/ jueves 11 de abril de 2024

La cultura de la “linchación”

En México, el linchamiento otra vez se volvió a presentar. Cada día normalizamos más leer en diarios que: vecinos atacaron a delincuente que intentaba meterse a robar a una casa; o que golpearon a pasajero de un camión, mientras pretendía robar un celular; o que hombres y mujeres agarraron a palazos a violador.

Las últimas noticias sobre este tema fueron el linchamiento a la presunta asesina de la niña Camila en Taxco a manos de vecinos, que, ante el enojo por la incompetencia de las autoridades para detenerla, la mataron a golpes. El otro caso sucedió en el gimnasio al que acudo, cuando tres ladrones que intentaban robarse una Pick up, el dueño los agarró con las “manos en la masa”, se subió al vehículo y atropelló a uno de los delincuentes. Sus amigos y compañeros de ejercicio al percatarse de lo que ocurría, salieron a su auxilio para lincharlo, aun cuando yacía atropellado. Y con estos hechos, los agresores pasaron a ser víctimas, complejizando el asunto.

La justicia y el estado de derecho debieran imperar, pero estos actos, son la consecuencia de una ciudadanía cansada de la ineptitud de las instituciones, que debieran garantizar la seguridad. Se instaura entonces, la “linchación” -como dicen algunos- como cultura para lograr justicia. Esta práctica ilícita constituye una problemática nacional que debilita a las instituciones, afecta los derechos humanos y violenta la ley, pero ¿cuál es la alternativa, si el Estado deja huérfanas a las personas ante la delincuencia?

Esta expresión, llamada por varios venganza, es la máxima expresión de la impunidad que vive en país, que es tan alta como el ego de los argentinos, inalcanzable, aunque AMLO diga lo contrario. A lo mejor para él es de la estatura de Benito Juárez, 1.37 m. pero lo cierto es que es casi del 100%.

Es entendible el grado de irritación social que conduce a las personas infligir a otra un daño por sus presuntas acciones, incluso, privarle de la vida. La ira y el hartazgo prevalecen. La insuficiencia del Estado y fallidas políticas y estrategias en seguridad, deja a este gobierno como el “tuvo buenas intenciones”, que dejó a los ciudadanos de a pie, la responsabilidad de encontrar su propia justicia. Qué bueno que López Obrador ya se va. El problema no se erradica, se lo hereda a la próxima presidenta.

La propuesta de Sheinbaum de atacar las causas de la violencia, más que intervenir directamente, es buena y de poderla “aterrizar”, le erigimos un monumento, pero a la fecha no ha dicho cuánto dinero le va a costar lograrlo. Quizá no lo ha dicho, porque saldrá más caro que 100 Cien Bocas, 100 AIFAS, 100 trenes mayas, porque deberá crear las condiciones para que las personas no tengan necesidad de robar y delinquir, y si lo hacen, que los policías, fiscales y jueces, fidedignamente hagan su chamba. Considero que su estrategia es buena, pero parte de otra promesa llena de buenas intenciones y no de realidades. Xóchitl propone mega cárceles. Es un poco más real al contexto en que vivimos, pero las políticas mano dura no son sostenibles.

A lo mejor si las dos candidatas se sentaran y compartieran puntos de vista, se pudiera hacer algo. Lo triste es que, en lo individual, las dos valen un cacahuate. Por primera vez habrá una presidenta en México, pero de las candidatas “menos peor” que pudieron encontrar.

Esperemos que, en el próximo debate, una de las preguntas sea: ¿Cuál es la alternativa a la delincuencia? y ¿qué piensan hacer para detener el “salvajismo” social para y lograr credibilidad en las instituciones? Por lo pronto, a ver cuál es la siguiente noticia de otro linchamiento.

Yanez_flort@hotmail.com

En México, el linchamiento otra vez se volvió a presentar. Cada día normalizamos más leer en diarios que: vecinos atacaron a delincuente que intentaba meterse a robar a una casa; o que golpearon a pasajero de un camión, mientras pretendía robar un celular; o que hombres y mujeres agarraron a palazos a violador.

Las últimas noticias sobre este tema fueron el linchamiento a la presunta asesina de la niña Camila en Taxco a manos de vecinos, que, ante el enojo por la incompetencia de las autoridades para detenerla, la mataron a golpes. El otro caso sucedió en el gimnasio al que acudo, cuando tres ladrones que intentaban robarse una Pick up, el dueño los agarró con las “manos en la masa”, se subió al vehículo y atropelló a uno de los delincuentes. Sus amigos y compañeros de ejercicio al percatarse de lo que ocurría, salieron a su auxilio para lincharlo, aun cuando yacía atropellado. Y con estos hechos, los agresores pasaron a ser víctimas, complejizando el asunto.

La justicia y el estado de derecho debieran imperar, pero estos actos, son la consecuencia de una ciudadanía cansada de la ineptitud de las instituciones, que debieran garantizar la seguridad. Se instaura entonces, la “linchación” -como dicen algunos- como cultura para lograr justicia. Esta práctica ilícita constituye una problemática nacional que debilita a las instituciones, afecta los derechos humanos y violenta la ley, pero ¿cuál es la alternativa, si el Estado deja huérfanas a las personas ante la delincuencia?

Esta expresión, llamada por varios venganza, es la máxima expresión de la impunidad que vive en país, que es tan alta como el ego de los argentinos, inalcanzable, aunque AMLO diga lo contrario. A lo mejor para él es de la estatura de Benito Juárez, 1.37 m. pero lo cierto es que es casi del 100%.

Es entendible el grado de irritación social que conduce a las personas infligir a otra un daño por sus presuntas acciones, incluso, privarle de la vida. La ira y el hartazgo prevalecen. La insuficiencia del Estado y fallidas políticas y estrategias en seguridad, deja a este gobierno como el “tuvo buenas intenciones”, que dejó a los ciudadanos de a pie, la responsabilidad de encontrar su propia justicia. Qué bueno que López Obrador ya se va. El problema no se erradica, se lo hereda a la próxima presidenta.

La propuesta de Sheinbaum de atacar las causas de la violencia, más que intervenir directamente, es buena y de poderla “aterrizar”, le erigimos un monumento, pero a la fecha no ha dicho cuánto dinero le va a costar lograrlo. Quizá no lo ha dicho, porque saldrá más caro que 100 Cien Bocas, 100 AIFAS, 100 trenes mayas, porque deberá crear las condiciones para que las personas no tengan necesidad de robar y delinquir, y si lo hacen, que los policías, fiscales y jueces, fidedignamente hagan su chamba. Considero que su estrategia es buena, pero parte de otra promesa llena de buenas intenciones y no de realidades. Xóchitl propone mega cárceles. Es un poco más real al contexto en que vivimos, pero las políticas mano dura no son sostenibles.

A lo mejor si las dos candidatas se sentaran y compartieran puntos de vista, se pudiera hacer algo. Lo triste es que, en lo individual, las dos valen un cacahuate. Por primera vez habrá una presidenta en México, pero de las candidatas “menos peor” que pudieron encontrar.

Esperemos que, en el próximo debate, una de las preguntas sea: ¿Cuál es la alternativa a la delincuencia? y ¿qué piensan hacer para detener el “salvajismo” social para y lograr credibilidad en las instituciones? Por lo pronto, a ver cuál es la siguiente noticia de otro linchamiento.

Yanez_flort@hotmail.com