/ viernes 8 de marzo de 2024

Hojas de Papel | Mujer que periodista es

Uno las veía ahí y como si nada. Como si fueran parte natural del espacio de trabajo. Iban y venían las reporteras o redactoras o editoras, con inteligencia, con sagacidad, con valentía; siempre activas, siempre firmes y con frecuencia duras de trato en el primer momento…

…Pero también un caramelo de cereza hecho mujer cuando se convivía con ellas y ellas nos permitían ver que toda esa fortaleza y esa tormenta profesional eran tal y cual uno mismo es… Hombre y mujer codo a codo, que dijera Nicolás Guillén…

Era aquella redacción, la de Radio Educación en tiempos de Miguel Ángel Granados Chapa, su director, la que pisé por primera vez en mi vida. Luego confirmé que esa sería mi vida: las redacciones de los periódicos y su gente y sus mujeres periodistas que saben latín.

En la Universidad ya había tenido compañeras que estudiaban y soñaban con que serían periodistas, grandes reporteras, grandes entrevistadoras, grandes conductoras, grandes editoras: Oriana Fallaci puesta en ellas. Eso y más, todo junto; eso soñaban ellas igual que, en su género, los varones ahí presentes.

Y llevábamos bien la convivencia en ese salón de clases en el que no había distingos de sexo o edad u origen o vocaciones individuales: éramos todos uno solo que compartíamos a aquellos maestros ilustres que trataban de meternos toda su sabiduría en nuestras macetas tiernecitas aun.

O acaso encontrar un poco de brillo en estas piedras amorfas que también éramos ellas y ellos. De hecho, juntos y cada uno por nuestra cuenta estudiábamos como negros sandía, hacíamos los trabajos en equipo y nos dábamos tiempo para participar en actos públicos de protesta por la intervención yanqui en tal o cual país latinoamericano… “Yanquis, go home!”

Y entonábamos: “A desalambrar, a desalambrar, que la tierra es nuestra es tuya y de aquél…” o el famoso “Sapo de la noche, sapo cancionero, que vives soñando junto a tu laguna…”. Éramos muy felices sin proponérnoslo… y sin saberlo. Ellas las más bonitas que ninguna, y también inteligentes y firmes; nosotros los más feos de la faz de la tierra, también inteligentes.

Eso es: Éramos unas piedras que estábamos listos, dispuestas-dispuestos, a ser pulidas y encontrar nuestra veta de sabiduría, de capacidad, de inteligencia, de sagacidad… De vocación no, porque esa ya la traíamos desde que entramos a Ciencias Políticas y decidimos por Periodismo y Comunicación Colectiva, así de rimbombante como grande era nuestra ilusión…

Eran buenas compañeras. Inteligentes y siempre participativas y preguntonas en clase. Y ya en la redacción de Radio Educación estaban periodistas de tiempo completo: Verónica Rascón, Lupita Cortés, Mónica Navarro, Alicia Ibargüengoitia, Silvia Linares Sevilla… Muchas ellas. Muchos ellos.

... Todos con un mismo fin: tener el mejor noticiario de la radio, en punto, a su hora, contenido informativo plural y sin mácula. Ese era el objetivo y ellas trabajaban duro para que así fuera y para que ya redactado el guion informativo lo leyeran al aire Paty Kelly… María Eugenia Pulido…

Y así el camino adelante. A lo largo de mucho camino y muchas redacciones he convivido con mujeres respetables que son periodistas y que dedican su vida a informar, a buscar hasta por debajo la piedra filosofal de la verdad, el dato, el detalle, el contenido irrefutable, duro y seguro, el nombre y apellido, el lugar, hora, fecha, el cuándo, cómo, dónde, por qué, el quién…

Acaso a las mujeres periodistas de México les venga de casta. Aquí ha habido periodistas mujeres de lustre como fue, por ejemplo, la mismísima Leona Vicario, luego esposa de Andrés Quintana Roo. En 1813 la metieron a la cárcel las autoridades virreinales, nadamás porque formaba parte del grupo secreto “Los Guadalupes”, aquellas y aquellos personajes que fraguaban la independencia de México.

Ella, firme, al salir de la prisión continuó con su trabajo periodístico que llevara las razones de la lucha y las razones por las cuales México debería ser México: Ahí su participación en “El Ilustrador Americano” y el “Semanario Patriótico Americano.”

Un día, Lucas Alamán, el conservador intelectual de principios del siglo XIX mexicano la acusó de haberse incorporado a la lucha por la independencia por seguir a su amor… Así dicho le negaba méritos a su participación por la emancipación de México. Ella contestó:

“Todo México supo que mi fuga fue de una prisión y que ésta no la originó el amor, sino el haberme apresado por un correo que mandaba yo a los antiguos patriotas (…) Confiese usted, señor Alamán, que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los deseos de gloria y libertad para la patria no les son unos sentimientos extraños; antes bien suelen obrar en ellas con más vigor. Son más desinteresados y parece que no buscan más recompensa que la de que sean aceptados”.

Y eso: periodistas, comunicadoras, informadoras, conductoras de informativos, analistas, editoras, diseñadoras, correctoras, redactoras, fotógrafas… Todas ellas, mujeres de ojos grandes, de ideas grandes, de emociones intensas, que viven el periodismo en sus propias carnes, en su propia vida y la trasladan a su minuto a minuto vital.

Y hay peligro. Hoy muchas esas mujeres-periodistas de México están amenazadas. Viven su profesión con miedo. Viven el día a día informativo con temor a represalias, a amenazas, a venganzas, a mentiras que dañan su honor y su dignidad y su transparencia… No sólo ellas: los periodistas varones por igual…; pero es también hacia ellas a quien se dirige la animadversión generada desde el poder político.

En México: ‘Más de mil 200 mujeres periodistas en dos años recibieron mil 200 agresiones. Y en los últimos 5 años han sido asesinadas 5 periodistas: Norma Sarabia Garduza, de Tabasco; María Elena Ferral Hernández, Yessenia Mollinedo Falconi y Sheila García Olivera, de Veracruz y a María de Lourdes Maldonado López, de Baja California. Asesinadas en este sexenio’ (Inf. Comité para la Protección de los Periodistas.)

Pero ahí están las periodistas de México, las que son responsables de su trabajo y de su vida: Fuertes y firmes. Son las mujeres que hoy mismo, en este país, junto con los hombres, construyen al mundo de la información, le dan forma, le dan sentido y humanismo; provocan justicia. Son ellas con ellos las que enfrentan avatares y vaivenes. “Y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos…”

Las que periodistas son: dos veces mujer. No son una rosa pintada en la pared. No son duraznos en almíbar.

En esta como en toda actividad que tenga que ver con la comunidad-con el mundo, lo único que no se perderá es la fortaleza, la dignidad y la humildad. Porque es el periodismo un trabajo que merece ese encanto del servicio cumplido: “Las noticias, señor”.

Y ahí están las fortalezas de hoy. Las columnas dóricas de nuestro periodismo mexicano: Martha Ramos, por supuestísimo, Fabiola Guarneros, Carmen Lira, Rocío Aznar, Claudia Solís, Denise Maerker, Denise Dresser, Ivonne Melgar, Lourdes Mendoza, Guadalupe Loaeza, Peniley Ramírez, Maricarmen Cortés, Josefina Herrera…

Honor para todas ellas en este 8 de marzo que ya pasó y que fue el Día Internacional de la Mujer. Honor para ellas siempre. Y respeto. Y admiración. ¿Conoce usted a una mujer que es periodista y que sea callada, sumisa, humilde y sin chistar? No la hay.

… Y bueno, claro, también honor para nuestra querida Cristina Pacheco (que hoy está con José Emilio, en el cielo de los periodistas-escritores)… como nuestra inolvidable María Luisa Mendoza, “La China Mendoza” (“China, dulce amor del alma mía…”)…

… Y tantas, tantísimas más que hacen que el periodismo mexicano sea esa fortaleza de verdades que resiste todo embate y toda amenaza en tiempos de turbulencia y de rayos y centellas; en tiempos de todo burla, amenaza y desprecio desde las alturas del poder y sin gloria. En tiempos de exhibir sus números de teléfono, poniéndolas en riesgo en nombre de una dignidad personal.

Pero no importa. Ellas son el periodismo. Ellas y tantas más en toda la República, en cada estado del país, en cada municipio… Ellas son y están ahí, en las redacciones o con la libreta en la mano, con la pluma que no sabe fallar y con los zapatos gastados de tanto camino.

‘Unidas en la lucha, no las moverán; unidas en la lucha, no las moverán: Como un árbol firme junto al rio, no las moverán”.

Uno las veía ahí y como si nada. Como si fueran parte natural del espacio de trabajo. Iban y venían las reporteras o redactoras o editoras, con inteligencia, con sagacidad, con valentía; siempre activas, siempre firmes y con frecuencia duras de trato en el primer momento…

…Pero también un caramelo de cereza hecho mujer cuando se convivía con ellas y ellas nos permitían ver que toda esa fortaleza y esa tormenta profesional eran tal y cual uno mismo es… Hombre y mujer codo a codo, que dijera Nicolás Guillén…

Era aquella redacción, la de Radio Educación en tiempos de Miguel Ángel Granados Chapa, su director, la que pisé por primera vez en mi vida. Luego confirmé que esa sería mi vida: las redacciones de los periódicos y su gente y sus mujeres periodistas que saben latín.

En la Universidad ya había tenido compañeras que estudiaban y soñaban con que serían periodistas, grandes reporteras, grandes entrevistadoras, grandes conductoras, grandes editoras: Oriana Fallaci puesta en ellas. Eso y más, todo junto; eso soñaban ellas igual que, en su género, los varones ahí presentes.

Y llevábamos bien la convivencia en ese salón de clases en el que no había distingos de sexo o edad u origen o vocaciones individuales: éramos todos uno solo que compartíamos a aquellos maestros ilustres que trataban de meternos toda su sabiduría en nuestras macetas tiernecitas aun.

O acaso encontrar un poco de brillo en estas piedras amorfas que también éramos ellas y ellos. De hecho, juntos y cada uno por nuestra cuenta estudiábamos como negros sandía, hacíamos los trabajos en equipo y nos dábamos tiempo para participar en actos públicos de protesta por la intervención yanqui en tal o cual país latinoamericano… “Yanquis, go home!”

Y entonábamos: “A desalambrar, a desalambrar, que la tierra es nuestra es tuya y de aquél…” o el famoso “Sapo de la noche, sapo cancionero, que vives soñando junto a tu laguna…”. Éramos muy felices sin proponérnoslo… y sin saberlo. Ellas las más bonitas que ninguna, y también inteligentes y firmes; nosotros los más feos de la faz de la tierra, también inteligentes.

Eso es: Éramos unas piedras que estábamos listos, dispuestas-dispuestos, a ser pulidas y encontrar nuestra veta de sabiduría, de capacidad, de inteligencia, de sagacidad… De vocación no, porque esa ya la traíamos desde que entramos a Ciencias Políticas y decidimos por Periodismo y Comunicación Colectiva, así de rimbombante como grande era nuestra ilusión…

Eran buenas compañeras. Inteligentes y siempre participativas y preguntonas en clase. Y ya en la redacción de Radio Educación estaban periodistas de tiempo completo: Verónica Rascón, Lupita Cortés, Mónica Navarro, Alicia Ibargüengoitia, Silvia Linares Sevilla… Muchas ellas. Muchos ellos.

... Todos con un mismo fin: tener el mejor noticiario de la radio, en punto, a su hora, contenido informativo plural y sin mácula. Ese era el objetivo y ellas trabajaban duro para que así fuera y para que ya redactado el guion informativo lo leyeran al aire Paty Kelly… María Eugenia Pulido…

Y así el camino adelante. A lo largo de mucho camino y muchas redacciones he convivido con mujeres respetables que son periodistas y que dedican su vida a informar, a buscar hasta por debajo la piedra filosofal de la verdad, el dato, el detalle, el contenido irrefutable, duro y seguro, el nombre y apellido, el lugar, hora, fecha, el cuándo, cómo, dónde, por qué, el quién…

Acaso a las mujeres periodistas de México les venga de casta. Aquí ha habido periodistas mujeres de lustre como fue, por ejemplo, la mismísima Leona Vicario, luego esposa de Andrés Quintana Roo. En 1813 la metieron a la cárcel las autoridades virreinales, nadamás porque formaba parte del grupo secreto “Los Guadalupes”, aquellas y aquellos personajes que fraguaban la independencia de México.

Ella, firme, al salir de la prisión continuó con su trabajo periodístico que llevara las razones de la lucha y las razones por las cuales México debería ser México: Ahí su participación en “El Ilustrador Americano” y el “Semanario Patriótico Americano.”

Un día, Lucas Alamán, el conservador intelectual de principios del siglo XIX mexicano la acusó de haberse incorporado a la lucha por la independencia por seguir a su amor… Así dicho le negaba méritos a su participación por la emancipación de México. Ella contestó:

“Todo México supo que mi fuga fue de una prisión y que ésta no la originó el amor, sino el haberme apresado por un correo que mandaba yo a los antiguos patriotas (…) Confiese usted, señor Alamán, que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los deseos de gloria y libertad para la patria no les son unos sentimientos extraños; antes bien suelen obrar en ellas con más vigor. Son más desinteresados y parece que no buscan más recompensa que la de que sean aceptados”.

Y eso: periodistas, comunicadoras, informadoras, conductoras de informativos, analistas, editoras, diseñadoras, correctoras, redactoras, fotógrafas… Todas ellas, mujeres de ojos grandes, de ideas grandes, de emociones intensas, que viven el periodismo en sus propias carnes, en su propia vida y la trasladan a su minuto a minuto vital.

Y hay peligro. Hoy muchas esas mujeres-periodistas de México están amenazadas. Viven su profesión con miedo. Viven el día a día informativo con temor a represalias, a amenazas, a venganzas, a mentiras que dañan su honor y su dignidad y su transparencia… No sólo ellas: los periodistas varones por igual…; pero es también hacia ellas a quien se dirige la animadversión generada desde el poder político.

En México: ‘Más de mil 200 mujeres periodistas en dos años recibieron mil 200 agresiones. Y en los últimos 5 años han sido asesinadas 5 periodistas: Norma Sarabia Garduza, de Tabasco; María Elena Ferral Hernández, Yessenia Mollinedo Falconi y Sheila García Olivera, de Veracruz y a María de Lourdes Maldonado López, de Baja California. Asesinadas en este sexenio’ (Inf. Comité para la Protección de los Periodistas.)

Pero ahí están las periodistas de México, las que son responsables de su trabajo y de su vida: Fuertes y firmes. Son las mujeres que hoy mismo, en este país, junto con los hombres, construyen al mundo de la información, le dan forma, le dan sentido y humanismo; provocan justicia. Son ellas con ellos las que enfrentan avatares y vaivenes. “Y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos…”

Las que periodistas son: dos veces mujer. No son una rosa pintada en la pared. No son duraznos en almíbar.

En esta como en toda actividad que tenga que ver con la comunidad-con el mundo, lo único que no se perderá es la fortaleza, la dignidad y la humildad. Porque es el periodismo un trabajo que merece ese encanto del servicio cumplido: “Las noticias, señor”.

Y ahí están las fortalezas de hoy. Las columnas dóricas de nuestro periodismo mexicano: Martha Ramos, por supuestísimo, Fabiola Guarneros, Carmen Lira, Rocío Aznar, Claudia Solís, Denise Maerker, Denise Dresser, Ivonne Melgar, Lourdes Mendoza, Guadalupe Loaeza, Peniley Ramírez, Maricarmen Cortés, Josefina Herrera…

Honor para todas ellas en este 8 de marzo que ya pasó y que fue el Día Internacional de la Mujer. Honor para ellas siempre. Y respeto. Y admiración. ¿Conoce usted a una mujer que es periodista y que sea callada, sumisa, humilde y sin chistar? No la hay.

… Y bueno, claro, también honor para nuestra querida Cristina Pacheco (que hoy está con José Emilio, en el cielo de los periodistas-escritores)… como nuestra inolvidable María Luisa Mendoza, “La China Mendoza” (“China, dulce amor del alma mía…”)…

… Y tantas, tantísimas más que hacen que el periodismo mexicano sea esa fortaleza de verdades que resiste todo embate y toda amenaza en tiempos de turbulencia y de rayos y centellas; en tiempos de todo burla, amenaza y desprecio desde las alturas del poder y sin gloria. En tiempos de exhibir sus números de teléfono, poniéndolas en riesgo en nombre de una dignidad personal.

Pero no importa. Ellas son el periodismo. Ellas y tantas más en toda la República, en cada estado del país, en cada municipio… Ellas son y están ahí, en las redacciones o con la libreta en la mano, con la pluma que no sabe fallar y con los zapatos gastados de tanto camino.

‘Unidas en la lucha, no las moverán; unidas en la lucha, no las moverán: Como un árbol firme junto al rio, no las moverán”.

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