/ viernes 2 de octubre de 2020

Invertir para crecer

Hay un giro en el discurso político del Presidente de la República respecto a los empresarios organizados del país, un reconocimiento claro y directo en el segundo informe de gobierno, a tres acciones de la IP: La negociación del T-MEC, el aumento a los salarios mínimos en 2019 y 2020, y la propuesta de reforma a las pensiones para beneficio de los trabajadores afiliados al IMSS. Este cambio en el discurso de polarización con los hombres y mujeres de negocios obedece a una lógica práctica, no hay posibilidad de dar resultados económicos, reactivar la economía en el mediano plazo, el crecimiento y el empleo, sin la inversión de los agentes económicos privados en el país para invertir en México.

Hablemos de inversiones. La inversión es un componente indispensable para generar demanda agregada, es decir, riqueza. La referida es aquella variable que se mide a través del PIB, el indicador que, siguiendo las enseñanzas del agudo Sir. Winston Churchill, cuando se refería al capitalismo, en un juego de palabras podríamos decir: “El Producto Interno Bruto (PIB) es el peor indicador para medir la riqueza, excepto por los demás”. Pues bien, sin inversión no hay crecimiento del PIB. La economía necesita que se invierta, ya sea por parte del Estado mexicano o bien, por parte de inversionistas privados, nacionales o extranjeros; principalmente en aquello que se conoce como “Formación bruta de capital fijo” y que se compone principalmente por compras y gastos en maquinaria y equipo, innovación o construcciones. Estas inversiones generan riqueza, nadie compra una maquinaria o un equipo para tenerlo parado, nadie construye un hotel o una fábrica para tenerla de adorno, sino para extraer riqueza de la producción de un bien o servicio y con ello generar empleo.

La estrategia del Gobierno Federal de no solicitar préstamos y no aumentar impuestos, sino más bien basarse en la austeridad, la eficiencia recaudatoria, así como capitalizar a PEMEX, ha dejado a nuestro país sin recursos públicos para invertir… ¡Se agotó el dinero!

Desde el cuarto trimestre de 2008 en donde la inversión total fue de 24% del PIB, gobiernos subsecuentes han dejado de invertir en infraestructura pública (carreteras, presas, hospitales, escuelas, etc.) para destinar sus presupuestos a gasto corriente y social, abriendo un debate sobre la pertinencia de esta fórmula. En 2019 la inversión total caía ya, incluso antes de la pandemia, al 20.3% del PIB; hoy día los datos del segundo trimestre de 2020 arrojan una inversión de 17.9% del PIB. En las últimas décadas el Estado mexicano ha pasado la responsabilidad de hacer inversiones a los privados, esto en el marco de una economía de mercado abierta al mundo.

En esta administración federal la ideología y los dogmas han retraído la inversión privada, episodios como la cancelación del NAICM, consultas como la de planta cervecera en Mexicali o la planta de fertilizantes en Los Mochis, la anulación de facto de la reforma energética, el arbitraje sobre los gaseoductos, el veto a la industria farmacéutica, la satanización de la industria de alimentos y bebidas, están cobrando la factura. Se están cerrando los espacios para invertir.

El gobierno federal se debate en una disyuntiva de vida, sobre si continuar con su plan de llevar a México a una economía mixta sin la capacidad de recursos para hacerlo, condenando a la pobreza a millones de mexicanos y mexicanas más, o de abrirse sin cortapisas a generar un gran acuerdo con la Iniciativa Privada de todos los tamaños, principalmente las micro, pequeñas y medianas para recobrar la confianza de quienes arriesgan su dinero con la intención de generar una ganancia y con ello contribuir a generar empleo y la derrama que conlleva la reactivación y el crecimiento económico de México.

Parecería que la decisión causa salpullido en los círculos de poder. Se escucha a funcionarios (hipotéticamente) decir: -Quiero que inviertan dinero en México… ¡Soy confiable y respetuoso de la ley! Ah, pero eso sí, no puedes invertir en el norte del país, únicamente en el sur, tampoco puedes invertir en proyectos que consuman agua, ni se te ocurra traer dinero si necesitas gas natural o mucho menos generar energía renovable, por cierto, te aclaro que aunque cumplas con todas las leyes, reglamentos y normas, en el momento que sea puedo convocar a una “consulta pública” sin fundamento legal para decidir si continuas con tus obras y, por último, puedo modificar las leyes sobre qué, cómo y dónde invertir en cualquier instante-.

Cómo reza un conocido refrán: “¡Parecen el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer!

… y yo sigo viendo a un México con hambre y sed de empleos.

Hay un giro en el discurso político del Presidente de la República respecto a los empresarios organizados del país, un reconocimiento claro y directo en el segundo informe de gobierno, a tres acciones de la IP: La negociación del T-MEC, el aumento a los salarios mínimos en 2019 y 2020, y la propuesta de reforma a las pensiones para beneficio de los trabajadores afiliados al IMSS. Este cambio en el discurso de polarización con los hombres y mujeres de negocios obedece a una lógica práctica, no hay posibilidad de dar resultados económicos, reactivar la economía en el mediano plazo, el crecimiento y el empleo, sin la inversión de los agentes económicos privados en el país para invertir en México.

Hablemos de inversiones. La inversión es un componente indispensable para generar demanda agregada, es decir, riqueza. La referida es aquella variable que se mide a través del PIB, el indicador que, siguiendo las enseñanzas del agudo Sir. Winston Churchill, cuando se refería al capitalismo, en un juego de palabras podríamos decir: “El Producto Interno Bruto (PIB) es el peor indicador para medir la riqueza, excepto por los demás”. Pues bien, sin inversión no hay crecimiento del PIB. La economía necesita que se invierta, ya sea por parte del Estado mexicano o bien, por parte de inversionistas privados, nacionales o extranjeros; principalmente en aquello que se conoce como “Formación bruta de capital fijo” y que se compone principalmente por compras y gastos en maquinaria y equipo, innovación o construcciones. Estas inversiones generan riqueza, nadie compra una maquinaria o un equipo para tenerlo parado, nadie construye un hotel o una fábrica para tenerla de adorno, sino para extraer riqueza de la producción de un bien o servicio y con ello generar empleo.

La estrategia del Gobierno Federal de no solicitar préstamos y no aumentar impuestos, sino más bien basarse en la austeridad, la eficiencia recaudatoria, así como capitalizar a PEMEX, ha dejado a nuestro país sin recursos públicos para invertir… ¡Se agotó el dinero!

Desde el cuarto trimestre de 2008 en donde la inversión total fue de 24% del PIB, gobiernos subsecuentes han dejado de invertir en infraestructura pública (carreteras, presas, hospitales, escuelas, etc.) para destinar sus presupuestos a gasto corriente y social, abriendo un debate sobre la pertinencia de esta fórmula. En 2019 la inversión total caía ya, incluso antes de la pandemia, al 20.3% del PIB; hoy día los datos del segundo trimestre de 2020 arrojan una inversión de 17.9% del PIB. En las últimas décadas el Estado mexicano ha pasado la responsabilidad de hacer inversiones a los privados, esto en el marco de una economía de mercado abierta al mundo.

En esta administración federal la ideología y los dogmas han retraído la inversión privada, episodios como la cancelación del NAICM, consultas como la de planta cervecera en Mexicali o la planta de fertilizantes en Los Mochis, la anulación de facto de la reforma energética, el arbitraje sobre los gaseoductos, el veto a la industria farmacéutica, la satanización de la industria de alimentos y bebidas, están cobrando la factura. Se están cerrando los espacios para invertir.

El gobierno federal se debate en una disyuntiva de vida, sobre si continuar con su plan de llevar a México a una economía mixta sin la capacidad de recursos para hacerlo, condenando a la pobreza a millones de mexicanos y mexicanas más, o de abrirse sin cortapisas a generar un gran acuerdo con la Iniciativa Privada de todos los tamaños, principalmente las micro, pequeñas y medianas para recobrar la confianza de quienes arriesgan su dinero con la intención de generar una ganancia y con ello contribuir a generar empleo y la derrama que conlleva la reactivación y el crecimiento económico de México.

Parecería que la decisión causa salpullido en los círculos de poder. Se escucha a funcionarios (hipotéticamente) decir: -Quiero que inviertan dinero en México… ¡Soy confiable y respetuoso de la ley! Ah, pero eso sí, no puedes invertir en el norte del país, únicamente en el sur, tampoco puedes invertir en proyectos que consuman agua, ni se te ocurra traer dinero si necesitas gas natural o mucho menos generar energía renovable, por cierto, te aclaro que aunque cumplas con todas las leyes, reglamentos y normas, en el momento que sea puedo convocar a una “consulta pública” sin fundamento legal para decidir si continuas con tus obras y, por último, puedo modificar las leyes sobre qué, cómo y dónde invertir en cualquier instante-.

Cómo reza un conocido refrán: “¡Parecen el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer!

… y yo sigo viendo a un México con hambre y sed de empleos.

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