/ jueves 21 de septiembre de 2017

Logran rescate de sobreviviente en Lindavista

Mientras haya esperanza hay vida, dicen los vecinos

Mientras haya esperanza hay vida, dicen los vecinos y el esfuerzo obtiene su frutos horas después cuando aparece de entre los escombros el señor José Luis Ponce Illescas, de 65 años, tras luchar un día por su vida entre escombros en la calle de Coquimbo, en la colonia Lindavista, donde colapsó un conjunto habitacional que en su mejor momento pasaba por residencial.

El júbilo, el llanto, los aplausos y las sonrisas afloran, pero es el principio porque abajo hay más esperanza. Y todos callan, señal de vida.

En Lindavista, en Gustavo A. Madero, son hileras tras hileras de voluntarios y solidarios con “Fuerza México’’, en apoyo a sus familiares, de sus vecinos, de sus amigos, de su conocidos, con vida o sin ella, pero sepultados bajo toneladas de escombros. Y los gritos de desesperación de la hermana, la tía y los padres ante la falta de información de la autoridad delegacional.

No hay lugar para el reposo de todos los que ayudan en la remoción de escombros, es una lucha contra el tiempo. Todavía hay ánimo: “vamos todos, sí se puede’’.

La solidaridad de los habitantes de la colonia Lindavista, madres de familia con sus hijas e hijos, jóvenes y habitantes de otras zonas de la Gustavo A. Madero, sigue en pie. Cargan agua, víveres, comida, sándwiches, fruta, medicamentos y herramientas. Corren de un lado a otro.

El rescate de Don Pepe es dramático. Los primeros que logran ver su rostro y parte de su cuerpo son integrantes de los topos del estado de Querétaro y bomberos de la ciudad de México. Balbucea que su hija está atrapada.

Sus piernas están atoradas, por lo que Don Pepe ve la luz con medio cuerpo bajo los escombros. Pasa una hora y logra liberarse de las piedras. Y sube entre aplausos a una ambulancia de la Cruz Roja que lo lleva a un hospital.

Habitaba en el segundo nivel, que cayó al suelo una vez que inició el movimiento telúrico.

Pero después del sorbo de esperanza que dio su rescate. La gente calla, observa.

Llegan las ambulancias de servicios periciales de la Procuraduría General de Justicia. Recogen dos cuerpos. Aún quedan seis. Las lágrimas regresan.

El delegado de Gustavo A. Madero, Víctor Hugo Lobo Román, anuncia lo temido: una vez rescatado José Luis Ponce, la maquinaria pesada, ingresará. Ni los perros especializados en la búsqueda de sobrevivientes, con su agudo oído y olfato, percibieron más vida.

Mientras haya esperanza hay vida, dicen los vecinos y el esfuerzo obtiene su frutos horas después cuando aparece de entre los escombros el señor José Luis Ponce Illescas, de 65 años, tras luchar un día por su vida entre escombros en la calle de Coquimbo, en la colonia Lindavista, donde colapsó un conjunto habitacional que en su mejor momento pasaba por residencial.

El júbilo, el llanto, los aplausos y las sonrisas afloran, pero es el principio porque abajo hay más esperanza. Y todos callan, señal de vida.

En Lindavista, en Gustavo A. Madero, son hileras tras hileras de voluntarios y solidarios con “Fuerza México’’, en apoyo a sus familiares, de sus vecinos, de sus amigos, de su conocidos, con vida o sin ella, pero sepultados bajo toneladas de escombros. Y los gritos de desesperación de la hermana, la tía y los padres ante la falta de información de la autoridad delegacional.

No hay lugar para el reposo de todos los que ayudan en la remoción de escombros, es una lucha contra el tiempo. Todavía hay ánimo: “vamos todos, sí se puede’’.

La solidaridad de los habitantes de la colonia Lindavista, madres de familia con sus hijas e hijos, jóvenes y habitantes de otras zonas de la Gustavo A. Madero, sigue en pie. Cargan agua, víveres, comida, sándwiches, fruta, medicamentos y herramientas. Corren de un lado a otro.

El rescate de Don Pepe es dramático. Los primeros que logran ver su rostro y parte de su cuerpo son integrantes de los topos del estado de Querétaro y bomberos de la ciudad de México. Balbucea que su hija está atrapada.

Sus piernas están atoradas, por lo que Don Pepe ve la luz con medio cuerpo bajo los escombros. Pasa una hora y logra liberarse de las piedras. Y sube entre aplausos a una ambulancia de la Cruz Roja que lo lleva a un hospital.

Habitaba en el segundo nivel, que cayó al suelo una vez que inició el movimiento telúrico.

Pero después del sorbo de esperanza que dio su rescate. La gente calla, observa.

Llegan las ambulancias de servicios periciales de la Procuraduría General de Justicia. Recogen dos cuerpos. Aún quedan seis. Las lágrimas regresan.

El delegado de Gustavo A. Madero, Víctor Hugo Lobo Román, anuncia lo temido: una vez rescatado José Luis Ponce, la maquinaria pesada, ingresará. Ni los perros especializados en la búsqueda de sobrevivientes, con su agudo oído y olfato, percibieron más vida.

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