/ sábado 24 de noviembre de 2018

La moviola

Gerardo Ballesteros

Matar a morir

Matar a morir (Peppermint, Pierre Morrel,2018) tal vez muy a su pesar, tiene algunos puntos de interés:la hiperviolencia como hilo conductor del filme y la corrección política como trasfondo comercial y atracción de un público de nicho, marcan la pauta de este mediano blockbuster.

El efectivo director francés Pierre Morrel, explora en la violencia soterrada del norteamericano promedio, que explota ante pulsiones externas, tal como lo hizo en Taken (Búsqueda implacable,2008), pero sin el cobijo de su maestro Luc Besson, que en aquel entonces fungió como guionista.

El resultado, es un filme que más que en la forma, heredera de Besson, -con tomas rápidas que enfatizan la violencia-, encuentra su nicho principal en el discurso de género cinematográfico. Por un lado, el empoderamiento femenino a lo Me Too: la vengadora implacable e impensable en el cine de hace unos años –como un antecedente está Valiente (Neil Jordan, 2007), protagonizada por Jodie Foster- y por otro, la tradición del guerrero violento, lleno de sed de sangre, que alcanza su cenit y se establece en Hollywood, con El Vengador anónimo (Death Wish, Michael Winner,1974) y Harry el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1973).

Morrel no es Siegel, pero saca el filme adelantey Jennifer Garner, resulta más atractiva en pantalla que Charles Bronson. Así es que Matar a morir, tiene algunos buenos momentos que la salvan del ostracismo.

Riley (Gardner) esama de casaytrabaja como oficinista de medio tiempo, para liberar los problemas económicos y sacar adelante a su pequeña hija Carley (Cailey Fleming). Está casada con el apocado Chris (Jeff Hepner), quien rechaza trabajar para una pandilla de narcos (mexicanos off course) y eso traerá como consecuencia un acto de venganza. Cinco años después, la mujer cobrará cuentas de quien le quitó lo que más ama.

La trama incluso le debe a personajes como Punisher, pero a pesar de la poca originalidad, hay que reconocer, que las escenas de vocación sanguinolenta están bien coreografiadas y hasta eso, tiene algunos giros de tuerca que resultan entretenidos.

Lo curioso del asunto, es que a pesar de su violencia poco contenida para ser un filme sin pretensiones y discreto, la define la corrección política de la igualdad de género.

En corto

Llama la atención que a pesar del éxito y expectativa que hay en torno a Roma (Alfonso Cuarón, 2018), pocas salas en México la tengan para su exhibición. En contraste con Polonia, afirma su director cuenta con 57 y en Corea del Sur 50.

El filme, dejará huella en la cinematografía nacional. Y es ahí de donde se cuelgan, quienes en un principio cierran las puertas.




Gerardo Ballesteros

Matar a morir

Matar a morir (Peppermint, Pierre Morrel,2018) tal vez muy a su pesar, tiene algunos puntos de interés:la hiperviolencia como hilo conductor del filme y la corrección política como trasfondo comercial y atracción de un público de nicho, marcan la pauta de este mediano blockbuster.

El efectivo director francés Pierre Morrel, explora en la violencia soterrada del norteamericano promedio, que explota ante pulsiones externas, tal como lo hizo en Taken (Búsqueda implacable,2008), pero sin el cobijo de su maestro Luc Besson, que en aquel entonces fungió como guionista.

El resultado, es un filme que más que en la forma, heredera de Besson, -con tomas rápidas que enfatizan la violencia-, encuentra su nicho principal en el discurso de género cinematográfico. Por un lado, el empoderamiento femenino a lo Me Too: la vengadora implacable e impensable en el cine de hace unos años –como un antecedente está Valiente (Neil Jordan, 2007), protagonizada por Jodie Foster- y por otro, la tradición del guerrero violento, lleno de sed de sangre, que alcanza su cenit y se establece en Hollywood, con El Vengador anónimo (Death Wish, Michael Winner,1974) y Harry el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1973).

Morrel no es Siegel, pero saca el filme adelantey Jennifer Garner, resulta más atractiva en pantalla que Charles Bronson. Así es que Matar a morir, tiene algunos buenos momentos que la salvan del ostracismo.

Riley (Gardner) esama de casaytrabaja como oficinista de medio tiempo, para liberar los problemas económicos y sacar adelante a su pequeña hija Carley (Cailey Fleming). Está casada con el apocado Chris (Jeff Hepner), quien rechaza trabajar para una pandilla de narcos (mexicanos off course) y eso traerá como consecuencia un acto de venganza. Cinco años después, la mujer cobrará cuentas de quien le quitó lo que más ama.

La trama incluso le debe a personajes como Punisher, pero a pesar de la poca originalidad, hay que reconocer, que las escenas de vocación sanguinolenta están bien coreografiadas y hasta eso, tiene algunos giros de tuerca que resultan entretenidos.

Lo curioso del asunto, es que a pesar de su violencia poco contenida para ser un filme sin pretensiones y discreto, la define la corrección política de la igualdad de género.

En corto

Llama la atención que a pesar del éxito y expectativa que hay en torno a Roma (Alfonso Cuarón, 2018), pocas salas en México la tengan para su exhibición. En contraste con Polonia, afirma su director cuenta con 57 y en Corea del Sur 50.

El filme, dejará huella en la cinematografía nacional. Y es ahí de donde se cuelgan, quienes en un principio cierran las puertas.




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