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Este mes se cumplieron 60 años del triunfo de la Revolución Cubana, fue el primero de enero de 1959 cuando aquellos barbados entraron a La Habana derrotando a la dictadura de Batista. Y fue en 1990, a poco más de 30 años de aquel momento, que yo visite por primera vez la isla y pude hacer esta primer imagen del comandante Castro.
Crecí en una familia de clase media, y fui el primogénito de una pareja de universitarios egresados de la UNAM que me trajeron al mundo en el emblemático año de 1968, crecí pues con la influencia de los movimientos de izquierda de la época y siempre quise conocer Cuba.
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Para 1990 yo estaba a la mitad de la carrera de comunicación en la FCPyS de la UNAM, así que ahí se organizó el viaje. No trabajaba para nada, así que con mis ahorros y seguramente ayuda de mi padre me lancé a La Habana en julio de ese año en plenos festejos del asalto al cuartel Moncada.
Aquella mañana desde la madrugada llegamos a la Plaza de la Revolución, después de una exhaustiva revisión de equipos que incluía dejar las cámaras desde la noche anterior en el hotel Habana Libre para su revisión.
La mitad del mérito de este tipo de imágenes radica en todas las gestiones previas, visa de prensa, acreditaciones, burocracia local, la competencia con los colegas; calor, hambre y sed. Son horas previas de preparación para pasar unos minutos a cierta posición y hacer estos disparos. Fotografiar a un personaje histórico y de este calibre nunca ha sido fácil.
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Viajé con mi primer equipo: dos cuerpos de Canon, la AE 1 y una negra hermosa A 1, lentes convencionales, angular y un telefoto máximo de 300mm, no había para más. El discurso duró poco más de tres horas como acostumbraba el comandante, así que pude realizar diversas tomas a lo largo del evento.
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Ya lo saben, a Cuba he ido en más de una docena de veces desde entonces hasta 2016 cuando asistí a los funerales de Fidel. Conozco bien la isla y tuve la oportunidad a lo largo de estás últimas décadas de fotografiar a Fidel varias veces. Incluso alguna vez tuve la oportunidad de entregarle en persona una carpeta de fotografías de distintos viajes. Esta foto la tengo firmada por él.
Sin embargo, esta imagen es relevante en mi carrera porque me abrió las puertas de mi primer trabajo “formal” en medios para ese mismo año, porque a mi regreso le ofrecí el material a Miguel Ángel Granados Chapa cuando recién dirigía su nueva revista llamada MIRA, una de las primeras apuestas editoriales sobre política y temas generales de aquellos años con páginas a todo color en México. Ahí empecé y ahí permanecí por dos años. Pero esa es otra historia.
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En fin, a todos los jóvenes emergentes que hoy quieren dedicarse a la fotografía documental y periodística les sugiero sumar nuevas herramientas visuales y académicas, para su mejor desempeño en el mundo que les tocará lidiar; no olviden que para ser buenos fotoperiodistas deben tener la resistencia de Rocky Balboa, no bastan las buenas imágenes, se necesita carácter, disciplina y un enfoque original. Hasta la próxima.