/ sábado 16 de febrero de 2019

La moviola

Belleza y formalidad

Gerardo Ballesteros

La belleza cinematográfica de Guerra fría (Pawel Pawlikowski, Polonia, Francia, 2018) está a primera vista. Con nominaciones importantes como Mejor Película de Habla no Inglesa, Dirección y Fotogragía, el largometraje transcurre dentro de una serena formalidad y rigor fílmico, que sin embargo, no vuelve tedioso el relato.

Es una fuerte competencia, por cierto, para Roma (Alfonso Cuarón,2018) en la categoría de filme extranjero.

En Guerra fría hay tres líneas a destacar. En primer lugar la belleza estética, que va desde una muy cuidada fotografía-en blanco y negro-, y que no escatima cierta exquisitez, música serena pero intensa en momentos de clímax y un lenguaje de la cámara que transmite tensión en el relato.

Por otro lado, una historia que habla del amor y la pasión en un contexto histórico. El uso de la llamada pequeña historia ¿es Guerra fría, un filme político o romántico? Las dos cosas y la mano del director, hace que se sienta un equilibrio. Con todo y estos dos elementos, la película no es densa dentro de cierto rigor, como puede ser Ida (Pawlikoksky,2013).

El tercer elemento tiene que ver con que el filme se reconoce dentro del universo cinematográfico per se. Y en esta parte se nota más la belleza evidente, nunca soterrada ni para segundas lecturas. Los personajes principales están enfermos de nihilismo como los protagonistas de la Nueva Ola francesa por ejemplo, y hay ciertos homenajes que hasta cierto punto resultan evidentes: con escena de baile en un bar que recuerda a El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972).

Son los años 50 y en Polonia, el atormentado músico Wiktor (Tomasz Kot), tiene la encomienda de formar un coro. Conoce a la despierta y maliciosa Zula (Joanna Kulig), quien desea ser cantante. La relación de maestro- alumna, pronto se convierte en una apasionada historia de amor, en la que los engaños y mentiras están a la orden del día.

El relato se desarrolla en el marco de la Guerra fría y la pareja será una metáfora del devenir histórico en un contexto determinado. Pawlikowsi no escatima belleza y elegancia. Ese es el camino que se propone para llegar a la sensibilidad del espectador. Es también, una de sus principales ventajas.

EN CORTO

La odisea de los grandes excluidos de la modernidad es el trasfondo de Un asunto de familia (Hirokazu Koreeda, 2018). Pero también la complejidad de la familia y las relaciones filiales, como en Tras la tormenta (Koreeda, 2016) .

Un relato con vueltas de tuercas, incluso de género, que llenan de matices a sus personajes.

Twitter: @lamoviola

Belleza y formalidad

Gerardo Ballesteros

La belleza cinematográfica de Guerra fría (Pawel Pawlikowski, Polonia, Francia, 2018) está a primera vista. Con nominaciones importantes como Mejor Película de Habla no Inglesa, Dirección y Fotogragía, el largometraje transcurre dentro de una serena formalidad y rigor fílmico, que sin embargo, no vuelve tedioso el relato.

Es una fuerte competencia, por cierto, para Roma (Alfonso Cuarón,2018) en la categoría de filme extranjero.

En Guerra fría hay tres líneas a destacar. En primer lugar la belleza estética, que va desde una muy cuidada fotografía-en blanco y negro-, y que no escatima cierta exquisitez, música serena pero intensa en momentos de clímax y un lenguaje de la cámara que transmite tensión en el relato.

Por otro lado, una historia que habla del amor y la pasión en un contexto histórico. El uso de la llamada pequeña historia ¿es Guerra fría, un filme político o romántico? Las dos cosas y la mano del director, hace que se sienta un equilibrio. Con todo y estos dos elementos, la película no es densa dentro de cierto rigor, como puede ser Ida (Pawlikoksky,2013).

El tercer elemento tiene que ver con que el filme se reconoce dentro del universo cinematográfico per se. Y en esta parte se nota más la belleza evidente, nunca soterrada ni para segundas lecturas. Los personajes principales están enfermos de nihilismo como los protagonistas de la Nueva Ola francesa por ejemplo, y hay ciertos homenajes que hasta cierto punto resultan evidentes: con escena de baile en un bar que recuerda a El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972).

Son los años 50 y en Polonia, el atormentado músico Wiktor (Tomasz Kot), tiene la encomienda de formar un coro. Conoce a la despierta y maliciosa Zula (Joanna Kulig), quien desea ser cantante. La relación de maestro- alumna, pronto se convierte en una apasionada historia de amor, en la que los engaños y mentiras están a la orden del día.

El relato se desarrolla en el marco de la Guerra fría y la pareja será una metáfora del devenir histórico en un contexto determinado. Pawlikowsi no escatima belleza y elegancia. Ese es el camino que se propone para llegar a la sensibilidad del espectador. Es también, una de sus principales ventajas.

EN CORTO

La odisea de los grandes excluidos de la modernidad es el trasfondo de Un asunto de familia (Hirokazu Koreeda, 2018). Pero también la complejidad de la familia y las relaciones filiales, como en Tras la tormenta (Koreeda, 2016) .

Un relato con vueltas de tuercas, incluso de género, que llenan de matices a sus personajes.

Twitter: @lamoviola

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