/ viernes 15 de marzo de 2024

Migración: derecho humano para unos cuántos

Como mexicanos nos alarmamos del maltrato de nuestros connacionales en Estados Unidos, pero pocas veces nos percatamos de la misma negligencia y violencia que México ejerce sobre los migrantes en tránsito. Nos ofendemos por “el muro” pero no nos damos cuenta que México es “el muro de los migrantes que quieren llegar a Estados Unidos” (Vaquero Simancas, 2024). Un migrante de Venezuela afirmó que había cruzado siete países y el Darién, considerado como una de las fronteras naturales más peligrosas del mundo, y nada se le había hecho “más difícil que la frontera de México… por la migra y por el narco…”

En el 2023 el número de detenciones a migrantes en México subió un 44% respecto al 2022, llegando a un récord histórico de 782,176 detenciones de personas en situación irregular (El País, 2024). Sin embargo, muchas de estas personas no son retornadas a sus países, sino que la deportación interior funciona como herramienta de las autoridades migratorias para frenar a los migrantes que quieren alcanzar la frontera Norte, trasladándolos a estaciones migratorias en el sur y retrasando su camino. También se han reportado extorsiones por parte de agentes migratorios, y una negligencia absoluta de las condiciones en las que viven, que lo podemos ver con acontecimientos como el incendio en un edificio en Ciudad Juárez del Instituto Nacional de Migración en donde murieron 39 personas en marzo del año pasado.

Por si fuera poco, el camino que los migrantes tienen que atravesar para llegar a la frontera Norte está controlada por el crímen organizado, que son los que más se benefician de las políticas migratorias, ya que para ellos los migrantes son una fuente de recursos: financieros y humanos. Los migrantes son víctimas de trata, robo, extorsión, secuestro, tráfico de órganos, y en muchas ocasiones homicidio.

Es así que uno se cuestiona sí verdaderamente el derecho a migrar, establecido en el artículo 13º de la Declaración de Derechos Humanos (1948), es un derecho universal o depende de qué lado de la línea estés parado. ¿Será que México está preso de la política migratoria de Estados Unidos o existe una apatía crónica hacia los migrantes que pasan por México, institucionalizada en la política migratoria mexicana?

La paradoja de la globalización es que mientras se derriban fronteras para cuestiones económicas, culturales y políticas, y se hacen “más seguras”; para los menos privilegiados estás mismas fronteras se endurecen y se convierten en un peligro. Debemos empezar a cuestionarnos la “gestión migratoria”, el biopoder que se ejerce sobre los cuerpos, y nuestra imposibilidad de ver más allá de la estructura del Estado-nación en cuanto a movilidades humanas, pero tampoco olvidar que se trata de individuos, no de números ni casos.

Renata Carrillo Granados.


Como mexicanos nos alarmamos del maltrato de nuestros connacionales en Estados Unidos, pero pocas veces nos percatamos de la misma negligencia y violencia que México ejerce sobre los migrantes en tránsito. Nos ofendemos por “el muro” pero no nos damos cuenta que México es “el muro de los migrantes que quieren llegar a Estados Unidos” (Vaquero Simancas, 2024). Un migrante de Venezuela afirmó que había cruzado siete países y el Darién, considerado como una de las fronteras naturales más peligrosas del mundo, y nada se le había hecho “más difícil que la frontera de México… por la migra y por el narco…”

En el 2023 el número de detenciones a migrantes en México subió un 44% respecto al 2022, llegando a un récord histórico de 782,176 detenciones de personas en situación irregular (El País, 2024). Sin embargo, muchas de estas personas no son retornadas a sus países, sino que la deportación interior funciona como herramienta de las autoridades migratorias para frenar a los migrantes que quieren alcanzar la frontera Norte, trasladándolos a estaciones migratorias en el sur y retrasando su camino. También se han reportado extorsiones por parte de agentes migratorios, y una negligencia absoluta de las condiciones en las que viven, que lo podemos ver con acontecimientos como el incendio en un edificio en Ciudad Juárez del Instituto Nacional de Migración en donde murieron 39 personas en marzo del año pasado.

Por si fuera poco, el camino que los migrantes tienen que atravesar para llegar a la frontera Norte está controlada por el crímen organizado, que son los que más se benefician de las políticas migratorias, ya que para ellos los migrantes son una fuente de recursos: financieros y humanos. Los migrantes son víctimas de trata, robo, extorsión, secuestro, tráfico de órganos, y en muchas ocasiones homicidio.

Es así que uno se cuestiona sí verdaderamente el derecho a migrar, establecido en el artículo 13º de la Declaración de Derechos Humanos (1948), es un derecho universal o depende de qué lado de la línea estés parado. ¿Será que México está preso de la política migratoria de Estados Unidos o existe una apatía crónica hacia los migrantes que pasan por México, institucionalizada en la política migratoria mexicana?

La paradoja de la globalización es que mientras se derriban fronteras para cuestiones económicas, culturales y políticas, y se hacen “más seguras”; para los menos privilegiados estás mismas fronteras se endurecen y se convierten en un peligro. Debemos empezar a cuestionarnos la “gestión migratoria”, el biopoder que se ejerce sobre los cuerpos, y nuestra imposibilidad de ver más allá de la estructura del Estado-nación en cuanto a movilidades humanas, pero tampoco olvidar que se trata de individuos, no de números ni casos.

Renata Carrillo Granados.