Por Diana Bañuelos
En mis columnas anteriores, he hablado un poco sobre lo difícil que es la vida dentro de prisión. Desde condiciones infrahumanas, falta de oportunidades laborales y abusos a la integridad física y emocional por parte de autoridades. No obstante, uno de los temas de los cuales casi no se habla son las dificultades a las que estas mujeres se enfrentan una vez que consiguen su libertad.
Entendamos un poco el contexto. Provenir de una familia criminógena es un factor de riesgo preponderante, pues el 30% de las mujeres se involucraron en el delito que se les imputó por tener un vínculo con el autor del delito o la víctima y un 28% de las mujeres tienen familiares privados de libertad, siendo los más frecuentes su pareja y hermanos. A esto, se le suma que un porcentaje considerable proviene de entornos familiares vulnerables y desintegrados: el 25.5% de las mujeres vivieron con padres con problemas de abuso de sustancias y el 32.8% sufrió violencia física, psicológica y/o sexual en sus hogares (ENPOL 2021). Aunado a esto, INMUJERES describe que el 72% de las mujeres privadas de la libertad abandonaron sus estudios por razones económicas y en promedio tienen una escolaridad de secundaria completa. Frente a esta vulnerabilidad, el 68.1% de las mujeres privadas de su libertad señalaron haber tenido dependientes económicos la semana previa a su detención (ENPOL 2021).
Pese a estas cifras alarmantes, el estado se muestra inefectivo, pues una vez libres, estas mujeres se encuentran extremadamente vulnerables, forzadas a regresar a situaciones de violencia o encontrándose sin una red de apoyo. A esto, se le suman múltiples obstáculos laborales, psicológicos, sociales y familiares, que dificultan que su proceso de reinserción social sea efectivo.
Por ello, la participación e incidencia de organizaciones de la sociedad civil sobre el tema se muestra valiosa, tal y como el trabajo que realiza La Cana, Proyecto de Reinserción Social, A.C. quien está pronta a abrir la primera Casa de Medio Camino para mujeres que se encuentran en un proceso de reinserción social a sus comunidades cercanas. En esta casa, mujeres que han egresado de un centro penitenciario recibirán servicios de vivienda, atención psicológica, capacitación laboral y empleo, así como talleres en materia de educación, arte, cultura y deporte.
Frente a un estado que se muestra ciego a las necesidades de grupos vulnerables, hoy más que nunca necesitamos unirnos como sociedad en pro de la construcción de un México más inclusivo y pacífico. En pro de segundas oportunidades para mujeres que han sido sistemáticamente marginalizadas y olvidadas por las autoridades. En pro de eliminar estas barreras por doquier.