/ miércoles 28 de febrero de 2018

Sin gafete

En lo que se equivocan las denunciantes

El riesgo de fomentar la debilidad femenina

Se puso de moda hurgar en la memoria de las indignidades y salir, frente a los micrófonos y las cámaras, a gritar que fuiste “violada”, “acosada”, “victimizada” por el poderoso sexo masculino.

Terrible para las mujeres. Sobre todo, para las mujeres inteligentes. Para las mujeres que han caminado senderos muy difíciles para ser fuertes y protectoras de su cuerpo, para todas aquellas que han escalado montañas para obtener un espacio de respeto.

Se trata de una campaña moralista, moña, estúpida en muchos sentidos que nació en Estados Unidos. Y que se ampara en la publicitación de hechos que, en todos los que se han publicitado, fueron permitidos.

Que sus protagonistas, que ahora se llaman “víctimas”, recibieron a cambio prebendas.

Todas las “denunciantes” han dicho que ellas abrieron la puerta a sus victimarios, que ellas acudieron a sus cuartos, que ellas fueron parte consentidora de los hechos que ahora denuncian.

Eso es lo más grave.

En México tenemos el ridículo extremo de una actriz Karla Souza que por una parte declaró que ella “buscaba”, “coqueteaba” con los productores para obtener un papel, y después resultó ser “víctima” de un director a quien todas las noches, por varias semanas, le abrió de madrugada la puerta de su cuarto y al que le permitió “tocamientos”.

Parecía la suma del horror. Pero vino Sabina Berman, que todo indicaba que era una escritora respetable, una mujer inteligente, a echar todavía más miasma a estos “protagonismos”. Con toda tranquilidad, como si fuese un mérito, declaró que por diez años “aguantó” todo tipo de humillaciones, de acercamientos sexuales y demás “acosos” a cambio de recibir su cheque mensual de manos de José Fernández Usaín, que en ese tiempo era dirigente de los escritores.

Gravísimo en dos sentidos. El primero la impunidad de sus declaraciones que no permiten la defensa de un muerto, y agravian a su familia. El segundo, que pone el ejemplo, en una mujer con tantos recursos, de una consentida victimización repetida, por un cheque. No puedo imaginar un mensaje más inmoral y grave para las mujeres.

Porque lo que nos están diciendo es que estuvo bien permitir abusos. Y eso es, en verdad, terrible contra la independencia, el fortalecimiento de las mujeres.

Porque lo único que puede estar bien es ejercer la libertad, poner límites, no permitir que ninguno abuse de ti. Y eso es lo que tienen que aprender nuestras hijas y nuestras nietas.

Abrir las puertas, en sentido real y también imaginario, de madrugada es un error. Un juego de manipulación femenina que cosifica a sus protagonistas, que las denigra en todos los ámbitos. Uno no abre ninguna puerta que no quiere que alguien traspase. Las puertas se abren para, justamente, que alguien entre con todo nuestro beneplácito y alegría. Si no es así, si no se quiere que un hombre traspase nuestro umbral, basta con cerrar la puerta.

Con defender nuestra intimidad. Con tener fortaleza para decir “NO” y afrontar las consecuencias. Para denunciar, a tiempo, legítimamente. Sin buscar luces.

Pocos movimientos supuestamente “feministas” pueden hacer tanto daño a las mujeres, también a los hombres, como este absurdo de juego de denunciar…


@isabelarvide / EstadoMayor.mx / CambioQRR.com

En lo que se equivocan las denunciantes

El riesgo de fomentar la debilidad femenina

Se puso de moda hurgar en la memoria de las indignidades y salir, frente a los micrófonos y las cámaras, a gritar que fuiste “violada”, “acosada”, “victimizada” por el poderoso sexo masculino.

Terrible para las mujeres. Sobre todo, para las mujeres inteligentes. Para las mujeres que han caminado senderos muy difíciles para ser fuertes y protectoras de su cuerpo, para todas aquellas que han escalado montañas para obtener un espacio de respeto.

Se trata de una campaña moralista, moña, estúpida en muchos sentidos que nació en Estados Unidos. Y que se ampara en la publicitación de hechos que, en todos los que se han publicitado, fueron permitidos.

Que sus protagonistas, que ahora se llaman “víctimas”, recibieron a cambio prebendas.

Todas las “denunciantes” han dicho que ellas abrieron la puerta a sus victimarios, que ellas acudieron a sus cuartos, que ellas fueron parte consentidora de los hechos que ahora denuncian.

Eso es lo más grave.

En México tenemos el ridículo extremo de una actriz Karla Souza que por una parte declaró que ella “buscaba”, “coqueteaba” con los productores para obtener un papel, y después resultó ser “víctima” de un director a quien todas las noches, por varias semanas, le abrió de madrugada la puerta de su cuarto y al que le permitió “tocamientos”.

Parecía la suma del horror. Pero vino Sabina Berman, que todo indicaba que era una escritora respetable, una mujer inteligente, a echar todavía más miasma a estos “protagonismos”. Con toda tranquilidad, como si fuese un mérito, declaró que por diez años “aguantó” todo tipo de humillaciones, de acercamientos sexuales y demás “acosos” a cambio de recibir su cheque mensual de manos de José Fernández Usaín, que en ese tiempo era dirigente de los escritores.

Gravísimo en dos sentidos. El primero la impunidad de sus declaraciones que no permiten la defensa de un muerto, y agravian a su familia. El segundo, que pone el ejemplo, en una mujer con tantos recursos, de una consentida victimización repetida, por un cheque. No puedo imaginar un mensaje más inmoral y grave para las mujeres.

Porque lo que nos están diciendo es que estuvo bien permitir abusos. Y eso es, en verdad, terrible contra la independencia, el fortalecimiento de las mujeres.

Porque lo único que puede estar bien es ejercer la libertad, poner límites, no permitir que ninguno abuse de ti. Y eso es lo que tienen que aprender nuestras hijas y nuestras nietas.

Abrir las puertas, en sentido real y también imaginario, de madrugada es un error. Un juego de manipulación femenina que cosifica a sus protagonistas, que las denigra en todos los ámbitos. Uno no abre ninguna puerta que no quiere que alguien traspase. Las puertas se abren para, justamente, que alguien entre con todo nuestro beneplácito y alegría. Si no es así, si no se quiere que un hombre traspase nuestro umbral, basta con cerrar la puerta.

Con defender nuestra intimidad. Con tener fortaleza para decir “NO” y afrontar las consecuencias. Para denunciar, a tiempo, legítimamente. Sin buscar luces.

Pocos movimientos supuestamente “feministas” pueden hacer tanto daño a las mujeres, también a los hombres, como este absurdo de juego de denunciar…


@isabelarvide / EstadoMayor.mx / CambioQRR.com