/ sábado 11 de enero de 2020

La moviola

El hogar que yo robé

La venganza es dulce y no engorda

Alfred Hitchcock

Un sobrio thriller de vocación psicológica y cuidada producción define a Perdida (Jorge Michel Grau, 2019). En conjunto, es una obra de matices que se sostiene de buenos momentos. No está exenta de cierta abulia hacia la mitad de la película, el cual es un remake de La cara oculta (Andrés Baiz, Colombia, España, Estados Unidos, 2011).

La tropicalización, de la versión de Michel Grau, resulta casi imperceptible, aunque se da el lujo de ventilar asuntos de intriga política –personajes relacionados con la guerra sucia y que utilizaban para sus fines nombres en clave- . Lo anterior resulta uno de los puntos más destacados de la adaptación-, aunque sólo queda como una tímida insinuación.

El largometraje transita con una narrativa funcional. No más, pero tampoco menos, aunque su director nos tiene acostumbrados a películas más audaces, basta mencionar su afortunado debut cinematográfico, Somos lo que hay en 2010 y 7:19 en 2016.

La historia, basada en una idea de Andrés Baiz –el director de la versión original- tiene también a su favor personajes de clara turbiedad. Parte del entorno y la inquietud que se genera en el espectador, son los demonios internos que transmiten los protagonistas y que Michel Grau logra trasladar en el remake. Son un trío de imperfectos que sacan provecho de la tragedia que los acosa por turnos.

Eric (José María de Tavira), es un joven director de orquesta mexicano que vive en Colombia, tiene una relación con Carolina (Paulina Dávila) quien a pesar de los momentos de neurosis del músico trata de darle gusto en todo.

Así les va la vida, hasta que Eric es invitado a regresar a su país para dirigir la Orquesta Filarmónica de la capital mexicana. No sin remilgos, Carolina acepta vivir un año en México. La pareja le renta una casa a la parlanchina amante de un político -interpretada por una acertada Anabel Ferreira- y las cosas marchan en general bien, hasta que Carolina, desaparece.

Flaco, cansado, ojeroso y sin ilusiones, Eric, -de Tavira resulta excesivo en sus gesticulaciones de músico atormentado-, acude a un bar en donde conoce a Fabiana (Cristina Rodlo), quien es mesera. Inician una relación sin que se sepa que pasó con Carolina para lo cual ya se abrió una indagatoria policiaca (carpeta de investigación dirían los clásicos).

Fabiana , ya instalada en su nuevo hogar, empieza a percibir un ambiente extraño en la casa –la cual es un importante personaje del filme-. En suma, un efectivo suspenso con vueltas de tuerca que denotan talento en la historia, la adaptación y la dirección, pero que no termina por dar todo de sí.

Se puede ver y resulta entretenida, pero hasta ahí.

Twitter: @lamoviola


El hogar que yo robé

La venganza es dulce y no engorda

Alfred Hitchcock

Un sobrio thriller de vocación psicológica y cuidada producción define a Perdida (Jorge Michel Grau, 2019). En conjunto, es una obra de matices que se sostiene de buenos momentos. No está exenta de cierta abulia hacia la mitad de la película, el cual es un remake de La cara oculta (Andrés Baiz, Colombia, España, Estados Unidos, 2011).

La tropicalización, de la versión de Michel Grau, resulta casi imperceptible, aunque se da el lujo de ventilar asuntos de intriga política –personajes relacionados con la guerra sucia y que utilizaban para sus fines nombres en clave- . Lo anterior resulta uno de los puntos más destacados de la adaptación-, aunque sólo queda como una tímida insinuación.

El largometraje transita con una narrativa funcional. No más, pero tampoco menos, aunque su director nos tiene acostumbrados a películas más audaces, basta mencionar su afortunado debut cinematográfico, Somos lo que hay en 2010 y 7:19 en 2016.

La historia, basada en una idea de Andrés Baiz –el director de la versión original- tiene también a su favor personajes de clara turbiedad. Parte del entorno y la inquietud que se genera en el espectador, son los demonios internos que transmiten los protagonistas y que Michel Grau logra trasladar en el remake. Son un trío de imperfectos que sacan provecho de la tragedia que los acosa por turnos.

Eric (José María de Tavira), es un joven director de orquesta mexicano que vive en Colombia, tiene una relación con Carolina (Paulina Dávila) quien a pesar de los momentos de neurosis del músico trata de darle gusto en todo.

Así les va la vida, hasta que Eric es invitado a regresar a su país para dirigir la Orquesta Filarmónica de la capital mexicana. No sin remilgos, Carolina acepta vivir un año en México. La pareja le renta una casa a la parlanchina amante de un político -interpretada por una acertada Anabel Ferreira- y las cosas marchan en general bien, hasta que Carolina, desaparece.

Flaco, cansado, ojeroso y sin ilusiones, Eric, -de Tavira resulta excesivo en sus gesticulaciones de músico atormentado-, acude a un bar en donde conoce a Fabiana (Cristina Rodlo), quien es mesera. Inician una relación sin que se sepa que pasó con Carolina para lo cual ya se abrió una indagatoria policiaca (carpeta de investigación dirían los clásicos).

Fabiana , ya instalada en su nuevo hogar, empieza a percibir un ambiente extraño en la casa –la cual es un importante personaje del filme-. En suma, un efectivo suspenso con vueltas de tuerca que denotan talento en la historia, la adaptación y la dirección, pero que no termina por dar todo de sí.

Se puede ver y resulta entretenida, pero hasta ahí.

Twitter: @lamoviola


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