/ sábado 24 de febrero de 2024

La Moviola / “Perfect days” : La poesía del hombre común

@lamoviola

“Hirayama” (Koji Yakusho), limpia baños en Tokio con algo más que convicción. En la manera que realiza su labor, hay una integridad que rebasa lo cotidiano. El hombre, ya maduro, vive casi en un mutismo que medio lo aísla de su entorno. Tolera y medio ayuda con algo de dinero a su atolondrado subordinado “Takashi” (Tokio Emoto), para que pueda pasear a su novia, en las noches acude a un bar o a cenar en el mercado y antes de dormir lee “Las palmeras salvajes” de William Faulkner.

Al día siguiente “Hirayama” se levanta temprano como es rutina, riega sus plantas en el modesto departamento donde vive, se rasura, compra en una máquina café y antes de subir a su camioneta ve y sonríe lo que parece ser la planta de un árbol. Su vida parece un círculo, un eterno retorno, terso y poético mientras en algún momento la música de unos antiguos cassettes se escuchan como parte de la banda sonora de la película, pero que son algo del entorno del hombre, en donde destaca, claro, “Perfect Day” de Lou Reed. Almuerza mientras saluda a una mujer joven en el parque que nuca responde. Su vida depende de ciertos equilibrios, instantes arrobadores que entrega la imagen-hecho. Sutil e impactante. “Perfect days” (Wim Wenders, Japón, 2023), es una apuesta de cine puro donde la cámara y la fotografía de Franz Luzting envuelven en su belleza cotidiana al espectador.

Nominada al premio de la Academia por Película internacional el cineasta alemán Wenders lo hace otra vez: imágenes de un profundo significado en el entorno de vidas comunes y por eso llena de matices y riqueza como personajes. “Paris Texas”, “Las alas del deseo” en 1987 y su secuela “Tan lejos tan cerca” en 1993, son una breve muestra. Un humanismo exento de pedanterías pero con recursos fílmicos impecables.

Wenders disecciona la poesía del hombre invisible, ausente en muchos sentidos de la épica narrativa, para dotarla, hacer evidente su humanidad. La película utiliza un ritmo narrativo que es el que sostiene la vida de “Hirayama”, en algún momento se romperá para volver a su sutil, dulce melancolía

El guion del propio Wenders y de Takuma Takasaki presenta en el exterior una vida sencilla, en apariencia satisfecha, pero “Hirayama”, con equilibrio impecable en la interpretación de Yakusho, muestra matices en cada momento de su vida, no ajenos a un humor sutil y terso: juega gato con un compañero o compañera anónimos, se dejan las jugadas escondidas en los baños que limpia el hombre, escucha con paciencia e indiferencia a su ayudante y diario convive con las urgencias fisiológicas de los usuarios de los orinales.

Cine hecho de poderosas imágenes, arrobadoras, cotidianas, melancólicas, felices. Su corrida en festivales ha sido más que afortunada (se pudo ver en la edición de Morelia más reciente en la Sección de Estrenos Internacionales), apela a los sentidos de manera principal a través de la imagen, sin olvidar la música que es usada como un recurso potente, preciso, pero sin ningún tipo de abuso.

La película, entre otras cosas, se sostiene por la empatía y el dolor de lo cotidiano. La potente vocación cinematográfica que convierte a la imagen y a la vida en poesía.

Así de sencillo, así de complejo.


@lamoviola

“Hirayama” (Koji Yakusho), limpia baños en Tokio con algo más que convicción. En la manera que realiza su labor, hay una integridad que rebasa lo cotidiano. El hombre, ya maduro, vive casi en un mutismo que medio lo aísla de su entorno. Tolera y medio ayuda con algo de dinero a su atolondrado subordinado “Takashi” (Tokio Emoto), para que pueda pasear a su novia, en las noches acude a un bar o a cenar en el mercado y antes de dormir lee “Las palmeras salvajes” de William Faulkner.

Al día siguiente “Hirayama” se levanta temprano como es rutina, riega sus plantas en el modesto departamento donde vive, se rasura, compra en una máquina café y antes de subir a su camioneta ve y sonríe lo que parece ser la planta de un árbol. Su vida parece un círculo, un eterno retorno, terso y poético mientras en algún momento la música de unos antiguos cassettes se escuchan como parte de la banda sonora de la película, pero que son algo del entorno del hombre, en donde destaca, claro, “Perfect Day” de Lou Reed. Almuerza mientras saluda a una mujer joven en el parque que nuca responde. Su vida depende de ciertos equilibrios, instantes arrobadores que entrega la imagen-hecho. Sutil e impactante. “Perfect days” (Wim Wenders, Japón, 2023), es una apuesta de cine puro donde la cámara y la fotografía de Franz Luzting envuelven en su belleza cotidiana al espectador.

Nominada al premio de la Academia por Película internacional el cineasta alemán Wenders lo hace otra vez: imágenes de un profundo significado en el entorno de vidas comunes y por eso llena de matices y riqueza como personajes. “Paris Texas”, “Las alas del deseo” en 1987 y su secuela “Tan lejos tan cerca” en 1993, son una breve muestra. Un humanismo exento de pedanterías pero con recursos fílmicos impecables.

Wenders disecciona la poesía del hombre invisible, ausente en muchos sentidos de la épica narrativa, para dotarla, hacer evidente su humanidad. La película utiliza un ritmo narrativo que es el que sostiene la vida de “Hirayama”, en algún momento se romperá para volver a su sutil, dulce melancolía

El guion del propio Wenders y de Takuma Takasaki presenta en el exterior una vida sencilla, en apariencia satisfecha, pero “Hirayama”, con equilibrio impecable en la interpretación de Yakusho, muestra matices en cada momento de su vida, no ajenos a un humor sutil y terso: juega gato con un compañero o compañera anónimos, se dejan las jugadas escondidas en los baños que limpia el hombre, escucha con paciencia e indiferencia a su ayudante y diario convive con las urgencias fisiológicas de los usuarios de los orinales.

Cine hecho de poderosas imágenes, arrobadoras, cotidianas, melancólicas, felices. Su corrida en festivales ha sido más que afortunada (se pudo ver en la edición de Morelia más reciente en la Sección de Estrenos Internacionales), apela a los sentidos de manera principal a través de la imagen, sin olvidar la música que es usada como un recurso potente, preciso, pero sin ningún tipo de abuso.

La película, entre otras cosas, se sostiene por la empatía y el dolor de lo cotidiano. La potente vocación cinematográfica que convierte a la imagen y a la vida en poesía.

Así de sencillo, así de complejo.