemos considerar que estamos inermes ante las injusticias del mundo y que no hay nada que hacer para mejorarlo.

Paradójicamente, una buena forma de contribuir está en las propias redes sociales, en la lucha contra los algoritmos diseñados por el poder, contra los poderes de enunciación siempre favorecidos por las plataformas, contra los discursos hegemónicos y los líderes de opinión de siempre. Las redes sociales, la publicidad, los medios de comunicación y los discursos políticos están diseñados para imponer ciertas narrativas. Por eso, compartir, comentar y dar movilidad a una publicación disidente contribuye a poner al alcance de todas las personas otro tipo de información, siempre que no se trate de fake news. Siempre es posible dar un paso más: donar, denunciar, votar, acompañar, marchar; las pequeñas prácticas siempre contribuyen. No permitamos que nos convenzan de que protestar en redes sociales es inútil, porque son esas mismas redes las que imponen el statu quo.

A Rosa Estela Reyes, museógrafa homenajeada, pero ante todo nuestra amiga.


En tiempos de crisis, las redes sociales deberían representar un canal equitativo de información para todas las personas, pero desafortunadamente, no es así. Las redes sociales y los medios de comunicación están sesgados por el tipo de poderes que intervienen y promueven su existencia, y si bien permiten que cualquier persona del mundo pueda utilizarlas, esto no significa que todas las personas y grupos tengan el mismo poder de enunciación.

Los cambios en las licencias y términos de uso de casi todas las redes sociales en los últimos tiempos son contradictorios y nos llevan de vuelta al viejo problema en torno a los límites de la libertad de expresión. En otros momentos, hemos explorado aquí la necesidad de regular los contenidos abiertamente criminales o que atentan contra los derechos humanos, mismos que insistimos, no pueden justificarse bajo el estandarte de la libertad de expresión. Hoy debemos explorar el lado contrario de la moneda: el empleo de tales límites como mecanismo de censura política que actúa en contra de la libertad de expresión.

Como ejemplo, traigamos a colación la red social favorita de las y los adolescentes y jóvenes: TikTok. La red se ha autorreconocido como un espacio de entretenimiento basado en contenidos amables y agradables. Eso significa que, aunque no censuran del todo las opiniones y problemáticas sociales, el algoritmo no las favorece. En parte, TikTok se justifica basándose en los efectos que las redes sociales pueden tener para la salud mental, urgente en toda la población, pero sobre todo entre los más jóvenes. Si comparamos TikTok con la plataforma X, sabremos que la mayoría del contenido de la primera podría calificarse de “optimista” y hasta “banal”, mientras que la segunda es una palestra abarrotada de contenido “pesimista”.

No es descabellado verlo así, pues hablar de política y problemas sociales poco tiene de agradable. Sin embargo, abstraernos en un mundo artificial de “buenas noticias” y “diversión” también es perjudicial y puede tener consecuencias a largo plazo. Curiosamente, las nuevas generaciones abrazan abiertamente las causas sociales, aunque en muchas ocasiones lo hacen por moda y no siempre están conscientes de los contextos en que se insertan, precisamente porque la información de calidad, a pesar de estar al alcance en los motores de búsqueda, no es favorecida por las redes sociales.

En nuestros días están ocurriendo situaciones bastante graves en el todo el mundo. De ellas no voy a hablar aquí, porque sé que compartimos la conciencia colectiva de su gravedad, sobre todo de sus posibles consecuencias futuras cuyo análisis rebasa las intenciones del presente. Sin embargo, en TikTok se están colando mensajes de ayuda humanitaria que han ganado presencia, a pesar de ir en contra de las políticas de uso de la plataforma. Las manifestaciones políticas en todo el mundo están despertando, al menos, la necesidad de complementar la información hegemónica y motivando el pensamiento crítico.

Es verdad que enfrentarse con la realidad cotidiana puede ser desolador y doloroso y, por supuesto, puede afectar la salud mental. Abrir las redes sociales y encontrarse con feminicidios, personas desaparecidas, guerra, muerte de infancias, personas despojadas de sus hogares, asesinatos, robos, crisis económicas, opresión de las minorías, y un muy largo etcétera, puede parecer un despropósito y despertar frustración, pues podemos considerar que estamos inermes ante las injusticias del mundo y que no hay nada que hacer para mejorarlo.

Paradójicamente, una buena forma de contribuir está en las propias redes sociales, en la lucha contra los algoritmos diseñados por el poder, contra los poderes de enunciación siempre favorecidos por las plataformas, contra los discursos hegemónicos y los líderes de opinión de siempre. Las redes sociales, la publicidad, los medios de comunicación y los discursos políticos están diseñados para imponer ciertas narrativas. Por eso, compartir, comentar y dar movilidad a una publicación disidente contribuye a poner al alcance de todas las personas otro tipo de información, siempre que no se trate de fake news. Siempre es posible dar un paso más: donar, denunciar, votar, acompañar, marchar; las pequeñas prácticas siempre contribuyen. No permitamos que nos convenzan de que protestar en redes sociales es inútil, porque son esas mismas redes las que imponen el statu quo.