/ miércoles 8 de noviembre de 2023

Otis: misterio y símbolo de resurrección

Apreciable lector(a), hoy me salgo de los temas que generalmente abarca este espacio –aunque no tanto, la verdad. Si lo hago, es por lo que el paso del huracán Otis ha despertado en nosotros como país.

En su libro Ortodoxia, G. K. Chesterton sostiene que la vida es una trampa para las personas lógicas: su exactitud es obvia, pero su inexactitud permanece oculta. En tiempos de inteligencia artificial, teléfonos inteligentes y nanotecnología, la vida se vuelve una trampa todavía mayor: las exactitudes se han vuelto obvias a un nivel sin precedente y, paradójicamente, las inexactitudes se ocultan cada vez más.

Otis demostró ser una gran inexactitud en muchos sentidos. Muerte, destrucción, carestía, un nido de desinformación en forma de X, crimen organizado y rapiña –“Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Mt 27,35). Desde un punto de vista, una situación de cruz en toda la extensión.

Es frecuente escuchar en charlas familiares, mesas de análisis y reuniones entre colegas que Guerrero, y particularmente Acapulco, difícilmente se levantará de esto. No es para menos, las imágenes son desoladoras. No obstante, en situaciones como ésta, sólo otra inexactitud puede explicar en su sentido más profundo a dicha inexactitud –y, más importante aún, transformarla. La fe cristiana tiene una palabra para tal propósito: misterio.

La resurrección de Jesucristo, además de ser el misterio central del cristianismo –y como católico laico no pretendo ahondar mucho en esto–, se trata además de un símbolo frente a la adversidad y las pocas certezas que nos ofrece la historia. Simboliza el triunfo de la vida en contra de todas las fuerzas que se oponen a ella. Esto de ningún motivo es algo exclusivo del ser cristiano o mexicano; en realidad, se trata de algo natural en el ser humano. Reconozcámoslo, el paso de la humanidad ha sido un camino cuesta arriba a lo largo de la historia. Pero es la vida, y no la muerte o la destrucción, la que ha tenido la última palabra.

Será cuestión de todos que Acapulco y las demás zonas afectadas por Otis se levanten. Se trata de construir hacia delante, más allá de negaciones, cobardías, dudas, culpas o humillaciones. Así que, apreciable lector(a), en la medida de sus posibilidades –y acaso un poco más–, done, hágase voluntario por los días que pueda, escriba, publique cosas de esperanza, invierta, administre, levante la basura para evitar focos de infección, cuente chistes. Cada quien, desde su trinchera, haga uso de sus talentos y dones. Al final, se trata de pasar del dolor y la tristeza de la cruz, a compartir la alegría del resucitado. De la alegría individual a la alegría comunitaria.

Un evento de la magnitud de Otis nos recuerda la importancia de reivindicar que lo misterioso es fuente de todo arte y ciencia. Sí, Guerrero podrá ser un estado crucificado, pero, más importante aún, que sea un estado resucitado.


Viva México. Viva Guerrero; misterio y símbolo de resurrección.


Discanto: Se le desea mucho éxito a Sergio Alcocer, quien aspira a convertirse en el nuevo rector de nuestra máxima casa de estudios. Estoy seguro que, con Sergio, la UNAM tendría la opción de presente y futuro que requiere para seguir contribuyendo al desarrollo del país.

Apreciable lector(a), hoy me salgo de los temas que generalmente abarca este espacio –aunque no tanto, la verdad. Si lo hago, es por lo que el paso del huracán Otis ha despertado en nosotros como país.

En su libro Ortodoxia, G. K. Chesterton sostiene que la vida es una trampa para las personas lógicas: su exactitud es obvia, pero su inexactitud permanece oculta. En tiempos de inteligencia artificial, teléfonos inteligentes y nanotecnología, la vida se vuelve una trampa todavía mayor: las exactitudes se han vuelto obvias a un nivel sin precedente y, paradójicamente, las inexactitudes se ocultan cada vez más.

Otis demostró ser una gran inexactitud en muchos sentidos. Muerte, destrucción, carestía, un nido de desinformación en forma de X, crimen organizado y rapiña –“Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Mt 27,35). Desde un punto de vista, una situación de cruz en toda la extensión.

Es frecuente escuchar en charlas familiares, mesas de análisis y reuniones entre colegas que Guerrero, y particularmente Acapulco, difícilmente se levantará de esto. No es para menos, las imágenes son desoladoras. No obstante, en situaciones como ésta, sólo otra inexactitud puede explicar en su sentido más profundo a dicha inexactitud –y, más importante aún, transformarla. La fe cristiana tiene una palabra para tal propósito: misterio.

La resurrección de Jesucristo, además de ser el misterio central del cristianismo –y como católico laico no pretendo ahondar mucho en esto–, se trata además de un símbolo frente a la adversidad y las pocas certezas que nos ofrece la historia. Simboliza el triunfo de la vida en contra de todas las fuerzas que se oponen a ella. Esto de ningún motivo es algo exclusivo del ser cristiano o mexicano; en realidad, se trata de algo natural en el ser humano. Reconozcámoslo, el paso de la humanidad ha sido un camino cuesta arriba a lo largo de la historia. Pero es la vida, y no la muerte o la destrucción, la que ha tenido la última palabra.

Será cuestión de todos que Acapulco y las demás zonas afectadas por Otis se levanten. Se trata de construir hacia delante, más allá de negaciones, cobardías, dudas, culpas o humillaciones. Así que, apreciable lector(a), en la medida de sus posibilidades –y acaso un poco más–, done, hágase voluntario por los días que pueda, escriba, publique cosas de esperanza, invierta, administre, levante la basura para evitar focos de infección, cuente chistes. Cada quien, desde su trinchera, haga uso de sus talentos y dones. Al final, se trata de pasar del dolor y la tristeza de la cruz, a compartir la alegría del resucitado. De la alegría individual a la alegría comunitaria.

Un evento de la magnitud de Otis nos recuerda la importancia de reivindicar que lo misterioso es fuente de todo arte y ciencia. Sí, Guerrero podrá ser un estado crucificado, pero, más importante aún, que sea un estado resucitado.


Viva México. Viva Guerrero; misterio y símbolo de resurrección.


Discanto: Se le desea mucho éxito a Sergio Alcocer, quien aspira a convertirse en el nuevo rector de nuestra máxima casa de estudios. Estoy seguro que, con Sergio, la UNAM tendría la opción de presente y futuro que requiere para seguir contribuyendo al desarrollo del país.